Durante la segunda guerra del Golfo la expectativa de que los precios del petróleo superaran la banda de entre US$ 22 y US$ 28 fijada por la OPEP era consistente con la realidad bélica.
El alza efectivamente superó los US$ 30 y aunque se atemperó para luego ubicarse en torno a US$ 35, la confianza en la banda se perdió. Una vez transferida nominalmente la soberanía a Irak, los precios bajaron como se esperaba.
Pero hoy, gatillados finalmente por el anuncio norteamericano de una amenaza terrorista a principales centros financieros públicos y privados en Estados Unidos, los precios han batido un récord hasta llegar a US$ 44 en Nueva York y US$ 40 en Londres. Esta vez la escalada carece de fundamento.
La OPEP así lo considera, pero trata de explicarla. Además de la inestabilidad geopolítica que afecta a las principales fuentes exportadoras, el cartel indica que la fuerte demanda norteamericana y china fue, hasta ahora, subestimada y que la cuestionable decisión de las refinadoras de producir más combustible con menos stocks son parcialmente responsables del alza. En su versión, la combinación de ambos factores ha empujado los precios de manera imprevista y extraordinaria.
Pero la decisión de la OPEP, que representa alrededor del 40% de la producción mundial, de no producir más de lo ya comprometido (un alza en julio y otra a principios de agosto) señalando que ya opera a casi plena capacidad, ha estimulado la disparada. A ello ha contribuido también el anuncio de que el cartel establecerá una banda de precios superior a la anterior.
Añadiendo leña al fuego, el anuncio (luego atenuado) de la eventual suspensión de las exportaciones de la mayor empresa rusa (Yukos, que maneja alrededor de un 2% de la exportaciones globales) ha estimulado la volatilidad del mercado. Teniendo en cuenta que Rusia es un principalísimo productor y que probablemente desee dejar sentir su influencia en el mercado en tiempos difíciles, su contribución al alza es tan evidente como irresponsable.
Por lo demás, la ampliación de la percepción de la amenaza terrorista sobre la totalidad de los componentes de la cadena producción, distribución y consumo ha incrementado la sensación de vulnerabilidad más allá de la locación geográfica de los pozos. En este punto, la irracionalidad del agente terrorista se basa en la voluntad de afectar sustancialmente la economía occidental estimulando fuertemente la incertidumbre económica.
Pero la irracionalidad comienza a aparecer también con más fuerza en los agentes del mercado cuando se afirma el desconocimiento de la fuerte demanda norteamericana y china. Cuando se dice que esa demanda "ha tomado al mercado por sorpresa" se pone en cuestión a la totalidad de las agencias que estiman el crecimiento de la economía global y la de sus principales "locomotoras". A pesar de que la percepción de que el ciclo expansivo global era y es universalmente compartida, el argumento de la ignorancia de su intensidad es hoy distribuido por las agencias de prensa generando incredulidad en el analista.
A este hecho irracional se agrega otro fundamental: el rol de los especuladores. Estos agentes tienen como propósito generar utilidades explotando los desequilibrios entre la oferta y la demanda. A mayor incertidumbre mayor ganancia para el especulador en productos como el petróleo que se transan legalmente en las bolsas de valores. Mientras la brecha es mayor entre esas variables, se incrementan las posibilidades de comprar barato y vender caro en circunstancias como las actuales. La interacción en una misma dirección de una mayoría de especuladores (en este caso, a la compra) sube el precio hasta llegar a una etapa de ventas donde se toman utilidades para luego continuar la escalada antes de que el precio se derrumbe.
A diferencia de la crisis del petróleo de 1973, en que el incremento del precio provino principalmente de los actores tradicionales de la cadena productiva (los exportadores), desde principios de los 80 se ha introducido un actor de la economía "no real" que genera valor no con la inversión en el campo sino con el movimiento de papeles. Este agente propio de la globalización del mercado de capitales puede incrementar o atenuar el impacto de factores exógenos, como el terrorismo, en el mercado de petróleo. Si su rol no es limitado por el mercado o por los gobiernos de las potencias mayores, pueden hacer colapsar el crecimiento global con grave daño para los países importadores menos desarrollados al tiempo que estimula la sensación de poder en ciertos productores (especialmente aquellos con ambiciones que poco tienen que ver con el mercado).
Aunque el impacto del alza todavía no se siente en el Perú, el país está expuesto a vulnerabilidades como la inflación o el alza de intereses. Junto con los importadores regionales el gobierno debe tomar las previsiones del caso llamando la urgente atención de los productores y del Grupo de los 7. Nuestra economía no puede seguir siendo cooptada por este tipo de presiones y vulnerabilidades incrementales.
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