La Curiosa Visita del Presidente de China a la Región
- Alejandro Deustua
- 25 jul 2014
- 5 Min. de lectura
La estrategia china de āemergencia pacĆficaā tiene como propósito nominal el incremento de sus capacidades y de un cambio multipolar del sistema con la menor fricción posible.
A la luz de sus necesidades de crecimiento interno ello requiere un relacionamiento externo en el que el componente económico tiene un rol superior mientras el interĆ©s polĆtico se envuelve con intensidad, cuando se puede, en lo que hoy se llama āpoder suaveā (una redefinición de la influencia).
Ese marco es mĆ”s eficiente o viable con los Estados o regiones considerados ārelativamente lejanos de los centros de conflictoā que muestran, en algunos casos, una tendencia a la neutralidad extrarregional (aunque la virulencia califique su trato intrarregional).
Bajo esos parĆ”metros generales realizó el Presidente Xi Jinping su reciente gira suramericano-caribeƱa. Aunque esta vez visitó oficialmente sólo Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba, el Sr. Jinping se reunió con una buena mayorĆa de jefes de Estado regionales al amparo del Unasur y del Celac en Brasil.
Bajo esa luz, la gira no pudo ser mĆ”s exitosa. Especialmente si la relación de China con AmĆ©rica Latina, marcada esencialmente por la relación comercial y por las expectativas de inversión (antes que por su menor dimensión real), se presentó en los paĆses anfitriones casi como redentora (en general, ello ocurre con los que esperan recibir mĆ”s de que lo que se les ofrece, subordinando el trato mĆ”s cauteloso que proponen quienes anticipan las consecuencias estructurales de ese tipo de vĆnculo).
Teniendo en cuenta el esencial rol de China en el largo ciclo de altos precios de los commodities (que ha favorecido, como pocas veces, el crecimiento regional), el status de la potencia asiÔtica como segundo socio comercial de América Latina (en términos generales) facilitó extraordinariamente las expresiones de mutuo interés.
En efecto, a la luz de un crecimiento de las exportaciones latinoamericanas a China equivalentes en el 2013 a 25 veces el valor de las mismas del 2000 y teniendo en cuenta un incremento de las importaciones de 18 veces durante esos trece aƱos, los beneficios mutuos, aunque asimĆ©tricos, han sido inmensos (de US$ 12 mil millones a US$ 250 mil millones en el perĆodo segĆŗn la CEPAL). Ćstos tienden a despertar, como es evidente, entusiasmo diplomĆ”tico algunas veces excesivo.
MÔs aún cuando el intercambio ha sido tan extravagantemente dinÔmico que la superación de la barrera de los US$ 400 mil millones de dólares se calcula en términos de una tasa de crecimiento comercial que oscila en el rango de 14% a 29% anual (CEPAL) nada menos.
Y mientras ello ocurre, la participación de Estados Unidos en el mercado comercial latinoamericano, aunque principal, sigue cayendo mientras China reemplaza a la Unión Europea como 2o socio regional.
En este contexto, parece importar menos que los tĆ©rminos de la relación comercial con China obedezca a una tĆpica relación Norte-Sur en la que AmĆ©rica Latina exporta poco diversificadas materias primas a precios ahora reducidos e importa volĆŗmenes crecientes de productos terminados.
El dĆ©ficit comercial resultante, que impacta negativamente en los tĆ©rminos de intercambio (aunque con consecuencias diferentes a las de los aƱos 60 y 70 del siglo pasado), tendĆa a importar poco cuando el superĆ”vit comercial con ese paĆs correspondĆa, hasta hace un par de aƱos, a PerĆŗ, Chile, Brasil y Venezuela (CEPAL).
Esa importancia debiera ser hoy mayor a la luz de los problemas de balanza comercial que se presenta en los paĆses del PacĆfico sur. Especialmente si se tiene en cuenta que China es responsable de la compra del 40% del cobre, 47% del hierro y 55% de la soya del mundo.
Al respecto, llama la atención que, en general, no se tenga en cuenta que la estructura de las exportaciones peruanas estÔ dominada por las ventas de minerales (especialmente de cobre), que buena parte del 85% de las exportaciones de alimentos argentinos estÔn ligadas al mercado chino y que el hierro es un producto importante en la canasta de exportaciones brasileñas.
Si los precios bajan en relación a los precios de las importaciones del ciclo pasado muchos estarĆ”n tentados a examinar el problema bajo la vieja tesis del deterioro de los tĆ©rminos del intercambio (especialmente cuando el comprador es el Estado chino que opera mediante empresas pĆŗblicas). Y al hacerlo, esa evaluación se realizarĆ” en el marco de una nueva realidad centro-periferia (la cuna de esa teorĆa, la CEPAL, parece extraviada de esta evidencia).
De otro lado, los volĆŗmenes comerciales crecientes parecen producir distorsiones perceptivas en la relación multisectorial de largo plazo con esa potencia. Ćstas incluyen las financieras cuando, salvo excepciones, la inversión y el crĆ©dito chinos no brillan hoy por su abundancia en la región. Hasta que no se demuestre lo contrario, a esa distorsión contribuirĆ” hoy el Banco de Desarrollo que han creado los BRICS en su reciente reunión en Brasil.
Mientras tanto debe recordarse que hacia el 2012 China apenas habĆa invertido en AmĆ©rica Latina US$ 9206 millones de los cuales dos terceras partes (US$ 6057 millones) correspondĆan a Brasil. Esa panorama escaso e hiperconcentrado, puede haber cambiado hoy en el PerĆŗ debido a la compra forzada del proyecto Las Bambas (US$ 5800 millones) y en otros paĆses por proyectos de inversión en infraestructura y energĆa (que, en apariencia, estĆ”n en su fase inicial).
Entre ellos destaca el aĆŗn onĆrico proyecto nicaragüense de un nuevo canal transtlĆ”ntico a un costo de US$ 50 mil millones (EP). Pero hay otros. Especialmente en Cuba (donde la inversión china es esperada como manĆ” del cielo) y en Venezuela (donde la dimensión concreta del financiamiento del comercio āque ha pasado de sustentarse en la venta de 400 mil a 500 mil barriles diarios de petróleo- con una expectativa de la potencia asiĆ”tica de llevar ese valor a un millón de barriles diarios- que son colocados por Venezuela como pago de crĆ©ditos ya concedidos por US$ 30 mil millones).
Si esa relación implica la expectativa china de que Venezuela copie el modelo polĆtico cubano reformado y el modelo económico chino, la āalianza económica integralā sino-venezolana que se forja habrĆ” adquirido un nuevo cariz geopolĆtico en el norte de SuramĆ©rica y en el Caribe.
Y el Caribe es Cuba donde el presidente chino ha decidido evaluar la profundización de las reformas que se acomoden a su interĆ©s y a estudiar la nueva ley de inversión extranjera cubana que permitirĆa que China llevase su propia mano de obra a la isla. Cuba espera inversiones chinas en petróleo (mucha en plataformas para explotación en aguas profundas, una refinerĆa en Cienfuegos que ya cuenta con algĆŗn grado de avance y una planta de gas lĆquido), en minerales, agua dulce, industria y, muy especialmente, en la infraestructura para una āzona de desarrollo especialā en Mariel.
En Argentina el calificativo de la visita como āfundacionalā parece exceder de lejos lo comprometido financieramente. Ello incluye US$ 4800 millones para la renovación de un viejo ferrocarril; proyectos agrarios, de infraestructura y nucleares; y un acuerdo swap mediante el cual podrĆ” solicitar yuanes depositando pesos para diversificar la dependencia del dólar.
Sobre esas bases, todo tipo de acuerdos han sido firmados durante la gira despertando aĆŗn mayores expectativas. Con Venezuela China suscribió 38 acuerdos (llegando a 450 desde 1999), con Cuba 29 organizados en una maraƱa burocrĆ”tica incomprensible y con Argentina 20 durante una visita de tres dĆas. ĀæCuĆ”ntos de estos se cumplirĆ”n, cuĆ”ntos generarĆ”n vinculaciones polĆticas directas o colaterales y cuĆ”ntos serĆ”n marcos de cooperación futura o de exquisito minimalismo (p.e. el de un acuerdo para evaluar la calidad del tabaco cubano)? No lo sabemos.
Lo que sĆ sabemos es que la visita del presidente Xi Jinping ha tenido un esencial carĆ”cter geopolĆtico que, como la visita del Presidente Putin, debe ser adecuadamente examinado. Ello nos dirĆ” quĆ© nuevo tipo de inserción busca la región y sus miembros, en quĆ© zona estratĆ©gica estamos (y si Ć©sta estĆ” tan vacĆa que re quiere de otras potencias antes excĆ©ntricas una reforzada e influyente presencia), cuĆ”nta fricción habrĆ” con Estados Unidos y cuĆ”nta compatibilidad se desarrollarĆ” entre los propios suramericanos al respecto.




