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  • Alejandro Deustua

Idus de Marzo

15 de marzo de 2023



Si el Perú no es una isla, la inserción internacional del país se complica conforme han progresado en el mes la alteración del sistema internacional, la ineficacia de multilateral y la inestabilidad financiera.


En el ámbito económico, si bien la quiebra del Silicon Valley Bank (SVB, el 16º en Estados Unidos) no ha generado nada parecido a la crisis del 2008-2009, su impacto es global. Mientras los mercados hoy vuelven a caer luego de recuperarse de los temores de contagio y empeora la perspectiva del sistema bancario norteamericano (Moody’s), la política antinflacionaria del FED tenderá a relajarse postergando metas de estabilización de precios. A pesar de ello, el acceso al crédito se tornará más riguroso para ciertas empresas (como las “strat-ups”), la tenencia de bonos del Tesoro por empresas adquirirá un nueva perspectiva en tanto su venta rápida se ha probado menos fluida y algunos bancos en riesgo podrían empeorar su situación.


Por lo demás, si la autoridad bancaria norteamericana ha dado garantías de que la totalidad de los ahorristas del SVB estarán cubiertos por encima del límite establecido de US$ 250 mil, esa cobertura extraordinaria revela que el sistema no es todo lo seguro que se creía después de las reformas del 2010. Si esas garantías extraordinarias serán suficientes para erradicar los temores de una crisis mayor en el futuro (que pudiera incluir una crisis de deuda -Roubini-) o para eliminar el temor remanente de crisis pasadas (como la asiática de 1997), ello deberá verse en el futuro.


Y aunque la sugerida desaceleración del incremento de las tasas de interés por el FED no sean malas noticias para el crecimiento global, sí lo son para las políticas antinflacionarias en escenarios que tienden a experimentar aumento de precios por incremento de costos importados (p.e. desde Estados Unidos).


De otro lado, parte sustantiva de esos costos proviene de la guerra en Ucrania. Ésta no sólo no tiene horizonte de término sino que ha auspiciado la consolidación de la “amistad sin límites” entre China y Rusia. Como consecuencia se ha innovando el escenario sistémico (una mayor propensión a la multipolaridad) y también el estratégico (China no deseará que Rusia pierda una guerra como muchos auguran y, quizás, presione por conversaciones de desescalamiento al tiempo que la potencia asiática provee de insumos bélicos a Rusia más allá de la advertencia norteamericana de no hacerlo). Es más, los presidentes Xi y Putin probablemente se entrevistarán en Moscú la próxima semana para tratar estos asuntos.


A esa innovación China ha agregado influencia adicional al intervenir extraordinariamente en el restablecimiento de relaciones entre Arabia Saudita e Irán, antagonistas radicales del Medio Oriente, al margen del tradicional rol de Estados Unidos en el área.


Tal dinamismo diplomático ha tenido su contracara militar en la reciente reunión de la Asamblea Nacional Popular china que, luego de confirmar un tercer mandato para el presidente Xi Jinping, aumentó en 7.2% el presupuesto de defensa (buena parte de él orientado a fortalecer capacidades para una eventual “reunificación” con Taiwán que podría tener plazo y que se prefiere pacífica pero que no elude el uso de la fuerza).


En ese escenario peligrosísimo, la adquisición por Australia de submarinos nucleares norteamericanos en el marco del QUAD (una asociación de seguridad que incluye al Reino Unido), ha sido duramente contestada por China agregando tensión militar en el Indopacífico y complicando la proyección oceánica de la costa del Pacífico suramericano. Ésta se ha reiterado en la alerta del Comando Sur norteamericano sobre la presencia china en América Latina.


China no ha ejercido, sin embargo, similar dinamismo en el ámbito multilateral cuyo interés dice compartir con los países en desarrollo. En efecto, luego de reiterar su abstención de condena a la invasión rusa en la Asamblea General de la ONU, China contribuyó a que la reciente reunión del G20 (India, 1-2 de marzo) concluyera sin consenso y sin la declaración final propia de esos cónclaves.


La reunión, sin embargo, no se esterilizó del todo: ella fue propicia para el primer encuentro entre los cancilleres de Estados Unidos y Rusia y para la generación de un resumen que recogió la condena de la mayoría de los miembros del Grupo a la invasión rusa además de listar compromisos de una agenda compleja: seguridad energética y alimentaria, cambio climático, salud, nuevas tecnologías, contraterrorismo y, paradójicamente, fortalecimiento del multilateralismo.


De esta manera, el G20, que a fines del siglo XX se originó en la necesidad de ampliar a las economías emergentes la discusión de temas económicos y financiero propias del G7, no sólo ha devenido en un foro multitemático sino que, en el curso del mes, ha adoptado una nueva forma de división Este-Oeste que impide el consenso decisorio.


En este marco de redefinición de balance de poder global y regional, América Latina permanece fragmentada y con serios obstáculos para lograr acuerdos, atenuar vulnerabilidades y mejorar su inserción.


En el Perú esta situación se refleja en la hostilidad de varios vecinos y México (que se ha atenuado) y en la debilidad del control territorial y fronterizo evidente en la insurrección aymara en Puno. Ello no ayuda a gestionar mejor la incidencia del riesgo externo.


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