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Alejandro Deustua

El Camino Oriental

En materia de aprovisionamiento militar, la fuente del mismo ha tenido siempre una connotación estratégica por lo menos equivalente a las condiciones de calidad/precio del armamento que se compra.


Así, por razones de alineamiento y costo, el Perú siempre se aprovisionó en Occidente hasta que el gobierno militar de 1968-1975. En un contexto bipolar, esa línea de adquisiciones fue considerada fundamental para definir el tipo de relación de seguridad que el Perú mantenía con potencias convergentes.


Sin embargo, por requerimientos de acceso a armamento sofisticado, el Perú varió su fuente por primera vez en mucho tiempo adquiriendo los Mirage en Francia durante el primer gobierno de Fernando Belaunde luego de que Estados Unidos pusiera obstáculos a la adquisición de aviones de tecnología superior.


A la luz de la tercera posición francesa marcada por el gaullismo, aquello fue un primer punto de inflexión en el alineamiento estratégico peruano de la Guerra Fría. Sin embargo, éste se mantenía en Occidente.


La situación cambió con las compras militares de tanques soviéticos realizadas por el gobierno del General Velasco. Con ello el Estado alteró su inserción externa, se extrajo de la esfera de influencia puramente occidental y fortaleció la política exterior “planetaria” de la “primera fase” (que luego sería modificada). Además, el carácter no alineado de la conducta del Estado compuso un cuadro de poder sui generis en la región.


La calidad del armamento soviético (cuya adquisición formó parte inicial del grave problema de endeudamiento externo) y sus bajos costos operativos añadieron poder real a las capacidades militares del Estado. Y en el agregado algunos podrán justificar los costos del desalineamiento con los beneficios de la tecnología adquirida, la innovación del expertise logístico y de mantenimiento a lo largo de una generación y el acceso a otro tipo de armamentos (que el gobierno de Fujimori pervirtió).


Hoy la decisión de adquirir de tanques chinos implica para el Estado otro salto estratégico. Aunque éste es explicado sólo por la relación calidad/precio y la eventual capacidad disuasiva frente a un interlocutor dado, esa adquisición tiene el potencial de variar la orientación de la inserción del Estado al tiempo que torna más compleja la interoperabilidad interna y la externa (en la medida que la fuente china sea empleada para otras adquisiciones).


Si con la adquisición de armamento soviético el Perú diversificó su política exterior y agregó poder en un contexto bipolar, lo primero pudiera no ocurrir necesariamente con la adquisición de las armas chinas. El rol de China en un emergente escenario multipolar no asegura al Perú la estabilidad ni los beneficios de la inserción consecuente al tiempo que las capacidades en mar y aire podrían ser afectadas por la peculiaridad de la línea de adquisiciones que se ha abierto. Ello a su vez, puede tener un impacto en la predisposición a la interoperatividad con fuerzas occidentales de nuestros institutos armados.


Si luego de finalizada la Guerra Fría la reversión hacia Occidente de nuestras fuentes de aprovisionamiento fue cuestionada por su alto costo económico, hoy esa reversión se orienta hacia la inviabilidad. En tanto lo que está en juego, además de nuestra defensa, es nuestro rol en los futuros equilibrios de poder (asunto distinto a la globalización), estas consideraciones deben ser tenidas en cuenta antes de avanzar por el camino oriental que ha emprendido el Estado.



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