27 de agosto de 2024
La Convención Nacional Demócrata (Chicago, 19-22 de agosto) confirmó, con extraordinario entusiasmo, la candidatura presidencial de Kamala Harris. El suceso tuvo el valor adicional de superar la crisis de la tardía renuncia del disminuido Presidente Biden a uno nuevo período y de renovar las posibilidades de triunfo del partido.
La nueva ola de “alegría” que la candidata Harris trajo a su campaña opacó críticas a su inercial ascenso y a su supuesta falta de preparación. Éstas fueron contestadas por su trayectoria en la Fiscalía de California, en el Senado de la República y en la Vicepresidencia de su país. Y fueron sustituidas por su carismática presentación que aludió a su origen de clase, familiar y étnico. Si hubo alguna algarada sobre su emergencia no fue la inútil crítica del contendiente Trump sino la sorpresiva adhesión republicana de Rober Kennedy Jr., un criticado miembro del clan Kennedy, baluarte de la identidad demócrata.
Sin un programa de gobierno a la mano, la Sra. Harris hizo de su discurso en la Convención su piedra de toque. En él subrayó la importancia de la elección para abolir una amenaza: Trump, definido como un “hombre no serio” ataviado de delitos, arbitrario y proclive al trato con dictadores. Su énfasis de “futuro” (avanzar sobre lo construido por presidencias demócratas contestando el revisionismo de Trump) incluyó la unión nacional y la defensa de libertades en riesgo. Su foco de atención será la clase media. Sus instrumentos principales al respecto: el acceso al crédito, recorte tributarios (e incrementos para los más ricos), control de manipulación de precios y mejora de los servicios (desde facilidades para acceso a viviendas hasta el mantenimiento de pensiones y de seguro de salud). Y su tópico social prioritario se centró en la libertad reproductiva.
Sin referencia a la situación económica (ni siquiera al mejor crecimiento en Occidente desarrollado, a la disminución de la inflación y del desempleo), la Sra. Harris tampoco aludió a la necesidad de reducir el extraordinario déficit fiscal (-7% del PBI) y la inmensa deuda (123% del PBI). Estas notorias omisiones quisieron ser compensadas con la alusión a la seguridad nacional (referida a la protección legal bipartidista de la frontera, al poder de la Fuerza Armada que seguiría siendo la más “letal”, al reforzamiento de alianzas, especialmente la OTAN -que Trump cuestiona- y a la primacía en inteligencia artificial y en el espacio).
En política exterior aseguró que, con una aproximación pragmática, Estados Unidos ganaría a China la competencia sistémica (que no definió), atacó a Trump por ofrecer libre juego a Rusia y reiteró el apoyo a Ucrania (sin establecer límites). Además, aseguró que garantizaría el derecho de Israel a defenderse (el terrorismo de Hamás fue señalado al respecto) pero reiteró que se esforzaría por finalizar la devastadora guerra en Gaza asegurando la liberación de rehenes y la realización de los derechos palestinos a la “dignidad, seguridad, libertad y autodeterminación” (aunque no mencionó la solución de “dos Estados”) .
De otro lado, Harris no ahorraría ningún esfuerzo para defender los intereses norteamericanos frente a Irán y Corea del Norte a diferencia de Trump que intenta acercarse a sus autoritarios gobernantes exponiéndose a manipulación.
Aunque de un discurso general de aceptación de la candidatura no podía esperarse mayor especificación de políticas, el voto latino (alrededor de 36 millones -Pew-) y la problemática de migración habría merecido una mayor atención. De lo que se conoce, Harris se aproxima a esta problemática tanto en función de la aplicación de la ley como en atender las causas raigales del flujo migratorio (CFR). Ello reitera la prioridad de México y de Centroamérica en este acápite.
Y en relación a Venezuela la candidata, en línea con el gobierno de Biden, ha expresado, en otro momento y por escrito, su apoyo a la oposición y exigido la publicación de actas electorales, la protección de libertades, el deseo de “cambio pacífico y democrático luego de años de corrupción y abuso de poder” y la acción consecuente de los latinoamericanos. Pero no ha reconocido a González Urrutia como presidente electo.
Y tampoco se ha referido al resto de la región ni siquiera en el marco de la Asociación Americana para la Prosperidad Económica (APEP). Al respecto es imprescindible que la Sra. Harris explique los lineamientos de su aproximación al conjunto latinoamericano.
Como también debe hacerlo en relación a las especificidades de temas prioritarios como el comercio exterior crecientemente proteccionista, la promoción gubernamental de la inversión extranjera, la contienda de poder sobre las nuevas tecnologías y su difusión, la dimensión singular de las amenazas globales o las prioridades geopolíticas y de desarrollo de las regiones menos avanzadas. No obstante el continuismo esperado, los latinoamericanos deseamos evaluar adecuadamente los intereses específicos de la primera potencia a la luz del pragmatismo de la Sra. Harris.
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