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  • Alejandro Deustua

NO-AL: Una Cumbre Desbarrancada

20 de Setiembre de 2006



Cuando, en 1979 se realizó la VI Cumbre del Movimiento No Alineado en La Habana bajo presidencia cubana, esta organización perdió su esencia al tolerar el alineamiento con uno de los dos polos de poder de cuya gravitación sus miembros pretendían alejarse. Hoy, el mismo Movimiento NO-AL se vuelve a reunir en Cuba bajo el liderazgo desfalleciente de la misma dictadura comunista que condujo a la organización a la irrelevancia política hace un cuarto de siglo.


En lugar de renovarse siguiendo el cambio del sistema internacional, los 50 Jefes de Estado concurrentes entre los 141 miembros del NO AL, han producido en su XIV Cumbre habanera un par de documentos que definen su actual desorientación.


El primero de ellos es una declaración de principios en la que se pretende revivir el espíritu original del Movimiento sin entender que los motivos anticoloniales y reivindicativos de la Guerra Fría han desaparecido. En efecto, cuando un grupo de países asiáticos y algunos africanos concurrieron a la Conferencia de Bandung en 1955 los principios autonomistas que se afirmaban entonces emergían a la sombra de la incierta independencia de los Estados involucrados en el proceso de descolonización de la post-guerra. Dichos Estados se encontraban, a la vez, bajo la dura presión del sistema bipolar de la época. América Latina, que crecía aceleradamente bajo gobiernos anticomunistas, no participó en la génesis del Movimiento. Cuba lo hizo recién en 1961 durante la primera Cumbre de Belgrado pero sin asumir aún un liderazgo. Posteriormente, cuando el Movimiento fue encontrando una mayor personalidad política que intentaba diferenciarse de los centros de poder esbozando un planteamiento de seguridad, desarrollista y reivindicativo que se canalizó, parcialmente, a través del Grupo de los 77, el foro tercermundista evolucionó hasta conformar una verdadera plataforma de poder.


Para ese entonces, Estados como el peruano gobernados en torno a posiciones “antidependentistas” y “terceristas” (“ni comunistas ni capitalistas”), encontraron en esa institucionalidad el terreno ideal para ejercer una diplomacia multilateral (la “diplomacia planetaria”) cuya gran influencia inicial, sin embargo, carecía del poder que la sustentara adecuadamente. De allí que el Perú encontrara en la convergencia con los países exportadores de petróleo del Movimiento (la OPEP), que se habían topado con un extraordinario poder económico a costa de las crisis de 1973 y 1979, una base de sustentación de su extraordinaria influencia. Cuando ésta se debilitó, la influencia peruana se desvaneció con un agravante: la crisis económica inducida por la OPEP, las multinacionales del ramo y el sistema financiero, postró al Perú –y al resto de los países latinoamericanos- al punto de la indefensión. Así, si en 1974 la conferencia Norte-Sur de París mostró la debacle de las reivindicaciones sistémicas de los países en desarrollo frente a los desarrollados, hacia finales de esa década América Latina –como el resto de los miembros del NO-AL- había perdido toda capacidad de negociación y de autoprotección frente a la crisis de la deuda que explotó en México en 1982.


De esta manera, la “militancia no alineada” que nos condujo al conflicto Norte-Sur (antes que al “diálogo Norte-Sur” como quería la UNCTAD) terminó en la reforma económica liberal impuesta por las circunstancias, el cambio de época y la presión externa. La dependencia combatida se incrementó para luego mutar en interdependencia asimétrica en el ámbito de la denominada globalización actual.


Sin embargo hoy, sin haber aprendido la lección y en el mismo escenario vetusto de La Habana castrista, los 141 miembros del NO AL parecen dejarse manipular por nuevos liderazgos encaramados en el pasado. Venezuela e Irán entre ellos. Éstos, llenos de retórica inútil y desorientada, acaban de producir un Documento Final de 280 puntos que ni sus autores han sido capaces de explicar. Mientras tanto, los nuevos líderes antisistémicos aprovechan su esporádico boom económico (los petrodólares venezolanos) y de desafío nuclear (el caso de Irán) para autodesignarse como representantes de los pobres en foros que merecen otra suerte (p.e., la Asamblea General de la ONU donde el señor Chávez acaba de hacerse cargo de una función de antinorteamericanismo circense).


Si el Movimiento NO AL desea ser útil, debe sacudirse de la impronta cubano-venezolana, replantearse los términos del desarrollo y de la seguridad en cooperación con los países desarrollados y promover el progreso de sus miembros antes que devolverlos a un pasado tan empobrecedor como patético.

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