Si el MINCETUR creyó que servía mejor los intereses nacionales facilitando la negociación de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos mediante el retiro inconsulto del Perú del Grupo de los 21 en las negociaciones de la ronda Doha, ese ministerio se equivocó en toda la línea. Esta decisión no sólo ha puesto en cuestión nuestra política multilateral sino que ha revelado una gravísima falla en el proceso de toma de decisiones de nuestra política exterior. Como se sabe, para las pequeñas potencias el ejercicio cooperativo de la política multilateral en espacios que la facilitan -como es el caso de la OMC- reduce los costos de proyección de los intereses nacionales, incrementa la capacidad de influencia de esos estados y mejora los términos de su inserción externa generalmente vulnerable. La naturaleza de estos beneficios es esencialmente política mientras que su optimización depende de la capacidad técnica de los negociadores. Esta premisas básicas de la política multilateral no sólo han sido olímpicamente desconocidas por el MINCETUR sino que éste ha procedido esgrimiendo el inverosímil argumento inverso. Esto es, que en el foro de la OMC se negocia en función de argumentos técnicos antes que atendiendo a intereses económicos que sustentan, mediante el ejercicio del poder, el carácter político de la negociación.
El equívoco del MINCETUR es aún más grave cuando plantea que la negociación bilateral con los Estados Unidos implicaba la necesaria cancelación de nuestra pertenencia al Grupo de los 21. La opción entre una negociación y otra es un falso dilema por varias razones. Primero, porque todo Estado que se precie de ejercer una política exterior económica lo hace empleando, de manera simultánea o alternativa, proyecciones de carácter unilateral, bilateral y multilateral. La opción por uno o varios de estos instrumentos depende de las circunstancias y del foro pero ciertamente no implica la neutralización de alguno de aquellos. Al retirar al Perú del Grupo de los 21, el MINCETUR ha optado por erosionar nuestra capacidad de emplear eficientemente el instrumento multilateral en una negociación esencialmente multilateral.
Por lo demás, esa dependencia estatal no ha tenido en cuenta que en la ronda comercial de Doha la formación de grupos de negociación en función de intereses afines es la norma antes que la excepción. Además de Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, a la reunión de Cancún han concurrido estados que integran el CARICOM (los países del Caribe), del ACP (los países en desarrollo del Asia, el Caribe y el Pacífico) y el grupo Cairns (los grandes exportadores de productos agrícolas subsumidos parcialmente en el Grupo de los 21). Salvo el Perú (y quizás Guatemala y Colombia) ningún país se ha retirado de esos grupos aduciendo que éstos se encuentran excesivamente "politizados".
Y si el MINCETUR ha optado por esa posición cediendo a la presión norteamericana, no sólo ha capitulado frente al interlocutor sino que, al hacerlo, ha anunciado que las posición negociadora frente a esa gran potencia será aún más débil de lo que la asimetría entre las partes señala. En consecuencia, el costo que el país podría pagar por el acuerdo comercial con Estados Unidos se habría elevado innecesariamente.
Como si ello no fuera suficiente, la iniciativa del MINCETUR informada "sólo" a la Primer Ministro marginando inverosímilmente a la Cancillería y, en apariencia, sin el cabal conocimiento del Jefe de Estado, ha puesto en evidencia una gravísima falla del proceso de toma de decisiones de nuestra política exterior. Si un país chico con una política exterior fragmentada está condenado a la insignificancia, un país chico cuya política exterior se decide al margen de su principal responsable (el presidente de la República) y de quien debe ejercerla (la Cancillería como gran ente coordinador), va camino de la feudalización del Estado. Ello es inaceptable y debe ser corregido de inmediato.
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