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  • Alejandro Deustua

Escalamiento Bélico y Desacelaración Económica

14 de junio de 2023



Con el despliegue de 10 mil soldados y 250 aviones militares de 25 países acaban de iniciarse en Alemania las mayores maniobras de la OTAN desde el fin de la Guerra Fría. Preparadas desde 2018 y ahora en el marco de la “mayor crisis de seguridad en una generación”, las maniobras coinciden con el inicio de la contraofensiva ucraniana contra fuerzas rusas que han tomado cruenta e ilegal posesión de 20% de territorio ajeno.


Aunque la expansión de las organizaciones de integración y militares occidentales en torno a Rusia pueda debatirse, la causa ucraniana en defensa de su soberanía territorial no está en discusión. Como tampoco lo está el escalamiento progresivo de la conflagración.


De este último proceso es responsabilidad rusa el compromiso de socios extrazona, continuas advertencias sobre una eventual dimensión nuclear del conflicto, tácticas de guerra sucia de gran capacidad destructiva en ciudades e infraestructura vital sin reconocimiento expreso del agresor, empleo abierto de fuerzas paramilitares y de armas de discutible legalidad (drones que pueden o no ser maniobrados por fuerzas militares).


De responsabilidad occidental son el fortalecimiento ad hoc de la OTAN, el gran aprovisionamiento bélico a Ucrania que incluye misiles de largo alcance y potencial ofensivo, tanques de generación superior, entrenamiento de pilotos ucranianos en F-16 (indicadores de su potencial uso) y avanzados sistemas integrados de armas (indicando creciente interoperabilidad con fuerzas occidentales), de coordinación bélica en el terreno, inteligencia electrónica avanzada y drones.


Por lo demás, el recurso a acciones terroristas en territorio ajeno es patente (el grupo paramilitar Wagner en Ucrania y los grupos encubiertos Legión de Rusia Libre y Voluntarios Rusos que golpean dentro de Rusia).


De otro lado, mientras los gastos en defensa se han incrementado globalmente en 3.7% por razones vinculadas a la crisis internacional de seguridad (cuyos focos son China, Taiwán, la OTAN y Ucrania) , las doctrinas militares de las mayores potencias fortalecen su dimensión “extra-defensiva” agravando la implicancia sistémica de la conflagración. Ello se expresa en términos contables: si Estados Unidos, Europa (que reporta el mayor incremento de gastos de defensa en 30 años) y China son responsables del 56% del gasto global, Asia y Oceanía (SIPRI) se han embarcado también en el empeño armamentista.


Al respecto, el esfuerzo bélico occidental en Ucrania sumaría 121 mil millones de euros en el agregado del gasto real y de compromisos adoptados mientras la economía ucraniana se ha contraído en 40% (Instituto de Economía Mundial de Kiel).


De otro lado, si el inicio de la contraofensiva ucraniana no parece arrolladora y las fuerzas rusas no despliegan aún su armamento aéreo y terrestre más moderno, la nueva etapa de la guerra tiende a arraigar la percepción de que ésta será de muy largo plazo y que ningún contendiente logrará el triunfo total.


En ese marco, la necesidad de logar un cese al fuego y alguna solución pacífica encuentra, cada vez más gestores e intermediarios: desde el Vaticano hasta potencias medianas como Brasil se van sumando a China en empeños singulares aunque sin éxito aún. Esos empeños son acompañados por la ausencia de alineamientos fuertes del denominado “sur global” (que no acompaña las medidas coercitivas aplicadas a Rusia) y la incertidumbre sobre el compromiso norteamericano de largo plazo marcado por las elecciones presidenciales norteamericanas del próximo año.


Perú, siendo una potencia menor alejada del escenario del conflicto, se ha limitado a condenar multilateralmente la invasión rusa y a exigir el retiro de tropas mientras reprueba unilateralmente actos de barbarie como la reciente destrucción de la represa de Kajovka.


Esta posición es débil e insuficiente porque existen intereses nacionales seriamente comprometidos por el conflicto. Los principales corresponden a lo que queda de nuestra inserción en Occidente que merece una mejor gestión (partiendo de un posicionamiento mejor sustentado). Tales intereses se relacionan también con el impacto material y sistémico del conflicto que forma parte de los factores de desaceleración de la economía global registrados por instituciones multilaterales como el Banco Mundial.


Si bien esa entidad reporta una mejora de la perfomance global (desde 1.7% en enero a 2.1% ahora) ésta sigue siendo lenta y por debajo de los niveles de pre-pandemia. Y a pesar del pleno empleo en Estados Unidos y de la reducción del desempleo en la Unión Europea, la perfomance de los países desarrollados será este año de apenas 0.7% y 1.2% el próximo. Ello indica que la demanda externa será insuficiente para asegurar un mayor consumo de las exportaciones de las economías emergentes cuyas dinámicas también registran crecimientos disminuidos y en proceso de decrecimiento (4 % este año y 3.9% en 2024).


En ese contexto, América Latina, a diferencia del repunte de Asia Oriental y Central, crecerá en el 2023 apenas 1.5% y 2% el año próximo año consolidando el peor promedio de desempeño en las últimas tres décadas mientras el enlentecimiento suramericano sería todavía peor (0.8% en 2023 y 1.8% en el 2024).


Si bien el Perú, con una economía mejor ordenada que la de sus pares, los superará en general con perfomances de 2.2% este año y 2.6% el próximo, sus exportaciones dependerán de economías desaceleradas y complicadas por una caída de la economía china (especialmente en el segundo semestre) reflejada en una proyección de 4.6% para el 2024. Si bien las colocaciones peruanas en el exterior crecerían 5% este año y la reducción de la demanda china afectará más al sector agrícola que al minero el impulso para mayor agilidad no será suficiente en el Perú para recuperar niveles razonables de crecimiento.


Si los obstáculos al crecimiento, al desarrollo y al combate de la pobreza se fundamentan no sólo en el conflicto social y la incertidumbre política internos o en el ajuste antiinflacionario y la austeridad fiscal sino en factores externos entre los que se encuentra una guerra “lejana” sin término y en proceso de escalamiento, es evidente que el interés nacional está comprometido por ella.


Mientras algunos sostienen que la contraofensiva ucraniana debe mostrar a Rusia que su agresión “no vale la pena” (Applebaum) y si Zelensky deseaba, en febrero, discutir con Xi Jing Pin su iniciativa de paz, potencias pequeñas como el Perú deben contribuir a ese esfuerzo con iniciativas concretas que, correspondiendo a nuestras preocupaciones, contribuyan a crear un clima apropiado para el cese de fuego y una fórmula efectiva para el término del conflicto. Mejor todavía, si, manteniendo los actuales declaraciones unilaterales, esa iniciativa pudiera articularse con países igualmente afectados.

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