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Alejandro Deustua

Perú y Ecuador: Distorsión Perceptiva e Intereses Convergentes

29 de Noviembre de 2006



Los comentarios descalificadores indirectamente intercambiados por la Ministra de Comercio Exterior del Perú y el presidente electo de Ecuador son un ejemplo de lo que lo no que debe ocurrir entre agentes de gobierno de Estados vecinos.


Y menos si el impacto potencial de los mismos en la relación bilateral, de integración y de inserción externa de ambos Estados es una función de la sensibilidad de una relación cuya conflictividad ha costado enormemente superar. Si aquéllos deben evitarse también deben prevenirse a través de un mejor control de la política exterior de ambos países cuya dimensión descentralizada se ha incrementado exponencialmente en los últimos 15 años. Pero, a pesar de su imprudencia esos comentarios, revelan una verdad que los gobiernos de Perú y Ecuador deberán manejar con mayor prolijidad en el futuro. En efecto, el presidente electo Rafael Correa aparentemente llevará a su gobierno una visión restringida de la integración que tiende a privilegiar políticamente el escenario latinoamericano. El Perú, en cambio, implementa una política de integración que, priorizando el ámbito regional, incorpora intensamente la relación económica y política con interlocutores externos. Si estas aproximaciones a la integración tuvieran una traducción geopolítica podría decirse que la dicotomía entre un Estado “continental” y otro de vocación parcialmente “marítima” estaría calificando la relación ambos países. Si estas percepciones no corresponden exactamente a la realidad “marítima” del Ecuador y al fundamento “continental” del Perú, la pregunta que deben platearse sus gobernantes es qué pueden hacer éstos para minimizar esa brecha cognitiva y cómo lograr que la tendencia a generar intereses en conflicto se atenúe para concentrase en la realización de intereses complementarios.


Para empezar diremos que, en el campo de las relaciones bilaterales esa dicotomía no debiera plantearse teniendo en cuenta la complejidad creciente de los intereses definidos y realizados conjuntamente por Perú y Ecuador desde 1998. Los ámbitos de la integración fronteriza (sustentada en un acuerdo tan exitoso como carente del financiamiento externo prometido), del comercio y la inversión bilateral (que ha multiplicado los intercambios favoreciendo más al empresario ecuatoriano) y de seguridad (que ha generado confianza con hechos concretos como las campañas de desminado) prueban el punto. A ello debe agregarse la declarada voluntad peruana de implementar los tratados de paz de 1998. Si la prueba fáctica quisiera ser desmerecida por percepciones distorsionadas, los gobernantes deben corregir sus puntos de vista o ser asistidos para que ello ocurra. En el ámbito de la integración subregional, las percepciones exteriorizadas por miembros de los gobiernos respectivos (los de la Ministra de Comercio Exterior y la del presidente electo) tienden, en cambio, a ser convergentes por diferentes motivos. La primera parece otorgar sólo utilidad instrumental a la CAN (como mecanismo de negociación externa) y el segundo parece no dispuesto ni siquiera a eso (su utilidad como mercado se habría diluído por la negociación externa). A pesar de la convergencia, ni uno ni otro tienen aquí toda la razón. La Ministra de Comercio Exterior debe reconocer que si el mercado andino es pequeño para las exportaciones peruanas, éste absorbe gran cantidad de valor agregado y que si sus instituciones han perdido capacidad ello ha ocurrido por sobrestimación de sus funciones (que es necesario corregir “hacia abajo”) y por incumplimientos. De otro lado el presidente electo de Ecuador debe reconocer que la integración subregional ha practicado desde finales de los años 70 del siglo pasado una definida vocación externa y que ese mercado le sigue siendo más útil que el del MERCOSUR que todavía le es complementario. Con un agregado: si los términos del intercambio son hoy más favorables a los países andinos la posibilidad de hacer uso de ese mercado de escala es mayor y más consistente que lo que aporta un mero alineamiento ideológico. Finalmente, la Ministra de Comercio Exterior debe comprender que sin Ecuador (una vez automarginada Venezuela) la posibilidad de negociar un acuerdo de asociación con la Unión Europea se debilita medularmente. Por lo tanto, su labor debiera ser la de cultivar la presencia de Ecuador en la CAN antes que la de criticarla. Y el presidente electo ecuatoriano debe comprender que la incorporación al MERCOSUR al margen de la CAN dejará a su país expuesto a la disposición unilateral de Estados Unidos y de la Unión Europea de facilitar o no el acceso a esos principales mercados. Si los gobiernos de Perú y Ecuador desean garantizar a sus ciudadanos bienestar, no es por el camino del conflicto o la divergencia ideológica que lo van lograr. Por lo tanto deben ajustar hacia el lado de la convergencia sus puntos de vista.

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