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  • Alejandro Deustua

La ONU y Corea del Norte: Más Contención Que Reversión

16 de Octubre de 2006



Luego de más de una docena de años de negociaciones, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó, en menos de una semana, una resolución condenatoria del ensayo nuclear realizado por Corea del Norte con la intención de corregir la situación de rebeldía de la nueva potencia atómica.


A pesar de que el Consejo ha ejercido las atribuciones coercitivas que le franquea el Capítulo VII de la Carta de la ONU optando por la vía no militar (el artículo 41), el hecho concreto es que las medidas adoptadas podrán servir para disminuir la inestabilidad generada o inhibir de momento la adquisición de nuevas capacidades por otros, pero difícilmente producirán la reversión buscada en un contexto internacional de creciente desorden y de emergencia de nuevas potencias.


La explicación es sencilla: el desafío que plantea Corea del Norte, una potencia económicamente inerte, al régimen de no proliferación y a los miembros del “club nuclear” es el primero que se reconoce universalmente exitoso con posterioridad a la Guerra Fría (Irán esta en vías de dudosa contención). Si esta agrupación de potencias contribuyen a definir la estructura de poder mundial, es evidente que ésta ha sido internamente alterada abriendo el camino para que otros puedan transitar por él sea por la vía pacífica legal (el uso legal de la energía nuclear en parte potenciado por la crisis energética), la vía pacífica ilegal (el caso de India) o la vía confrontacional (el caso de Irán). Para que ello no ocurra, el Consejo de Seguridad debería adquirir la cohesión que nunca ha tenido e incrementar su disposición a usar el poder colectivo que fuera necesario para restablecer la estabilidad global al respecto. Pero, si bien el Consejo ha votado unánimemente, éste, como antes, ha optado por mantener abierta las negociaciones del fracasado grupo de los 6 (Corea del Norte y del Sur, Japón, China, Rusia y Estados Unidos) pretendiendo que Corea del Norte abandone todos sus programas y armas de armas de destrucción masiva. Así lo que antes fue debilidad colectiva ha devenido ahora apenas en esperanza comunitaria basada en prudencia estratégica y diplomacia necesaria derivadas del reconocimiento de una realidad que se podrá moldear pero quizás no eliminar. El resultado es una mayor erosión del poder colectivo por debajo del nivel requerido para restablecer la estabilidad mundial en los niveles anteriores a la crisis anunciada.


Si esta realidad implica ahora vulneración de la paz y la estabilidad mundiales, del régimen de no proliferación y fracaso de la negociación diplomática en la que intervinieron las mayores potencias (menos las europeas), es evidente que las medidas bajo el Capítulo VII que adopta ahora el Consejo de Seguridad debieron suscribirse antes.


Como también es evidente que para hacer frente a esa realidad de riesgo, el déficit de uso de poder colectivo a favor de mayor diplomacia comunitaria deberá subsanarse para disminuir el desbalance entre uno y otro. En todo caso, si la brecha entre poder colectivo y diplomacia se va a salvar, alguno de estos factores deberá fortalecerse extraordinariamente. Pero si el poder colectivo se ha debilitado y no se reconstituye, es claro que el complemento de la diplomacia colectiva corresponde entonces al poder nacional de las grandes potencias. Y ello fomentará la competencia.


La medida de cierre de la brecha entre diplomacia y poder colectivo la dará la implementación de las medidas adoptadas por el Consejo. Éstas no son poca cosa para una potencia irracional como Corea del Norte y tienen un nivel de peligro inocultable. En el ámbito de las capacidades militares esas medidas enfatizan la prohibición de la exportación e importación de armas convencionales y de otros instrumentos de proliferación (incluyendo servicios y tecnología) y la inspección de la carga en puerto o en tránsito hacia o desde Corea del Norte. En el campo económico, las medidas son menos imperiosas: se han congelado los fondos norcoreanos en todos los miembros de la ONU (salvo los que sirvan para uso humanitario o gastos razonables) y las ventas de bienes de lujo a la dictadura comunista (de los que ésta disfruta con especial esplendor). Este “bloqueo” sui generis será supervigilado por el propio Consejo de Seguridad. Ello implica el compromiso de una dosis mayor de responsabilidad colectiva. Pero ésta será mediatizada en tanto que en el proceso de implementación los miembros del Consejo evaluarán, como es natural, el compromiso de sus intereses nacionales al tiempo que el proceso será matizado por su propio mandato: el objetivo de que Corea del Norte no realice nuevas pruebas nucleares, retorne a las “conversaciones de los seis” y acepte las normas del Tratado de No Proliferación y de la autoridad de la Organización Internacional de Energía Atómica . La mera represión de la rebeldía coreana, por tanto, no será parte de la agenda mientras la negociación se incorpora a la racionalidad de la supervigilancia. En consecuencia, aunque se desee, reiteramos que el regreso a la situación ex-ante no parece realista. Por ello creemos que los miembros de la comunidad internacional tendrán que minimizar el poder coreano a través de un adecuado ejercicio de balance de poder mientras renuevan (o redefinen) el régimen de no proliferación. De manera paralela, los miembros de la estructura del sistema internacional deberán acomodar “hacia abajo” el nuevo punto de equilibrio que plantea la adquisición de capacidades nacionales por Corea del Norte e intentan inhibir el ingreso forzado de nuevos miembros al “club” nuclear.


De allí que la incorporación al Consejo de Seguridad, en este momento, de potencias antisistémicas como miembros no permanentes (el caso de Venezuela), puede constituir eventualmente un factor de inestabilidad adicional (quienes voten por ella debieran, al respecto, reconsiderar su decisión). Mientras tanto, el rol del Perú, en lo que resta de su participación, adquirirá un significación estratégica mayor. En este escenario el papel del nuevo Secretario General de la ONU puede haberse esclarecido pero el tiempo para una mayor capacidad de iniciativa en el campo de seguridad colectiva puede haberse reducido para él. Sobre esto volveremos más adelante.

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