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  • Alejandro Deustua

La Desaceleración Latinoamericana y la Cumbre CELAC-UE

A finales del siglo XX América Latina sufría su primera decepción sobre el nacimiento de una nueva era de prosperidad global post Guerra Fría. Esa realidad fue subrayada por la sucesión de crisis financieras que la afectaron directa (México, Brasil y Argentina) o indirectamente entre 1994 y el 2001.


Sin embargo, las reformas liberales de la época permitían otear aún un horizonte no desesperanzado con un crecimiento per cápita de 1.76% (superior a la mediana global de 1.49%). En efecto, el Cono Sur crecía de manera importante (Chile 5%; Argentina 3.72%) y en el área andina el Perú no lo hacía mal con 2.32% de performance a lo largo del período finisecular (Economic Growth in Latin America, Stylized Facts, Explanation and Forecasts, CEPAL, 2003).


Luego, gracias al superciclo del precio de los commodities (2003-2010 en el que los precios del petróleo casi se cuatriplicaron, el de los minetrales casi se triplicó y el de los alimentos creció alrededor de 50% (IMF, Gruss, After the Boom-Commodity Prices and Economic Growth in Latina America and the Caribbean), las economías de la región crecieron alrededor del 5% hasta el 2010.


De otro lado, con anterioridad a la gran crisis del 2008-2015, el discurso de las mega-regiones y de los “grandes bloques” se planteaba en el horizonte global aunque erróneamente percibido desde la región como una etapa no lejana del desarrollo.


Pero hoy el gran deterioro del potencial de crecimiento regional dice algo bien diferente. Ya no es el desarrollo el que está al alcance de la mano (como algunos creen en el caso del Perú que hace sus pininos en la OECD) sino su considerablemente menor proyección de crecimiento relativo en el largo plazo (2020).


En efecto, según el Panorama de Inserción Regional de América Latina y el Caribe (CEPAL) 2011-2012, la región crecería, según el FMI, 4% hacia el 2020 por debajo del crecimiento global de 4.5% (pero también por debajo del Asia en desarrollo -7.9%- y de África -4.8%- en términos de paridad de poder adquisitivo aunque superando, claro, la perfomance porcentual de Estados Unidos y de la Unión Europea).


Por lo demás, a diferencia de la última década del siglo XX en la que el potencial de integración era alto debido a la convergencia económica y política (políticas de libre mercado y de democracia con perspectivas de mejora institucional), hoy la región aparece confrontada no sólo entre los Estados que no practican el libre comercio exterior (que, como todos sabemos, no es un campo parejo) ni la democracia liberal, sino entre los que consideran que la diversificación productiva es contraria a las actividades extractivas (los postextractivistas) y los que estiman que ésta es perfectamente compatible con un nuevo planteamiento de desarrollo diversificado en la medida que se respeten nuevos estándares ambientales.


Tal situación de fragmentación no sólo impide la integración regional sino que reduce los términos de la cooperación a áreas funcionales bastante específicas y sin fundamento firme. Por lo demás, como en la región no es posible un orden hegemónico, un orden mínimo tiende a entenderse como sólo proveniente del consenso (cuyo rasero es claramente lejano a lo que se estima como alternativa subóptima).


Por ello es bueno insistir en la utilidad de las asociaciones de convergencia estratégica (como las de la Alianza del Pacífico) en tanto éstas tengan posibilidad de arraigo (aun cuando el escaso crecimiento comience a cobrar en ellas el precio correspondiente) y no sean demasiado optimistas con los cambios estructurales que promete un eventual cambio de gobierno en Argentina (nada claro, por cierto) y Brasil (algo más lejano).


Sin duda que, cuando se supere el peso muerto que implica para el área la terrible descomposición venezolana y gobiernos más sensatos gobiernen las dos potencias mayores del área, la región podrá retomar su capacidad integradora. Pero, para entonces, el punto de partida será muy bajo obligándonos, quizás, casi a volver a empezar.


Es bueno que la próxima cumbre CELAC-Unión Europea, de fraseo tan engalanado como insultantemente irreal, lo tenga en cuenta. Especialmente cuando los esfuerzos de crecimiento requerirán de muy intensos y distintos esfuerzos nacionales.


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