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  • Alejandro Deustua

Virtudes y Riesgos del Planteamiento de "Unidad en la Diversidad"

El planteamiento de "unidad en la diversidad" esgrimido por los presidentes andinos para salvar una negociación entre una entidad en crisis permanente, como la Comunidad Andina, y la Unión Europea refleja más una realidad fragmentada que una disposición reorganizadora.


Es más, el recurso instrumental a esa calificación tiene una dimensión política que las autoridades andinas no parecen haber evaluado adecuadamente. En efecto, la frase "unidad en la diversidad" es en realidad un status que puede definir la organización de federaciones, confederaciones o regímenes de integración. Pero éste también puede ser empleado para disfrazar la voluntad o inercia desintegradora de un Estado, de una asociación política o de una comunidad económica.


En los casos de organización de Estados, la condición política de "unidad en la diversidad" suele ser producto de un planteamiento que protege la inicial autonomía de los miembros de una entidad mayor, que contrapesa el poder del gobierno de una comunidad y que se sustenta en principios plenamente compartidos por las unidades integrantes.


En el caso de una federación, esto es lo que ocurre con Estados Unidos, Argentina o Brasil. En el caso de una confederación, el ejemplo más claro es el de Suiza (la Confederación Helvética) que terminó adoptando una constitución federal.


Ciertamente ese tipo de entidades políticas puede organizarse mediante una decisión constituyente que procure, por ejemplo, la mejor gestión de un territorio complejo. Pero para que las entidades federadas sobrevivan se requiere la preexistencia de unidades políticas que tengan conciencia de su identidad y autonomía, que lo expresen en una cierta tradición política y que el gobierno federal sea suficientemente representativo y cohesivo para mantener la unidad del Estado


En los casos de organizaciones de integración, la condición de "unidad en la diversidad" es más bien propia de procesos de integración económica y políticamente avanzados. Éste es el caso de la Unión Europea que hoy vuelve a plantearse la necesidad de un tratado general que reemplace a la Constitución derrotada en las urnas en Francia y Holanda.


En cambio en los casos estatales en los que opera la dimensión fragmentadora de la tipología "unidad en la diversidad", se suele encubrir o generar tensión incontrolada dentro de Estados a través de la presión de múltiples agentes que plantean demandas divergentes.


Estos casos pueden verse en los actuales afanes constitucionales bolivianos o en los peligrosos planteamientos "multiculturales" de ciertos grandes Estados occidentales.


En estos últimos, la creciente influencia de las "minorías" soslaya los problemas de asimilación de las comunidades de migrantes a la vida cívica y cultural del Estado que los recibe. Y también muestra la debilidad del Estado receptor para promover activamente la asimilación y para reclamar condiciones básicas de comportamiento como son conocer la lengua y respetar las leyes del lugar.


En el caso boliviano, la influencia desmedida de los grupos "altermundistas" y la influencia divisiva de la condición étnica en la política ha intensificado las fuerzas fragmentadoras en un Estado que ha adoptado mal la política de "unidad en la diversidad". En torno a esas cuestionables influencias las autoridades bolivianas han planteado a la precaria Asamblea Constituyente reconocer la autonomía de una treintena de "naciones originales" cuyos poderes políticos serían equivalentes a los de las contenciosas autonomías regionales.


Esta receta "multinacional" es perfecta para la fragmentación de un país económicamente débil, institucionalmente desorganizado y políticamente polarizado. Sin embargo, el ánimo "refundador" de sus autoridades pareciera preferir ese riesgo (que trasciende al ámbito nacional) en aras de la excepcionalidad y de una "diversidad" que recurre tanto más al mito que a la realidad.


No es de extrañar entonces, que la indisposición del gobierno boliviano a buscar una mejor inserción en el mundo haya empujado a los países andinos a emplear, con vocación fragmentadora antes que reorganizadora de la integración subregional, la tipología de la "unidad en la diversidad" en las relaciones internacionales. El escenario de prueba será la negociación con la Unión Europea. Los riesgos de ese planteamiento están a la vista.



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