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  • Alejandro Deustua

El Pesimismo Ciudadano Complementa la Inconsistencia de los Candidatos Norteamericanos

Aunque la extensión y complejidad de la campaña electoral norteamericana no ha cambiado en años, el actual proceso tiende a ser percibido por el público no estadounidense como agotador y carente de sustancia.


Entre otros motivos, ello se debe al intenso grado de exposición que los medios de comunicación han otorgado a todo el proceso (empezando por las elecciones y debates de las primarias y cónclaves ciudadanos), a la inconsistencia de los candidatos y al evidente y predominante sentimiento negativo que los partidarios de uno tienen por el otro (además de la hostilidad con que el señor Trump trata a la comunidad internacional).


Si es así, el debate del 26 de setiembre entre la Sra. Clinton y Trump no podía despertar mayor entusiasmo global en un marco de escaso de argumentos, sequía de ideas e indiferencia por el contexto internacional que ambos candidatos mostraron frente a una audiencia global (CNN de por medio).


Es más, los fundamentos de la inconsecuencia y del sentimiento negativo que informó el resultado del debate fueron planteados por Pew Research una semana antes del mismo.


En efecto, ese centro de investigación dio cuenta de que la disposición de los ciudadanos norteamericanos a apoyar a uno u otro candidato está fundada, de manera importante, en la resistencia que tienen por el otro en ambos casos (32% de los que apoyan a la señora Clinton priorizan su sentimiento anti-Trump y 33% de los que apoyan a Trump afirman que lo hacen por oposición a la señora Clinton) (1).


Tal predisposición predominante emerge de otra comprobación: 57% de los entrevistados dicen sentirse frustrados con la campaña y 46% se muestran temerosos (vs 31% realmente interesados y 15% optimistas) según Pew (2).


Ello no quiere decir que los votantes norteamericanos sean indiferentes a los temas que los candidatos presentan (22% en el caso Clinton, 26% en el de Trump) ni sobre cómo los platearían o los llevarían a cabo (32% prefiere a Clinton por su eficacia y 27% opta por las formas antistémicas del “outsider” que es Trump).


Ese relativamente alto índice de preocupación contrasta, sin embargo, con el hecho de que los ciudadanos norteamericanos parecen mucho menos preocupados por la militancia partidaria de los candidatos (3% se aproximan a Clinton por su filiación demócrata y 4% a Trump por su filiación republicana) o por los valores que representan (3% en el caso de Clinton y 10% en el de Trump). Tal indicador es una seña de que el sustento partidista o bipartidista de la política norteamericana –y, por tanto, de la campaña electoral- es subvaluado por el ciudadano.


Y al distanciamiento de éstos con los partidos políticos (lo que favorece a Trump) se suma la displicencia en la valoración de las cualidades personales de los candidatos (apenas 12% votaría por Clinton por su temperamento y personalidad y sólo 19% por Trump porque dice lo que piensa).


Ello no quiere decir que las características personales no sean preocupantes (17% están preocupado por la “deshonestidad” y secretismo de Clinton y 34% por la impredicibilidad y temperamento de Trump), pero estos porcentajes son muy inferiores a los sentimientos de hastío que, en más de 50%, dominan las conductas de los electores.


Este sentimiento pesimista o “negativo” del elector norteamericano contrasta, sin embargo, con el predominante optimismo que han mostrado los mercados de valores y con el fortalecimiento del sistema bancario como signos más visible de la recuperación de la crisis del 2008.


Pero es, sin embargo, convergente con la realidad del incremento de la desigualdad que ese proceso de recuperación ha producido en Estados Unidos (según un estudio del Economic Policy Institute entre 2009 y 2013 el 1% de la población norteamericana aumentó la concentración de la riqueza capturando el 85.1% de los ingresos totales (3)) y con la insuficiencia de la recuperación colectiva, entre otros motivos.


En un contexto de creciente desorden interno en Estados Unidos y en el resto del mundo y de mayor involucramiento de las sociedades en los asuntos de seguridad y defensa, la inconsistencia del liderazgo político norteamericano es un factor de preocupación que trasciende las fronteras de la primera potencia y que sus líderes e instituciones deben poder enmendar.



(1) Pew Research Center: Why voter support -and have concerns about- Clinton an Trump.

(2) IDEM.

(3) NYT The United States of Inequality.


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