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  • Alejandro Deustua

Argentina: Una Negociación Heterodoxa

El canje de bonos de la deuda Argentina bajo los términos impuestos por el gobierno del presidente Kirchner ha sido un acto antisistémico que el mercado ya está absorbiendo. Probablemente ello se deba a la necesidad colectiva de no agravar más un ambiente complicado por fuertes desequilibrios financieros globales, al requerimiento de que una economía de la relevancia argentina contribuya al sistema saliendo de la cesación de pagos y a que, a pesar de no tratarse de una negociación strictu sensu, los agentes que intervinieron en el proceso estén contemplando retornos interesantes. En efecto, la aceptación de alrededor de 75% de la oferta bonos argentinos indica que el mercado de capitales ya ha asimilado la reducción del 50% del valor de los papeles irredentos y que el sistema financiero está a punto de convalidar la transacción heterodoxa y la recuperación por Argentina del status de sujeto de crédito.


Ello ocurre a poco más de tres años de declarada unilateralmente la cesación de pagos por el fugaz gobierno interino del señor Rodríguez Saá y luego de que el gobierno argentino planteara el 14 de enero último una oferta -no una negociación- a los tenedores de bonos que caducó perentoriamente este 25 de febrero. Para fortalecer la condición de "última oferta" el swap de bonos antiguos por nuevos fue respaldado mediante una ley del Congreso. En otras circunstancias, los organismos multilaterales habría protestado por términos tan agresivos. En lugar de ello, la banca de inversión de más abolengo participó activamente en la transacción colocando tres tipos de bonos - par, casi par y de descuento- comprometiendo mayores intereses y rendimientos atados a la perfomance Argentina (8.8% de crecimiento el año pasado) para aquellos papeles de menor denominación. El resultado: la reducción de la mitad de una deuda de US$ 81.1 mil millones ( US$ 102.6 mil millones si se suman intereses) puede haber sido una de las más grandes "quitas" de la historia (según otros cálculos le reducción del valor de los bonos ha sido del 70%). Los perjudicados pecuniarios fueron los pequeños inversionistas (sólo en Italia sumaron 450 mil) mientras que el perdedor político fue el sistema financiero internacional cuyas reglas fueron vulneradas (aunque en términos económicos la operación lo favorezca cuando se coteja la balanza de riesgos).


Los ganadores económicos fueron los inversionistas institucionales que primero vendieron bonos argentinos a los pequeños compradores cuando los precios no se habían pulverizado para recomprarlos luego frente a la expectativa de ganar algo más de 30 centavos por dólar más interés y saldos adicionales según crezca la economía Argentina (8% este año). Pero el gran ganador político fue el gobierno argentino que logró salir de una crisis mayor imponiendo sus propias reglas y logrando que éstas sean aceptadas progresivamente, aunque a regañadientes, por la comunidad internacional.


La justificación del gobierno argentino para proceder de esta manera es sencilla: los organismos internacionales fueron co-rresponsables de la quiebra del país apadrinando una irracional "convertibilidad "(la fijación del peso al dólar en condiciones paritarias), Argentina perdió entre el 15% y 20% de su PBI con la crisis, la ciudadanía se empobreció (el nivel de pobreza alcanzó a cerca del 40%), el desempleo cundió (18%-20%) y los capitales fugaron (según algunas fuentes, US$ 150 mil millones) . Bajo estas condiciones, la capacidad de pago del país es muy limitada a pesar del crecimiento de 8.8% el año pasado y el logro de un importante superávit primario. Por lo demás, la deuda en cuestión es sólo la de bonos, no la contraída con Estados ni organismos que sumada a la de los papeles canjeados, sigue superando los US$ 100 mil millones. Es más, se adujo, los bonistas ya habían capitalizado fuertes utilidades con anterioridad a la crisis.


Los bonistas, a su vez, argumentaron que éstos no son argumentos financieros, que los bonos habían cambiado de manos y que, bajo las actuales condiciones económicas, Argentina podía pagar más. Este fue el caso de los tenedores italianos de 15.1% de las obligaciones argentinas. Sin embargo, apretados por los plazos y frente a la expectativa de obtener beneficios de largo plazo en lugar de nada, los bonistas argentinos titulares del 34% de los bonos entraron al canje progresivamente hasta llegar al 97% de su parte. El apremio cundió y los bonistas extranjeros (10.3% de suizos, 9% norteamericanos, 5.1% de alemanes, 3.1% de japoneses y 1% holandeses, luexemburgueses e ingleses y la asociación que dice representar acreencias por US$ 40 mil millones) siguieron la pauta en proporciones que se estiman extraoficialmente en 65% del total. El promedio de 75% (el "alto porcentaje" exigido por el FMI) se logró, hasta ahora, oficiosamente.


Éste, sin embargo, todavía de ser reconocido por el Fondo y el Grupo de los 7 para decretar oficialmente el término de la cesación de pagos. Aunque el presidente Kirchner ya declaró el fin del "default", el FMI podría aún resistirse para obligar a Argentina a negociar los términos de su vinculación con el Fondo (con el que tiene una deuda de US$ 11 mil millones) mientras que el G7 podría complicar el reconocimiento bajo la presión de Italia (cuyo gobierno que llegó a presentar una protesta oficial a su par argentino) y del Japón (que en algún momento prefirió no recibir más a representantes financieros platenses).


Aunque este riesgo es real en tanto el sistema financiero no querrá que la experiencia Argentina siente precedente, es improbable que se concrete teniendo en cuenta la consolidación de la transacción y sus ventajas específicas: Argentina ya salió de facto de la situación de cesación de pagos, ha reordenado sus débitos (152 tipos de bonos se han converudo en 3), ha reafirmado su compromiso con el pago de la deuda externa una vez producida la "renegociación" y está saliendo de la crisis económica con notable éxito. Por lo demás, Argentina está en posición transitoria de no apurar una negociación con el Fondo. El sistema, en consecuencia, querrá minimizar sus pérdidas, convertir en éxito lo que ha sido una derrota y tomar cuanto antes medidas precautorias para evitar que la iniciativa Argentina pueda replicarse.


La región se beneficiará del progreso económico argentino si la negociación sobre tarifas con empresas extranjeras, que es el siguiente rubro de la agenda, no enturbia más el ambiente. Pero, a la luz de lo sucedido, no es improbable que los mecanismos coactivos del sistema compliquen negociaciones futuras que impliquen recorte de la deuda externa para otros países en desarrollo. Aunque la sintomatología de este caso difiera de la peruana de la segunda mitad de los 80, el sistema financiero una vez afectado absorbe el pasivo primero y luego tiende a reforzar la aplicación de sus reglas. Ésta es la tendencia del régimen. Probablemente ésta se intensifique en relación a países intermedios teniendo en cuenta, además, que el consenso existente sobre condonación de obligaciones a los países altamente endeudados puede haber llevado al límite la disposición concesional del régimen. Por lo demás, de momento, nadie está siguiendo el camino argentino. Esa situación podría, sin embargo, cambiar.

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