19 de noviembre de 2024
Como corresponde a un denso proceso decisorio, a la participación de múltiples y pesadas burocracias y a la ausencia circunstancial de fuertes disrupciones adicionales en un escenario conflictivo, la “semana de líderes” del foro APEC culminó con éxito en Lima.
La medida de ese logro es estimada por la Cancillería en función dos indicadores principales también procesales: el “rescate del consenso” (que no se refiere a un mejor resultado sino a la superación de posiciones opuestas lograda en base al mínimo común denominador) y al logro de un récord de documentos acordados (“once declaraciones, cinco documentos ‘técnico-políticos’ y tres compromisos no vinculantes”).
Entre ellos destaca la reposición en la agenda APEC del estudio de un acuerdo de libre comercio para el conjunto de las 21 economías del foro (la Declaración de Ichma) implícita en los Objetivos de Bogor (que no se cumplieron plenamente a pesar de varios acuerdos de libre comercio subregionales) y la inclusión en la agenda APEC del problema de transición de las economías informales a la formalidad (la Hoja de Ruta de Lima) que, en realidad, debiera complementar esfuerzos de entidades multilaterales de fomento y financiación del desarrollo. Estos acuerdos, como el resto del foro APEC, no son vinculantes.
El sustento de este resultado es el gran crecimiento de las economías del Pacífico (mucho más las asiáticas que las latinoamericanas) y su mayoritaria participación en el mercado global (generadora potencial de gran influencia). De ello se margina la discusión de temas críticos (el foro no discute temas “disfuncionales”).
Pero ocurre que entre los más disruptivos y peligrosos temas críticos destacan los múltiples conflictos entre los propios miembros de APEC sean éstos de carácter sistémico (la contienda entre Estados Unidos y China), regionales de proyección global (la guerra entre Rusia -que es miembro del foro- y Ucrania) o los conflictos limítrofes que China sostiene expansivamente con sus vecinos costeros. Entre esos temas destacan también el proteccionismo, el recurso unilateral a medidas coercitivas, de subsidios y otras distorsiones del comercio además de la fragmentación del escenario del Pacífico en bloques y zonas de influencia. Sólo algunos de estos temas fueron tratados rápida y tímidamente en pasillos. Tales son los pasivos de la APEC.
De otro lado, en los márgenes de tanto pudor para el trato de asuntos vitales para los miembros de esa entidad, surgió de manera absorbente y cuasi-monopólica, el trato bilateral entre una potencia mayor (China) y otra menor (el Perú) en torno a la inauguración del puerto de Chancay. El recato que caracteriza las formas APEC brilló aquí por su ausencia engalanado por una visita de Estado con la que China quiso demostrar la potencia de su mayor red de influencia: La Franja y la Ruta. Oliendo el éxito nuestra diplomacia tomó parte activa en este fulgor cuando hubiera bastado una visita oficial china teniendo en cuenta que la plana mayor de Cancillería ya se había trasladado antes a Pekín para cerrar el trato correspondiente.
Y en lugar de afrontar el acontecimiento con una visión de balance a partir de nuestro principal ámbito de arraigo (el Hemisférico), entusiastas funcionarios y ex -oficiales prefirieron la desmesura señalando la vía de un nuevo alineamiento con China en momentos de incierta de transición del sistema internacional.
Al respecto, los funcionarios prefirieron no tomar nota de que China es también el centro del dominio portuario y del transporte marítimo globales cuando el 80% del comercio global se realiza por mar, que su despliegue marítimo tiene una fuerte dimensión militar, que esa potencia está en plena competencia por el predominio naval con nuestro segundo socio comercial (Estados Unidos) quien absorbe la mayor parte de nuestras exportaciones de valor agregado y es el primer inversionista mundial.
Ello ocurrió cuando aún resta aclarar si la característica “privada” otorgada al acuerdo portuario sino-peruano es apropiada cuando una de las partes es una empresa estatal directamente vinculadas a la dirigencia del Partido Comunista chino, si la concesión de exclusividad de los servicios del puerto debe entenderse para todo efecto (como desea Cosco), si las instituciones regulatorias peruanas podrán ejercer plena jurisdicción o si las facilidades de las Zonas Económicas Especiales (ZEE) ligadas al puerto tendrán grados extraordinarios de liberalidad (entre ellas, la tributaria).
Olvidando que la contienda proteccionista entre China Estados Unidos y la Unión Europea puede impactar al puerto, a la ZEE y al Perú (un importante miembro de la futura administración Trump sostuvo que Estados Unidos podría imponer a los productos que se originen en ese puerto el mismo arancel que a aplicará a China (60%)), nuestros funcionarios optaron por ejercer la “carta soviética” como ocurrió, en materia militar, en los años del 70 del siglo pasado (y que hoy sigue teniendo un costo para la defensa nacional). Y parecieron también optar por la actual convergencia sino-brasileña.
En todo caso ello no debió ocurrir otorgando una preeminencia de trato a China que minimizó el contacto con Estados Unidos, Corea del Sur (de gran importancia en materia de seguridad), Japón (de extraordinaria capacidad de inversión externa y de transferencia tecnológica) o Australia (un socio-anglosajón de gran capacidad minera). Y menos olvidando que Chancay tendrá un costo que será cobrado de una manera u otra.
Ese cobro ocurrirá al margen de la aproximación “civilizatoria” con que el presidente Xi saludó al Perú basándose en su fundamento pre-colonial pero olvidando que nuestro país es hoy mayoritariamente mestizo, que habla español y cuya población es prioritariamente católica y que la China contemporánea se asienta en bases marxistas (que el Partido Comunista del presidente Xi ha retomado) y nacionalistas.
Si el Perú necesita desarrollo -y también evolución portuaria en el sur, el centro y el norte- nuestros funcionarios y agentes debieron ser más previsores en esta materia promoviendo mayor participación, nacional o extranjera, en el emprendimiento.
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