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  • Alejandro Deustua

El Interés Nacional y la Ideología en el Vecindario

La categoría “países vecinos” es para casi todos los Estados, una prioridad de política exterior. Ésta depende, con mayor intensidad que en el caso de países geográficamente distantes, de la complementariedad de intereses nacionales y del buen manejo de aquéllos en conflicto.


Pero cuando ideologías antagónicas absorben la definición de esos intereses, el conflicto resultante tiende a desbordar la agenda bilateral y alterar el equilibrio del conjunto de la relación vecinal. Aunque en nuestro caso, sólo dos Estados vecinos se afilian al denominado “socialismo del siglo XXI” y apenas uno de ellos (Bolivia) la ha convertido en quid pro quo de la relación con el Perú, la dimensión geopolítica de esa ideología impacta fuertemente nuestro ámbito inmediato. Especialmente cuando la excéntrica fuente de esa distorsión (Venezuela) tiene proyección regional y atrae al centro suramericano, al estilo de las décadas de los 60 y 70, la influencia revolucionaria caribeña (Cuba).


En ese marco es necesario distinguir la conducta de los militantes de esa ideología.

Así, Ecuador en relación al Perú ha mostrado, hasta ahora, preocupación por diferenciar su interés nacional de la filiación ideológica de su gobierno. Al tanto de los beneficios de la paz derivada de los acuerdos de Brasilia de 1998, ese Estado desarrolla con el Perú una amplia agenda política (relaciones institucionales como las reuniones de gabinete), económica (incremento sustancial del comercio y la inversión), integración fronteriza (ejes viales y desarrollo social) y de seguridad (tareas de desminado). La superada imposición de medidas de salvaguarda devino de un problema macroeconómico antes que de vinculación bolivariana mientras que su posición estratégica no es opaca.


Bolivia en cambio persiste en desconocer sus intereses nacionales referidos a la integración profunda con el Perú y al buen manejo de la relación altiplánica. Deponiendo desde el 2006 su autopercepción integradora (un “país de encuentros”) para devenir en fragmentador nacional y trasnacional, Bolivia ha incrementado su dependencia de los puertos chilenos, de la demanda brasileña de gas y del expansionismo venezolano.


Además de desconocer la importancia del mercado peruano para sus exportaciones (y hasta las facilidades que brinda el Perú para acceder al mercado norteamericano), Bolivia ha abandonado todo interés en las zonas francas de Ilo, postergado la integración física, erosionado el buen manejo de las cuencas altiplánicas y debilitado la cooperación de seguridad. En ese marco se ha embarcado en actividades desestabilizadoras en el Perú potenciando la intervención venezolana en el centro regional.


El marco ideológico en que esta última opera se materializa en la hostilidad del ALBA, el intento de bloqueo de nuestra inserción externa, la alteración de los términos de la integración regional, la complicación de la seguridad hemisférica y el afán de modificar nuestro orden interno y vecinal.


Frente a esta arremetida la respuesta diplomática convencional es ineficiente. La contención del embate desestabilizador debe atenderse mejorando nuestras capacidades coercitivas en el vecindario y articulando asociaciones que reviertan la influencia de los Estados perturbadores en él. De momento, el objetivo debe ser la recuperación del rol del interés nacional en las agendas de los vecinos hiperideologizados.



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