La (Insuficiente) Dimensión Trasnacional de los Desastres Naturales
- Alejandro Deustua
- 17 ago 2007
- 4 Min. de lectura
Aunque las consecuencias del sismo que acaba de golpear al PerĆŗ pudieron ser peores, la realidad catastrófica del mismo estĆ” a la vista. Su intensidad y los desbastadores efectos en el departamento de Ica lo demuestran. Por lo demĆ”s, si su costo en vidas (alrededor de 500) y su implicancia económica para el paĆs no tendrĆ” un impacto nacional inmanejable (esa región agroexportadora concurre con 3% del PBI), la naturaleza transnacional del fenómeno pone en evidencia la insuficiencia de la respuesta. La caracterĆstica transnacional del desastre, que es diferente de sus efectos concretos, se evidencia en su causa geológica (la placa de Nazca que interactĆŗa con la placa suramericana) comprometiendo a los Estados de la costa del PacĆfico suramericano. Y tambiĆ©n se muestra en el escenario en que ocurre (la cuenca del PacĆfico en su sector andino) que articula a los paĆses que la integran en el anillo volcĆ”nico mĆ”s extenso del planeta y condiciona el clima global mediante el comportamiento inestable de su sistema de corrientes marinas.
La implicancia de seguridad de los desastres naturales en esos Ć”mbitos ha abarcado recientemente a paĆses tan disĆmiles como Indonesia, Japón o Bolivia. AquĆ©lla se define en el acĆ”pite de las denominadas nuevas amenazas globales que debiera ocupar mejor a la comunidad internacional, como ocurre en la ONU con la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios y con la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres Naturales en tĆ©rminos de la previsión y minimización del daƱo.
Sin embargo, si esas instancias globales pueden no definir bien el carĆ”cter de seguridad de la amenaza o del desafĆo que implica el desastre natural, el sistema interamericano lo tiene bastante claro. A pesar de ello, su marco de referencia es el tremendamente confuso proceso de redefinición de seguridad colectiva que aborda el sistema hemisfĆ©rico en tĆ©rminos de una pretendida seguridad cooperativa y su proyección "multidimensional". Ello no ayuda a una respuesta eficaz, como lo estamos viendo en Ica.
En efecto, desde que en 1991 la OEA dispuso la revisión del concepto de seguridad colectiva y la Comisión de Seguridad HemisfĆ©rica se hiciera cargo de esa tarea, su capacidad se ha visto desbordada, sus objetivos complicados y su capacidad de reacción minimizada. Pero, por lo menos, ha acordado, en la Declaración de Seguridad de las AmĆ©ricas de 2003, una aproximación a la materia. Ćsta clasifica las amenazas a la seguridad hemisfĆ©rica, segĆŗn las prioridades de cada Estado (lo que, de por sĆ, es muestra de desorden y de ineficiencia), en amenazas tradicionales y nuevas amenazas entre las que se encuentran las amenazas propiamente dichas, las preocupaciones y otros desafĆos.
En una categorĆa no determinada con precisión (que puede ser la de desafĆos) la Declaración hace explĆcita mención a los desastres naturales. La reacción colectiva a los mismos debiera ser, en consecuencia, tanto una tarea de asistencia al Estado que los padece como una responsabilidad del sistema interamericano. Sin embargo, ello no ocurre asĆ todavĆa.
En efecto, la responsabilidad de la SecretarĆa General de la OEA y de la Comisión de Seguridad HemisfĆ©rica sigue siendo apenas la de promover la labores de coordinación interinstitucional y de sistematización de experiencias.
Por tanto la responsabilidad sigue recayendo, en teorĆa en mĆŗltiples organizaciones interamericanas (como el ComitĆ© Interamericano para la Reducción de Desastres Naturales -CIRDN-, el Fondo de Asistencia para Situaciones de Emergencia -FONDEM- y la Red Interamericana de Mitigación de Desastres Naturales -RIMDN-) y en algunos subregionales (como la Agencia CaribeƱa de Respuesta a Emergencias -ACDERA-, el Centro de Prevención de Desastres Naturales de AmĆ©rica Central -CEPREDENAC- y el ComitĆ© Andino de Prevención y Atención de Desastres -CAPRADE-).
Sin embargo, esta pluralidad de organismos de buena voluntad regional se ocupa aún, en general, en tareas de fortalecimiento institucional, evaluación de información, evaluación de escenarios y, finalmente, de promoción de asistencia. Como ocurre con estos esfuerzos colectivos plurilaterales, su labor tiende a enmarcarse en grandes conferencias globales y a organizarse a través de complejos procesos burocrÔticos que no agregan demasiado a la capacidad institucional de reacción rÔpida.
De allĆ que sean normalmente los Estados afectados (cuyas organizaciones de defensa civil, al margen de las fuerzas armadas, no siempre tiene los niveles requeridos de aprestamiento), las organizaciones civiles de asistencia humanitaria establecidas (como la Cruz Roja o MĆ©dicos Sin fronteras), la asistencia que emerge de la disposición de solidaridad de gobiernos disĆmiles y organizaciones de gran cobertura (como la ONU) los que reaccionan frente a los requerimientos inmediatos de mitigación de daƱos. La parte principal de esa tarea, sin embargo, siguen siendo responsabilidad principal de los Estados que, si es efectiva, refuerza su legitimidad y si no lo es, tiene las consecuencias contrarias.
De esta forma, la dimensión transnacional del desastre sigue sin ser atendida y su Ômbito de seguridad presenta aún mÔs vulnerabilidades que seguridades preventivas y de resguardo. La comunidad internacional tiene, en esta materia mucho que camino que recorrer. Mientras tanto, Estados como el peruano, estÔn la obligación de reforzar sus propias capacidades que hoy son inferiores a la voluntad de respuesta mostrada por sus gobiernos.




