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  • Alejandro Deustua

Default Ad Portas: Algo Más que una Tragedia Griega

Que la Unión Europea tiene una inclinación a correr hacia adelanta en cada crisis es un reiterativo patrón de comportamiento que parece demostrable. Hoy se reitera al mantener un curso de colisión con Grecia sin mostrar voluntad de evitar el conflicto con algún cambio de agenda o de salida honrosa para el país helénico.


El ejemplo mayor fue el apresurado establecimiento de la unión monetaria para adecuar la unificación alemana de 1990.


Tan apresurada fue la profundización de la Unión Europea que, a pesar de sus plazos, no se contemplaron mecanismos de salida ordenada de esa altísima instancia integradora.


Peor aún, luego de la vulneración de las disciplinas fiscales europeas por sus socios (incluyendo a Alemania y Francia, los pilares mayores), la UE pretendió establecer una Constitución que, felizmente, fracasó.


A pesar de ello, se avanzó en la integración replanteando esas disciplinas fiscales pero sin considerar suficientemente las monetarias y, menos las financieras (es decir, las que deben sustentar la oferta y la demanda de crédito) que facilitaron el exceso de endeudamiento de Estados y personas y el entusiasmo de los bancos para que ello ocurriera (de una manera u otra, ése fue el mecanismo que causó la crisis financiera norteamericana del 2008 y también la de latinoamericana de la “década perdida).


Ahora nos encontramos frente a un posible default griego producto de ese encadenamiento perverso. Es verdad que, mediante la política de rescate financiero y extraordinarios recortes fiscales promovidos por la el FMI, la Comisión y el Banco Central Europeo, “se salvó” a Chipre, España e Irlanda. Pero, luego de dos intentos de rescate griego (US 110 mil millones en 2009 para lograr superávits primarios extraordinario que llevaron la deuda a 148% del PBI y otro de US$ 130 mil millones en el 2014 para asegurar similar resultado además de contribuir con Grecia para que pudiera pagar sus cuentas), Grecia y Europa se han encerrado en un “cul de sac”.


En efecto, luego de US$ 240 mil millones gastados, el resultado ha sido una caída del 25% del PBI griego, un trágico desempleo de 26% (que incluye uno juvenil, muy a la española, de cerca de 40%).

Luego de este esfuerzo que Sísifo haría suyo, los griegos podrían ajustarse algo más, se piensa, incrementando los impuestos indirectos (el IVA) y bajando aún más la pensiones, que ya han sido recortadas en alrededor del 40%.


El problema no es sólo la indisposición local a ello sino que los griegos han votado con la izquierda y los “indignados” por no seguir el camino de la “troika” (el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo). En este disparadero se encuentra el Syriza de Alexis Tsipras que ha ganado con la boleta de “basta”.


A pesar de ello, las conversaciones han continuado y los europeos, haciendo causa común, están presionando a Grecia para que acepte, a último minuto, las reformas que se le solicita cambio del dinero requerido para el pago de US$ 1.6 mil millones.


Si esta situación de ultimatum continúa, el próximo mes podríamos estar frente a una moratoria que incrementará la brecha de riesgo de los papeles griegos en relación a los alemanes por encima de 3 mil puntos (en realidad, los licuará en términos de rendimientos) y, a pesar de los “cortafuegos”, debería obligar a establecer detestados mecanismos de control de capitales en Grecia y hasta en la Eurozona.


Argentina ya pasó por lo mismo y no ocurrió gran cosa en Suramérica, se dirá. Pero sucede que Suramérica no está ni financiera ni económicamente integrada como lo está la Unión Europea y la Eurozona (cerca del 80% del comercio total es intrarregional), ni nuestra subregión es responsable de 20% del PBI global sobre la base de productos producidos dentro del mercado común, ni dispone de trabajo móvil o moneda única.


Es decir, los mecanismos de interdependencia que genera la profunda integración europea son, a la vez, factor de trasmisión de sus ganancias y de sus riesgos y pérdidas. En este caso, un default griego expandirá sus efectos por el resto de la eurozona bastante más allá de la pérdida de confianza en el euro, de la fe en la “solidaridad” europea y posiblemente afectará al sistema bancario (especialmente a las irresponsables instituciones que “empujaron” créditos y que ahora desean salvarse sin pagar por ello).


Si la Unión Europea es la potencia que es (en el agregado, estamos frente a la primera potencia económica en el mundo), esa debilidad se añadirá a la precariedad de su crecimiento de este año estimado en 1.5% por el FMI (abril) que tanto le ha costado lograr. El peligro de desaceleración consecuente tiene el potencial para propalarse globalmente (al respecto, quizás el FMI vuelva a corregir sus proyecciones a la baja si no lo ha hecho ya).


Finalmente, a muchos les preocupa que el problema griego incremente las similitudes con la situación existente en la Europa de 1929 en adelante. Ésta es una preocupación legítima en Europa del Este pero no en la del Oeste (en el caso de España, Podemos, que representa a parte de los “indignados” e independientes no sólo no ganó las elecciones sino que no enarbola banderas nacionalistas).


Un problema quizás mayor, sea la situación geopolítica de Grecia, punto de inicio de la Guerra Fría y tan cercana a una Turquía menos democrática y más crítica con la OTAN y con la realidad extraordinaria del califato del ISIS (una entidad política desestabilizadora capaz de generar amenazas mayores en Europa de las que pueda implicar Rusia). Una población descontenta que cree que ha sido sacrificada, un gobierno que percibe que Europa no se ha comportado a la altura y la ya tentada aproximación rusa es un escenario probable. Más improbable pero no imposible es el aprovechamiento del ISIS de la vulnerabilidad griega para hacer algún tipo de demostración en el sureste europeo que esa entidad considera parte de su área de influencia.


Por razones económicas, estratégicas y civilizacionales éstos son problemas de los que América Latina no puede liberarse escudada ni escudada en la neutralidad de antaño ni en la lejanía del escenario geográfico (el traslado la crisis financiera no requieren de ese espacio físico).


Por lo demás, en el Perú, es el Banco Centra el que reporta que la inestabilidad griega ya se siente en la bolsa, pero el Ministerio de Economía no dice nada al respecto. Es hora de que lo haga y de que la Cancillería reasuma el rol de economía política que, gracias a pésimos gestores, ha abandonado.


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