17 de octubre de 2005
Mientras se contabilizan los votos del referendum sobre la Constitución iraquí, el éxito de este extraordinario proceso va haciéndose cauteloso sitio a pesar del pesimismo de muchos. Si una eventual aprobación de esa ley fundamental empieza a ser distinguible, lo evidente hoy es el triunfo de la voluntad de las mayorías de ejercer el derecho al voto sobre las fuerzas del terrorismo que no han cejado en su bárbaro propósito. Concurriendo en una proporción del 63% los iraquíes han superado, bajo condiciones de intensísimo amedrentamiento, la convocatoria de la Asamblea Constituyente realizada a principios de año que atrajo al 58% de la ciudadanía también en un clima de fuerte incertidumbre y hostilidad. Aunque el resultado aún no se conoce y recién empezamos a presenciar la aprobación del marco jurídico que reconstruye la espina dorsal de la soberanía iraquí, el éxito del proceos es doble en tanto se ha impuesto también a un apretado calendario establecido por la ONU y la autoridad política en el terreno. Ni el chantaje violento, ni el desorden social, ni la perentoriedad del desafío electoral han podido contener el evidente ánimo iraquí de vencer también ese obstáculo y, en consecuencia, el de darse a sí mismos una organización estatal plenamente incorporada a la comunidad internacional. Esa voluntad, en apariencia, no será contestada por los dos tercios de las tres pronvincias (de 18) requeridas para vetar el nuevo orden constitucional.
En caso aprobatorio, sin embargo, este éxito no estará exento aún de grandes problemas. El primero concierne a la natutraleza del Estado en formación: la vocación federalista de la Constitución, en apariencia aceptable por kurdos y chiitas, tiende a ser rechazada con diferentes intensidades por la minoría suní que aboga por un Estado más centralista. Lo mismo ocurre con la distribución de los recursos petroleros que, considerados como nacionales, revierten el antigua privilegio suní de disponer de ellos. A pesar de pertencer esa comunidad a la zona que los posee en menor cantidad, el totalitarismo de Hussein les aseguró en el pasado un control inmatizado que hoy su nacionalismo no desea diluir.
Un tercer problema deriva de la diemensión laica o religiosa del Estado que la mayoría chií probablemente intentará modificar más adelante. Aunque estos problemas podrán ser resueltos mediante reformas constitucionales, las fricciones que hoy caracterizan a la realidad iraquí probablemente encontarán en estos escenario motivos para la renovación de viejas confrontaciones. Como resulta evidente entoces, la dimensión beligerante de estos problemas ratifica el hecho de que tan importante como la Constitución es el establecimiento de una fuerza de seguridad iraquí (que ya supera los 100 mil hombres) que sea capaz de asegurar el orden interno y defender el externo. Sin embargo, su escasa preparación actual pone de manifiesto que la presencia de las tropas de la coalición, autorizada por la ONU y por el actual gobierno iraquí, será todavía necesaria. El retiro apresurado de las mismas arriesgaría lo ganado con el sacrifico de tantas vidas y recursos. La coalición y la comunidad internacional tendrán aquí una responsabilidad que deberán asumir durante un buen tiempo todavía.
Pero estos problemas son menores frente a los beneficios de un Irak democrático en el corazón del Medio Oriente, influyente en el Asia Central y determinante para la estabilidad regional y global. En efecto, la incorporación de patrones de comportamiento liberales en una sociedad musulmana sostenida, hasta hace poco, por el totalitarismo, tendrá un efecto multiplicador en los brotes democráticos que hoy ocurren en Egipto, Líbano y en los atisbos de Estado de Derecho palestino que va abriendo el complejo proceso de entendimiento palestino-israelí (uno de cuyos hitos acaba de materialzarse con la desocupación de Gaza por Israel). Aunque ciertamente este proceso está lejos de ser el epítome de un modelo republicano liberal en la zona, el derrotero orientado en ese sentido facilitará el entendimiento turco con la Unión Europea, influenciará en la modernización de las ex -repúblicas soviéticas del sur de Rusia y facilitará el complejo arraigo democrático de Afganistán y Pakistán.
Sin duda que el fundamentalismo islámico seguirá oponiéndose a este derrotero pero éste será progresivamente privado del espacio que considerado como su su hábitat natural. Su reacción, por tanto, tenderá a ser más amenazante en lo inmediato pero el largo plazo ya no le pertenecerá.
En lo que hace a Estados Unidos y sus aliados, el éxito del referendum será considerado como uno propio. Si la racionalidad inmediata para la expedición bélica contra Irak (la existencia de armas de destrucción masiva) se probó errada, la estrategia norteamericana -la expansión del núcleo liberal hacia el Medio Oriente- se habrá justificado, siempre que esté dispuesto a mantener el empeño evitando una retirada apresurada. Como consecuencia de ello, la ya constatable mejora de la relación transatlantica se incrementará abirendo posibilidades a nuevas formas de cooperación. Uno de los escenarios beneficiados podría ser la ONU que, al tiempo que libera la presión que generan las potencias mayores en ese foro, podrá dedicar más esfuerzos a operaciones de seguridad colectiva y, eventualmente, a los intentos de reforma institucional que están en su agenda. La interacción de estas dinámicas debiera favorecer también a otras regiones y a la economía global. En efecto, la disminución de la tensión en el Medio Oriente debiera poder reflejarse en un incremento de los esfuerzos orientados a mejorar la relación intrahemisférica al tiempo que la tendencia a la estabilidad en la zona debiera restar incertidumbre sobre las fuentes de aprovisionamiento petrolero. Por ello, los latinoamericanos que desean estabilidad y crecimiento económico debieran preocuparse más por el buen éxito del proceso iraquí. La vulnerabilidad del mismo a múltiples imprevistos y a la acción terrorista debiera incrementar la disposición a participar constructivamente en el área. Un cambio de la perspectiva regional en la aproximación a la zona debiera, en consecuencia, poder lograrse.
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