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  • Alejandro Deustua

La Ampliación del Canal de Panamá

Treinta años después de la firma de los tratados Torrijos-Carter que comprometió la transferencia de la soberanía y administración del Canal de Panamá a ese Estado, el Canal empieza una nueva etapa con las obras de su expansión. Éstas se emprenden con el propósito de satisfacer requerimientos de incremento del tráfico y de servicio a naves de calado superior. Esa demanda, sin embargo, va acompañada de la razonable evolución de un reclamo nacionalista de evidente contenido geopolítico a su contemporánea satisfacción mediante la prestación de un servicio de utilidad universal.


En tanto ese proceso ha respetado estrictamente las obligaciones de los tratados aludidos -la neutralidad del Canal y la abolición de cualquier trato discriminatorio- Panamá, Estados Unidos y el mundo se han beneficiado de una inteligente y bien administrada devolución de soberanía de la primera potencia a una potencia menor. Como consecuencia, hoy Panamá muestra al mundo los beneficios de una asociación asimétrica de intereses complementarios cuando ésta se realiza en el marco de un régimen de riguroso respeto de los derechos de los Estados.


Este ejemplo de generación de ganancias relativas entre socios de capacidades desiguales se da en un marco de estabilidad (aunque Estados Unidos mantiene derechos de defensa del Canal, ésta atrae a múltiples interesados a su defensa colectiva) y de incremento de la demanda del servicio en un marco de relativa pérdida de importancia estratégica.


En efecto, el Canal ha perdido valor militar dinámico en tanto su tamaño no admite el tránsito de los instrumentos de gran proyección de poder oceánico -por ejemplo, portaviones- ni de otros navíos semejantes. Por lo demás, según ciertas estadísticas, el valor del comercio que transita por el Canal ha disminuido con la apertura de nuevos escenarios inter e intraregionales.


Sin embargo, el Canal sigue teniendo un valor estratégico fundamental en el control del Caribe y sustenta aún su calidad de principal vía de paso entre los océanos Atlántico y Pacífico para los Estados Unidos (cuya naves militares aptas mantienen ciertos derechos de tránsito para comunicar la costa oriental con la occidental), para países de la región (especialmente para Colombia que es un país bioceánico) y para otras potencias en el Asia y Europa. Por lo demás, la emergencia de nuevas amenazas, como el terrorismo, ha incrementado el valor estratégico del Canal y, por tanto, la disposición colectiva a su defensa se ha multiplicado.


Por lo demás, aunque el Canal es objeto de un interés hemisférico que el sistema interamericano ha ratificado promoviendo la adhesión a los instrumentos pertinentes de 1977, ese interés sigue siendo universal. En efecto, desde el punto de vista geopolítico, el Canal figura entre los principales estrechos marítimos que es necesarios proteger para asegurar la estabilidad global desde el punto de vista de las potencias oceánicas. Su valor se incluye en la misma categoría que los estrechos de Ormuz, Bar el Mandab, el Bósforo, Malacca o el canal de Suez según la clasificación que se considere.


Y aunque el valor relativo del comercio que transita por el Canal haya decaído, el hecho es que su demanda sigue en alza. En efecto, del Canal depende hoy el adecuado tránsito del 5% del valor del comercio mundial, mientras que el número de barcos que admitió en el 2006 bordeó los 14 mil entre navíos transportadores de containers, graneleros y petroleros. Ese flujo creciente reclama hoy la admisión de buques superiores a los que toleraba la infraestructura original (denominados Postpanamax) entre sus principales demandantes: Estados Unidos, China, Japón, Corea del Sur.


Entre los países suramericanos, alrededor del 30% del comercio exterior chileno y 56% del peruano (antes del incremento de la demanda asiática) lo hacía por el Canal. Teniendo en cuenta los acuerdos de libre comercio suscritos por estos países con Estados Unidos y la Unión Europea, esos requerimientos probablemente se incrementarán como ocurre hoy con potencias como Japón y las de la Unión Europea que han mostrado explícito interés en contribuir a la expansión del Canal.

El Perú, como los países del norte y centro de Suramérica, tienen un interés especial en que la ampliación del Canal se lleve a cabo de manera eficiente y en que el peaje resultante no genere pérdidas de competitividad a sus exportaciones. En consecuencia, entre sus prioridades de política exterior debiera encontrarse la realización de negociaciones conjuntas con Panamá para optimizar el primer objetivo y minimizar el segundo resultado. Los foros están a la vista: la Comunidad Andina, el Foro de la Iniciativa de los Países Latinoamericanos de la Cuenca del Pacifico. Y en relación al Asia, esos foros son la Apec y el Focalae.



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