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  • Alejandro Deustua

Cumbre APEC: Progreso Inercial y Activismo Latinoamericano

Al amparo de la extraordinaria flexibilidad que brinda la ausencia de mecanismos coercitivos que implementen los acuerdos entre sus 21 miembros, la cumbre de la Apec celebrada en Australia ha finalizado sin grandes avances contractuales.


Por lo demás, estimulada por su propio peso específico (56% del PBI mundial de más rápido crecimiento y 46% de los intercambios globales), la cumbre tampoco ha adoptado decisiones dramáticas sobre políticas que corrijan la fuerte volatilidad del mercado financiero que complica ya a las economías reales mayores.

Sin embargo, aunque en ambos escenarios (el de los acuerdos y el de la crisis) los participantes se han limitado a insistir en el requerimiento de la apertura de los mercados, ello nos es poca cosa a tenor de la persistencia de las tendencias proteccionistas contemporáneas y de la remembranza de la crisis asiática de 1997 en la que los organismos multilaterales fueron los que reclamaron más apertura y reforma. Esta vez, ese reclamo institucional no está presente y, más bien, surge de la voluntad colectiva de los socios del Pacífico.


En ese contexto desdramatizado, sí se adoptaron en Sydney un par de declaraciones sobre negociaciones comerciales multilaterales y cambio climático. Sobre la primera no hubo novedad alguna, sí algo de replanteamiento y bastante de disposición de liderazgo.


En efecto, en este ámbito los miembros de la Apec se limitaron a reiterar que su primera prioridad en materia comercial seguía siendo el buen éxito de la Ronda Doha y, por tanto, renovaron su apoyo declarativo a la reducción de los subsidios y del incremento del acceso a los mercados. Si la omisión es, a veces, un pronunciamiento político, el que produjo la Apec pudiera ser uno muy importante: las principales economías del mundo (salvo por la Unión Europea, que por razones evidentes, no participó activamente) no van a hacer mucho más para salvar la denominada "ronda del desarrollo". Al respecto las cartas ya están jugadas, Estados Unidos ha perdido capacidad negociadora y los miembros de grupos políticos influyentes como Australia o Perú en el G22 no han mostrado demasiada iniciativa alguna en la materia.


Sin enfatizarlo demasiado, sin embargo, los participantes, han planteado el escenario de los acuerdos comerciales bilaterales y regionales como alternativa dinamizadora del comercio global sin prescindir del régimen correspondiente (la OMC, a pesar de los reclamos de éstas por las complicaciones que derivan de la multiplicidad de esos acuerdos).


Sin embargo, al respecto tampoco se tomaron grandes decisiones que no sean la renovación de la confianza en las orientaciones que apuntan a la convergencia de los acuerdos de Bogor. Si antes que "esperar y mirar" la alternativa es la persistir en el estímulos del comercio intra -regional reduciendo barreras, los miembros de la Apec se han limitado a mantener el rumbo en la aparente convicción de que el progreso futuro está inercialmente de su lado.

En el área del medio ambiente, la reunión de Sidney sí ha mostrado mayor activismo colectivo aunque los objetivos de reducción de emisiones prefieran ser entendidos como aspiraciones (25% menos hacia el 2030). El presupuesto para ello (el vínculo entre crecimiento, seguridad energética y cambio climático) reiteró la existencia de un nueva aproximación al tema al tiempo que se patrocinó un nuevo régimen global para afrontar la problemática del cambio climático post 2012.


En ese marco quizás deba desatacarse una línea de trabajo colectivo con arraigo pero menos conocida: los asuntos "dentro-de-frontera". En ese ámbito se insistió, también sin presión de instituciones multilaterales, en un mayor esfuerzo sobre reformas estructurales, incremento de competitividad, reducción de costos de transacción, mejora del clima de negocios y estímulo del mercado de capitales (en liquidez y profundidad).


La exigencia colectiva sobre modernización de las economías individuales fue aquí tan patente que permeó buena parte del esfuerzo reclamado por la Iniciativa de los Países de la Cuenca del Pacífico Latinoamericano que el Presidente García promovió en Sydney sobre la base de reuniones previas (éstas se llevaron a cabo en dos oportunidades a nivel de ministros de Comercio Exterior y de Relaciones Exteriores con la participación, en la reunión de Lima, del Brasil y de los países de América Central).

La novedad integracionista y geopolítica de esa Iniciativa se ha insertado, por tanto, en la agenda del Apec a pesar de que las nuevas membresías a este foro se han congelado hasta el 2012. Ello permitirá a países que no lo integran hoy participar en sus beneficios sobre una base latinoamericana de economías abiertas, democracias representativas y de buena relación hemisférica (si la propuesta ya se ha ampliado a Canadá y México, ahora debiera incluir a Estados Unidos).

En el marco Apec ello irá provisto de un esfuerzo de seguridad (mal denominado "seguridad humana") que implica cooperación contra amenazas globales desde el terrorismo hasta las pandemias y desastres naturales.


He aquí una agenda de modernidad, progreso y renovada inserción para el Perú en la que el Estado de persistir más allá del 2008. Frente a los juegos de suma 0 que plantean las tendencias fragmentadoras en América del Sur, la Apec se nos presenta como un escenario de ganancias ciertas, aunque asimétricas, ciertas en un escenario donde la convergencia económica no ha eliminado el conflicto geopolítico.



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