30 de Junio de 2006
El acuerdo de libre comercio alcanzado con Estados Unidos representa un gran logro estratégico para el país, un mejoramiento sustantivo de su inserción externa y un vínculo económico con la principal economía del mundo que reportará beneficios de largo plazo para los agentes económicos y el desarrollo nacionales.
En efecto, si los TLC forman parte del arsenal de mecanismos económicos norteamericanos (republicanos y demócratas) para contribuir a la consolidación de la comunidad democrática de naciones, es claro que el Perú acaba de mejorar su presencia en el núcleo liberal en el que se sustenta hoy el sistema internacional. Y si el vínculo con Estados Unidos (definido por Cancillería como una “asociación estratégica con autonomía”) se complementa luego con el que se establecerá con la Unión Europea, la inserción del Perú en Occidente habrá progresado a un punto del que, esperamos, no haya retorno.
En cuanto a los beneficios económicos del conjunto del acuerdo, éstos parecen consensualmente establecidos si se considera que los diferentes estudios de impacto concluyen en que el TLC arrojará ganancias agregadas de corto, mediano y largo plazo. Ello sin contar con el mayor beneficio de todos: la reconversión económica que el TLC debe contribuir a crear en el mercado nacional.
Ésta tiene una legitimidad que no requiere de referéndum no sólo porque ese instrumento es constitucionalmente inapropiado para aprobar un tratado sino porque la opinión pública lo ampara. Una serie de encuestas fundamentan esa apreciación (la última realizada por la Universidad de Lima arroja un apoyo capitalino al acuerdo de 66%).
La conclusión de estas premisas, sin embargo deben ser matizadas. En cuanto a los beneficios generales debe recordarse que hay una minoría de estudios que no arrojan resultados plenamente favorables (aunque, aún en ese caso, la mejora en empleo no sería negativa: una ganancia de 10 mil puestos de trabajo netos sería el resultado del acuerdo). Al respecto debe decirse que los modelos de equilibrio general y parcial utilizados no son homogéneos (y, por tanto, son poco fiables si se apunta a especificar el porcentaje de crecimiento del PBI). Sin embargo, casi todos concluyen que el PBI siempre crece más con TLC que sin él. Por lo demás los focos de los cuestionamientos son sectoriales antes que generales. Éstos se concentran en el sector agrícola (uno de los más sensibles) y en el farmacéutico. Lo que no se dice es que ambos sectores pueden ser atendidos con compensaciones adecuadas. Y si éstas no son suficientes en aportes directos, deberán establecerse luego otros incentivos de asistencia o de reconversión para asegurar que el TLC genere cohesión nacional.
Por ello será fundamental que la implementación del TLC apuntale el proceso descentralizador atendiendo especialmente las zonas más atrasadas del país (en el caso del sur del Perú, el programa Sierra Exportadora del nuevo gobierno deberá ayudar a ese resultado).
De otro lado, si se tiene en cuenta que la optimización de las oportunidades que ofrece el TLC deben atenderse simultáneamente con la atenuación de las vulnerabilidades resultantes de la asimetría entre las partes, parece esencial que los países americanos que hayan suscrito este tipo de arreglos con los Estados Unidos se interesen por establecer fondos de cohesión y estructurales similares a los europeos en el marco interamericano. Aunque los TLC sólo se abocan a un grado primario de integración debe considerarse al respecto que su amplitud supera de lejos su tipificación de simples acuerdos de libre comercio. Siendo esto “OMC plus” justifican ese esfuerzo de financiamiento (especialmente si la ronda Doha no tiene éxito en materia de cortes de subsidios a la producción y exportación agrícola en los países desarrollados). Esta disposición podría brindar un escenario colectivo y de cohesión a los TLC que Estados Unidos ha suscrito con países americanos descentralizándolos del eje articulador que brinda en exclusividad la primera potencia. Un segundo paso sería la multilateralización posterior de los acuerdos entre los suscriptores (que no tienen preferencias que perder y que puede fomentarse mediante la aplicación de la cláusula de la nación más favorecida).
Ello contribuiría a compensar además las pérdidas sufridas en el proceso negociador. Y cuando éstas sean demasiado gruesas (p.e. en compras estatales, régimen de inversiones, propiedad intelectual o las derivadas de la urgencia del proceso de aprobación) parece razonable negociar protocolos complementarios que las compensen. Pero éstas son observaciones específicas que no restan un ápice al hecho de que el Perú ha dado un gran paso en su inserción hemisférica y occidental. Y que ha ayudado a que la región se oriente en esa más clara y estable dirección civilizatoria.
Comments