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  • Alejandro Deustua

La Ronda Doha: Una Nueva “Ventana de Oportunidad”

20 de Diciembre de 2006



El Director General de la OMC, Pascal Lamy, considera que el próximo año podría culminar la Ronda Doha (llamada Ronda del Desarrollo) lanzada el 2001 en Qatar.


Suspendida ésta en julio pasado en medio del desentendimiento general, la OMC registra ahora una “ventana de oportunidad” abierta por el apoyo de los países de la APEC, del Grupo Cairns y de otros Estados. Ello ha llevado a que en noviembre, en Ginebra, se convocaran a conversaciones informales de los grupos de negociación para progresar cautelosamente sin forzar la mano de nadie.


Ese impulso político, sin embargo, debe aún reflejarse en flexibilidad de las economías y agrupaciones más poderosas como Estados Unidos, la Unión Europea, Brasil o India para que, según Lamy, el relanzamiento de la Ronda tenga alguna posibilidad de éxito (1). Ese tránsito debe verse concretamente en las áreas de agricultura (el capítulo más contencioso) y en otras como las no agrícolas (NAMAS), servicios, reglas antisubsidios y desarrollo entre los más de 20 tópicos que planteó la convocatoria de la Ronda Doha a principios de siglo.


Sobre cada uno de esos capítulos de negociación deberá obtenerse un consenso (no una votación mayoritaria) regido por el principio de “single undertaking (“nada estará acordado hasta que todo esté acordado”). Pero, aunque ello implica interconexión negociadora de todas las áreas, la estructura del proceso gira en torno a lo que Lamy denomina “la catedral”: subsidios a la producción y exportación agrícola y aranceles a productos agropecuarios e industriales. Como es bien conocido, la Ronda se suspendió en julio en tanto no hubo acuerdo en los primeros dos puntos.


Pero así como se han reabierto las posibilidades de éxito en la Ronda Doha, los riesgos de fracaso se han reactualizado. Éstos conllevarían un mayor desprestigio del multilateralismo en épocas de deterioro de ese tipo de política (incluyendo la anulación del compromisos de eliminar los subsidios a las exportaciones agrícolas el 2013), a un mayor recurso al bilateralismo o plurilateralismo comerciales (que tienden a discriminar a terceros y a incrementar el énfasis en acuerdos de libre comercio que se consideran complementarios pero no sustitutos del proceso de apertura global y de las reglas multilaterales) y a la facilitación del unilateralismo (que puede expresarse tanto en mayor proteccionismo defensivo como en aplicación arbitraria de normas coercitivas o derechos compensatorios).


Por lo demás, en caso de fracaso la denominada Ronda del Desarrollo no sólo no generaría los beneficios esperados del incremento del intercambio comercial a las economías menos avanzadas sino que entorpecería su acceso a nuevos mercados, impediría la aplicación de normas que reducen el peso de las economías más desarrolladas en el orden comercial global y mermarían el ejercicio consecuente de los derechos de los más pequeños en la OMC (Lamy recuerda que, desde 1995, han sido los países en desarrollo los que más han recurrido a los mecanismos multilaterales de solución de controversias).


En este marco, el efecto pernicioso de los subsidios agrícolas permanecería a pesar de la apertura que se pacte entre países o grupos de países (p.e. el TLC suscrito por el Perú con Estados Unidos o el que negocien la CAN con la Unión Europea).


Sin embargo, el costo correspondiente en empleos, bienestar e ingreso nacional de la Ronda debe medirse también en función del efecto de la Ronda Doha en la reducción de la pobreza y la pobreza extrema globales (éste último no sería significativo según un estudio del Banco Mundial).


Y, si es evidente que una mayor liberalización del comercio favorecería un crecimiento del valor de las transacciones, debe recordarse que en el 2006, sin acuerdo Doha, éstas se incrementaron por encima de la tasa del 2005 (aunque luego de una desaceleración el 2004). En efecto, para ese año (el último que la OMC reporta en su informe del 2006) el incremento del valor de las exportaciones mundiales de bienes fue de 6% (mejorando el promedio registrado entre el 2000 y el 2005).


En ese año la tasa de expansión de las exportaciones manufactureras fue de 7%, la de los bienes agrícolas de 5.3% y la de los minerales de 2.1%. El valor global de esas exportaciones fue de US$ 10.2 trillones (doce ceros o billones de billones donde cada billón equivale a un mil millones) mientras que el de servicios ascendió a US$ 2.4 trillones (2).


Además debe considerarse que el incremento del bienestar que se deriva de ese valor global, se refleja con mayor intensidad en las regiones con mayor interdependencia. Así, las exportaciones intraregionales de la Unión Europea alcanzaron el 73.2% del total en el 2005, mientras que las de Norteamérica ascendieron a 55.8% y las de Asia subieron a 51.2%. En cambio las exportaciones intraregionales de Suramérica y Centroamérica ascendieron sólo al 24.3% del total.


Tales niveles de vinculación dicen mucho del alto bienestar en Europa, Estados Unidos y Asia y del menor bienestar en Suramérica y su correlación con los niveles de integración. Ello indica que la integración suramericana, siendo indispensable, sigue siendo muy ineficiente, que tiene un techo alto para crecer y que, mientras tanto, es necesario incrementar la interdependencia con Norteamérica, la Unión Europea y Asia.


Si a ello puede ayudar la Ronda Doha, los suramericanos deberían preocuparse un poco más por su éxito.

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