América Latina cierra el año económico con resultados no vistos en un par de décadas. En efecto, según la CEPAL el 2004 termina con un crecimiento regional de 5.5% al que concurren todos los países (salvo Haití), con el decrecimiento de la inflación (7.7%) y un inédito superávit de cuenta corriente y de balanza comercial.
La muy buena perfomance regional, sin embargo, sigue sin proyectarse en la mayoría de los hogares latinoamericanos en tanto el consumo ha crecido poco (4.8% del PBI) y el desempleo ha descendido apenas de 10.7% (2003) a 10% este año. Ello es preocupante porque la intensidad de la dinámica del 2004 probablemente no se repetirá el 2005 que, sin embargo, será bueno. A ello debe agregarse la dimensión de la exclusión económica, determinada menos por el peso de la economía informal –que permite la sobrevivencia de muchos- que por la pobreza, apenas menor en el rango del 43%.
En tanto el motor del crecimiento ha sido el sector comercial –y, específicamente el sector exportador- éste ha sido el principal beneficiado. Ello se ha debido a que el comercio mundial ha crecido notablemente (9%) impulsado por la excelente perfomance de Estados Unidos (4.2%) y el incremento de la demanda agregada china (9.2%). Aunque con menor impacto, Japón con 3.8% ha contribuido al crecimiento global, mientras que la contribución de la Unión Europea ha sido significativa (2.3% incrementándose de 0.9% el 2003) pero proporcionalmente menor.
La referencia externa es aquí fundamental en tanto el crecimiento económico ha estado estrechamente ligado a la bonanza global. La correlación de aquél con el incremento de la demanda de exportaciones regionales y con el incremento del precio de las mismas es casi perfecta. Esa correlación, según la CEPAL, se expresa en algunas características excepcionales: el mejoramiento sustantivo de los términos del intercambio (5.6% que contrasta con el 1.3% del 2003), el superávit de cuenta corriente (1.1% del PBI) y el comportamiento superavitario de la balanza comercial.
En el primer caso, la mejora se debe al hecho de que los precios de las exportaciones crecieron más que el precio de las importaciones –en contraste con la ley definida por la teoría de la dependencia- aun cuando aquéllas se basaran principalmente en el incremento de los precios de las materias primas (y, especialmente, del petróleo). En el segundo caso, el superávit de la cuenta corriente no se explica sólo por el superávit comercial, sino también por el incremento de las transferencias desde el exterior (16.8%). Y en el tercer caso, lo excepcional es que el saldo positivo de la balanza comercial regional se debe a que el incremento significativo de las exportaciones fue complementado por el aumento simultáneo, pero no equivalente, de las importaciones.
Aquí es necesario tener en cuenta que si ésta es la explicación de la bonanza, también lo es de la vulnerabilidad. En efecto, si el incremento de las exportaciones no tradicionales ha sido sustancial debido principalmente a la absorción del mercado norteamericano, el incremento de las exportaciones tradicionales ha sido confirmatorio de la calidad primario exportadora de nuestras economías. Este argumento tradicional sigue tan vigente como hace décadas para explicar la vulnerabilidad regional en tanto una desaceleración del crecimiento mundial (3% el próximo año) contraerá la perfomance regional, afectando de paso los términos del intercambio cuando los precios de las exportaciones empiecen a caer.
Por lo demás, debe tenerse en cuenta que buena parte del incremento del precio de las exportaciones no se debe sólo al incremento de la demanda de las potencias económicas sino al efecto de arrastre que produce el incremento del precio del petróleo. Y, como se sabe, la volatilidad del precio de ese producto ha sido intensísima en el último año debido a factores de inestabilidad estratégica, a la intervención de la OPEP (que acaba de disponer un corte de la producción) y al alto componente especulativo que aquél encierra (según muchos, US$ 15 dólares por barril).
De otro lado, si el incremento de las transferencias desde el exterior es una buena noticia, no lo es tanto cuando esas remesas empiezan a sustituir el flujo de la inversión extranjera hacia la región. Si ésta ha decaido 2.2% cuando América Latina ofrece las mejores oportunidades, debemos preocuparnos por la vulnerabilidad adicional que ello genera. Y ésta se asocia directamente con la absorción asiática de recursos que está secando nuestros mercados.
Además, es necesario considerar que el incremento de las importaciones no se está reflejando en un incremento proporcional del consumo, lo que indica concentración en la adquisión de bienes. Por lo demás, si su nivel desciende, como ocurrirá, su impacto en el decrecimiento de la inflación (la competencia de precios tiende a bajarlos si las importaciones son diversificadas) será menor estimulando a los gobiernos a retomar políticas restrictivas para controlarla en un contexto de incremento de tasas de interés por efecto del comportamiento las tasas norteamericanas.
Ello nos lleva a una observación final: si el crecimiento de la economía mundial está ahora estructuralmente condicionado por el crecimiento norteamericano y el crecimiento de nuestras economías está determinado por éste, la corrección de los extraordinarios “déficits gemelos” en ese país (el fiscal y el comercial que sumados están en el borde del millón de millones de dólares ) terminará afectándonos. Como afectará a las exportaciones regionales una corrección en el precio del dólar cuya devaluación no puede continuar sin poner en peligro la estabilidad de la economía mundial y la competitividad de nuestras exportaciones beneficiadas, hasta hoy, por un dólar barato.
Por ello, es necesario proteger lo ganado. Pero también aprovechar el buen momento para generar desarrollo propio. Para ello se requiere el incremento sustantivo de la inversión regional (que, con apenas 18.8% del PBI, reclama la repatriación de parte del extraordinario volumen de depósitos colocados en el exterior y de esfuerzos para la reorientación de los flujos de FDI que absorbe Asia), una más activa promoción del crecimento del comercio intraregional (que se incrementa insuficientemente) y la mejorar sustantiva de la competitividad latinoamericana (tan requerida de la infraestructura que el proyecto IIRSA debe contribuir a proporcionar).
Adicionalmente, la propensión a sobrestimar la magnitud del cremiento de este año debe ser atenuada. Si bien la CEPAL recuerda que ésta es la primera vez en mucho tiempo que el conjunto de las economías grandes de la región están creciendo, también considera que las que más crecen (Venezuela 18%, Uruguay 12%) lo hacen desde un punto de partida bajo debido a la fuertes crisis padecidas por éstas. Ese puede ser el caso también de Argentina (8.2%) y de Ecuador (6.3% que crece fundamentalmente por mayores exportaciones petroleras en un contexto político-económico complicado). Ello deja sólo a Chile (5.8%) y Panamá (6%) creciendo “limpiamente” por encima del 5%. Perú, que fue líder de crecimiento el 2003, ahora con 4.6%, no alcanza esa categoría.
Ello nos recuerda, que la disposición al crecimiento debe continuar siendo estimulada dentro de marcos sustentables en lugar de sobreacomodarnos a la tendencia a la baja del crecimiento mundial.
Fuente: CEPAL, Balance Preliminar 2004
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