19 de abril de 2006
A pesar de que el incremento del precio del petróleo (casi US$ 72 por barril) ha suscitado la alerta del FMI, de que lo desequilibrios de la economía global han llevado a esa institución a reclamar un realineamiento de los tipos de cambio y de que el boom de bienes raíces en Estados Unidos empieza a desinflarse, el pronóstico del organismo multilateral sobre la economía mundial para el 2006 y el 2007 es fuertemente optimista.
Con estimados de crecimiento global de 4.9% y 4.7%, respectivamente, las proyecciones para estos años contrastan fuertemente, sin embargo, con las que estima la CEPAL (3.5% para el 2006). La diferencia de proyección entre ambos organismos multilaterales (1) es tan grande y el optimismo que reflejan ambos es tan evidente que, antes que a errores de cálculo, deben ser éstos atribuidos a divergencias metodológicas. Aún así, la disparidad genera incertidumbre dado que ambas instituciones pertenecen al sistema de Naciones Unidas.
No obstante, teniendo en cuenta esta disonancia, adoptaremos circunstancialmente acá las cifras de la CEPAL en tanto para este organismo América Latina y el Caribe es su específica materia de estudio. Según la CEPAL, la región crecerá este año 4.6% y el siguiente 4% en consonancia con la extensión del ciclo expansivo mundial y con su lenta desaceleración. Esta característica del crecimiento parece compensada con la reincorporación de Japón como motor de la economía global (un crecimiento consolidado que supera el 2.5% y se acercaría al 3%) acompañando a la locomotora principal, Estados Unidos, con una tasa de 3% y China (9%). La contribución de la Unión Europea mejora en este panorama (entre 1.5% y 2%) pero es aún insuficientemente, mientras que el Sudeste Asiático aporta un impulso regional de entre 5% y 6%. En este proceso el comercio internacional duplica la tasa de crecimiento del PBI global y supera el aporte de la inversión. Esta última disminuye en Estados Unidos, se muestra aún débil en la Unión Europea mientras que en China sí empareja la actividad del sector externo.
Es este punto el que nos concierne en tanto el crecimiento del Perú se fundamenta esencialmente en el crecimiento de las exportaciones y de la demanda interna pero todavía no, de manera sustantiva en la inversión. De allí la necesidad de mantener la estructura macroeconómica que sustenta el crecimiento local y de mejorarlo intensificando la inserción externa a través de instrumentos como los acuerdos de libre comercio con mercados principales como el norteamericano y luego, el europeo. Éstos asegurarán ingreso de divisas, generación de empleo y debieran incrementar el rol la inversión en el crecimiento nacional.
Esta apreciación es válida para el conjunto de los países andinos que tendrán un crecimiento este año de 5.7% fundamentado aún en el dinamismo exportador. Si bien éste es superado por el de los países del Cono Sur (6.5%), es mayor que el centroamericano cuya tasa de crecimiento es menor debido a términos de intercambio negativos (especialmente debido a las importaciones de petróleo) que la apertura del mercado norteamericano aún no puede superar.
El gobierno que asuma el poder este 28 de julio no podrá arriesgar esta dinámica con políticas excéntricas si no desea trasladar el costo de la desaceleración inicial del dinamismo al sector social. Esa alternativa produciría un mayor frustración de expectativas que además de cancelar oportunidades de progreso podría generar inestabilidad mayor y convulsión política.
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