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Alejandro Deustua

El FED, América Latina y un Tardío “Pensamiento Espejo”

1 de Setiembre de 2006



Hasta hace no muchos años, los críticos económicos y sociales de la denominada globalización despertaban las iras de los neoliberales advirtiendo sobre las crecientes asimetrías que esta forma de interdependencia generaba y demandando la necesidad de compensar a los perdedores.


Progresivamente organizaciones que van desde la Iglesia hasta el Banco Mundial admitieron, con diferentes intensidades, estas distorsiones y discutieron no sobre la necesidad de la compensación sino sobre su naturaleza (¿la asimetría debería compensarse a través del trato especial a los afectados -el trato diferencial de l GATT/OMC-, asistencia económica o subsidios educativos para preparar a los más vulnerables a confrontar (o aprovechar) la nueva competencia?). Hoy, un conjunto de académicos norteamericanos reunidos en un paraje del “Viejo Oeste” (Wyoming) ha evaluado estas consideraciones haciéndolas suyas. En ello no habría nada de extraño si no fuera porque quien ha realizado los principales aportes al respecto ha sido el presidente del FED (el Banco Central de los Estados Unidos), Ben Bernanke (1). Sobre el particluar debe recordarse (como lo hace el New York Times) que, en tiempos no muy lejanos, el señor Bernanke no sólo había restado responsabilidad global a los fuertes desequilibrios de la economía norteamericana (especialmente a su creciente déficit de cuenta corriente) sino que había atribuido ese pasivo más bien al “exceso de ahorro” de los países superavitarios. Al hacerlo, pareció destacar inmatizadamente el rol del crecimiento de la economía norteamericana en la generación y disfrute de los beneficios generales de la globalización. La sorpresa es entonces mayor cuando el señor Bernanke reconoce entre académicos, que el incremento del ritmo globalizador se debe no sólo a la primera potencia (y ni siquiera a Occidente) sino a dos categorías de países: los excomunistas asiáticos (entre los que se incluye, equivocadamente, a la China que sigue siendo oficialmente un Estado comunista) y al resto de países emergentes. La responsabilidad de la creciente interdependencia reside, por tanto, menos en unos cuantos actores que en una multiplicidad que distribuye dinámica económica y beneficios desiguales.


Lo extraordinario es que esa afirmación fue descalificada hace tiempo por colegas académicos del señor Bernanke y hoy parecen aceptarla, aunque bajo sorprendentes nuevos parámetros.


En efecto, estos señores acaban de descubrir una nueva forma de “dependencia”. Pero no la “energética” (que tanto preocupa a los departamentos Defensa y de Energía) ni la de los países en desarrollo respecto de los desarrollados, sino la de la primera potencia cuya perfomance y equilibrio “depende” crecientemente de los flujos de capital que recibe de potencias emergentes (este diagnóstico, en realidad se remonta por lo menos a la época del presidente Reagan).


Esta “nueva” forma de mirar el mundo es todavía más deslumbrante cuando los pensadores de Wyoming concentran su atención menos en el desfinanciamiento que produce la exportación de capitales a las economías menores que en la eventual desaceleración de las mismas como un peligro. En efecto, parte de los congregados en torno al presidente del FED mostró su preocupación por los efectos que tendrá en la economía norteamericana la desaceleración de las economías menores en tanto éstas dejen de progresivamente de financiar el déficit norteamericano (ello ocurre mientras los demás, desde el FMI hasta el Banco Central de Reserva del Perú, están preocupados por la desaceleración de la economía norteamericana).


Pero estos señores no adscriben así no más a la vieja teoría de la dependencia latinoamericana que explicaba la economía mundial en función de una estructura organizada en torno a un centro y una periferia. Los académicos de Wyoming no concluyen en una estructura inversa, sino que sostienen que, habiendo hoy múltiples núcleos de producción generados por la movilidad del capital y de la tecnología, no hay uno sino múltiples centros.


Esta es una idea novedosa. Y no porque ella implique ausencia de responsabilidad o múltiples periferias sino porque pudiera significar múltiples núcleos económicos con sus respectivas periferias (geopolíticamente ello se traduce como esferas de influencia). Y para quienes intuyan que éste es un descubrimiento en el que vale la pena adentrarse, los que sostienen (como nosotros) que la globalización no es un fenómeno nuevo sino milenario deben sentirse reconfortados por la certificación que al respecto brinda el señor Bernanke: la denominada globalización es tan antigua como el imperio romano, el descubrimiento de América y el descubrimiento de nuevas vías de navegación. Más aún, ella comparte con la actual los mismos estímulos: la interacción entre la innovación tecnológica, los flujos de capitales y la apertura de mercados generadores de oportunidades a los que toman la iniciativa. Esta afirmación histórica no discute que la globalización contemporánea difiera de sus antecedentes en cobertura de ámbito (hoy verdaderamente global), intensidad de interdependencia (hoy más compleja) y nuevo uso de factores (p.e. la desarticulación entre el trabajo tradicional y los usos del capital) ocurrida en los últimos 30 años. El punto a destacar es que quizás la intensidad con que se produce la globalización (un asunto de grado) “aparezca” como una nueva realidad (un asunto de naturaleza).


En todo caso, el presidente del FED es perfectamente consciente de las distorsiones que generan estas nuevas interacciones. Si no estamos frente un tradicional banquero que se limita a administrar la acumulación de capital y a controlar la inflación sino frente a uno que es consciente de la necesidad de generar nuevas formas de gobernar la complejidad global, es necesario discutir con él, desde la perspectiva de los países menores, las consecuencias de sus afirmaciones.


Especialmente si éstas traducen el “efecto espejo” de lo que algunos latinoamericanos plantean (y planteamos) desde hace tiempo y si los problemas por corregir son similares…. aunque vistos a la inversa. Que las autoridades latinoamericanas que asumen la globalización de manera acrítica como un hecho de la realidad reciente tomen nota.

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