Japón: Nacionalismo y Regionalismo Emergentea
- Alejandro Deustua
- 4 sept 2009
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Aunque el cambio de gobierno en una gran potencia puede alterar el contexto pero no el sistema internacional en el corto plazo, este último puede ser modificado sustancialmente en el mediano plazo si la naturaleza o las condiciones del poder que el Estado en cuestión ejerce se modifican sustancialmente. En un escenario de gradual cambio sistémico como el que vivimos, éste puede alterar su curso o velocidad si el gobierno en una gran potencia reorienta su proyección externa del escenario global al regional y modifica sus capacidades al respecto.
Esta situación podrĆa producirse como consecuencia de la derrota del Partido Liberal DemocrĆ”tico en Japón ante el Partido Demócrata liderado por Yukio Hatoyama, el futuro Primer Ministro de la hasta hoy segunda potencia económica del mundo en la medida en que Ć©ste haga lo que predica.
De acuerdo a una publicación suya (New York Times, 26 de agosto de 2009), Japón recusarĆa el proceso de globalización que Ć©l considera liderado por Estados Unidos y priorizarĆa su inserción en Asia. AquĆ©l, calificado de deshumanizante, destructor de las economĆas locales y de sus tradiciones y responsable directo de la crisis económica, sufrirĆa un embate adicional en beneficio del regionalismo al margen de la consideración que merezcan esos calificativos.
Aunque privilegiando la cooperación orientada por el principio de āfraternidadā extraĆdo de la Revolución Francesa, ello ocurrirĆa en un contexto accidentado en tanto el nacionalismo serĆa su fuerza locomotora, la mejor inserción en Asia el aspecto principal de la recuperación de la identidad japonesa y la contienda entre potencias mayores (la emergencia de China y la decadencia norteamericana) su contexto sistĆ©mico.
Este cambio no estarĆa exento del conflicto regional que el SeƱor Hatoyama reconoce como propio de las contiendas de intereses y de la redistribución de poder intra-asiĆ”tica. Ćste podrĆa ser mitigado por la creciente interdependencia económica en ese continente como por un proceso de integración que, a la luz de los desequilibrios existentes, serĆa posible apenas en una dĆ©cada.
Ese proceso, sin embargo, ya no partirĆa del peldaƱo bĆ”sico de una zona libre comercio, sino que apuntarĆa a la consolidación de un medio de cambio comĆŗn que debe reemplazar al dólar. Para asegurarlo, ello debe ocurrir en un marco de crecimiento consistente con la perfomance de las economĆas asiĆ”ticas de la postguerra y de un apropiado esquema de seguridad.
Esta programa regionalista no parece adecuadamente equilibrado por compromisos equivalentes en el Ć”mbito global salvo por dos consideraciones extrarregionales. La primera refiere que los principios que ilustrarĆ”n la conducta japonesa, especialmente en el Ć”mbito de la integración, provienen de los que orientaron la organización de la Unión Europea. La segunda asegura que Japón mantendrĆ” su vinculación estratĆ©gica con Estados Unidos como sustento fundamental de su polĆtica exterior. En otras palabras, la modificación de la proyección externa japonesa estarĆa inspirada tambiĆ©n en valores e intereses occidentales.
Sin embargo, ese marco que matiza el nacionalismo y regionalismo que el señor Hatoyama plantea no parece suficiente para minimizar la preocupación norteamericana concentrada, de momento, en aspectos concretos como, por ejemplo, una eventual iniciativa japonesa para trasladar la base norteamericana de Okinawa a otro destino. Seguramente esa no serÔ la única preocupación del Departamento de Defensa.
Y tampoco quizĆ”s la de otros socios del Japón (aunque la opinión de la Unión Europea se desconoce). Especialmente si la interacción japonesa con el resto del mundo no sólo no parece clara en el planteamiento del futuro Primer Ministro sino que es casi prescindente. AsĆ, si las preocupaciones japonesas por la seguridad colectiva global o por el incremento de su status no son adecuadamente identificadas, su relación con regiones o interlocutores que no sean paĆses desarrollados o asiĆ”ticos es un imponderable que agrega incertidumbre a la generada por la disposición del futuro jefe de gobierno a modificar la conducta de su Estado.
A ella se agrega el riesgo económico implĆcito en ese cambio pues aunque Japón haya incrementado importantemente su comercio con Asia, la estructura exportadora de su economĆa sigue teniendo en Occidente (y, especialmente, en Estados Unidos) un mercado principal. Si en el proceso de reinserción regional Japón fracasa, el riesgo de contribuya a generar una crisis sistĆ©mica serĆa mayor.
Por lo demĆ”s, aunque los principios que invoca el seƱor Hatoyama son respetables y su diagnóstico sobre la importancia de los escenarios regionales es correcta, la redefinición Ć©tica de su nacionalismo y su preocupación por el āespacio de identidadā aƱadirĆ” a los problemas sistĆ©micos de su reinserción elementos subjetivos que pueden agudizar la tensión que ciertos nacionalismos radicales despiertan. En un marco de redefinición de las capacidades japonesas y del Asia, el próximo Primer Ministro de Japón estĆ” en la obligación de clarificar su posición.




