29 de noviembre de 2021
Si la correlación entre el incremento de la inflación global y el aumento de los precios de las materias primas (entre las que se destaca el petróleo) es intensa, los carteles que controlan esos precios ejercen un poder extraordinario sobre el comportamiento de la economía mundial.
En el siglo pasado un cartel formal de productores y exportadores de petróleo (la OPEP) redujo la producción para incrementar los precios del crudo. Ello terminó en estanflación internacional, exuberante deuda externa en los países en desarrollo y desbordantes conflictos armados en el Medio Oriente.
Hoy, con la asociación informal de China, India, Corea del Sur (tres grandes economías emergentes no exportadoras de petróleo) y el Reino Unido con Estados Unidos para rebajar los precios, los carteles son dos. Los riesgos de su enfrentamiento son preocupantes.
El gobierno norteamericano ha decidido combatir la creciente inflación global (superior a 6% en ese país en octubre pasado) también recortando parte de sus reservas petroleras estratégicas para lograr un efecto en el mercado. Sus socios harán lo mismo.
En principio, ello se explica por la indisposición de la OPEP plus (13 miembros y 10 asociados incluyendo Rusia) a incrementar su oferta para bajar los precios produciendo por encima de los aumentos de 400 mil barriles mensuales comprometidos en agosto (DW).
Al respecto, Estado Unidos reducirá unos 50 millones de barriles. 32 millones se destinarán a refinerías privadas y 18 millones al mercado. Si bien el efecto de la medida puede ser menor y temporal (el monto a ser liberado representa alrededor de la mitad de la demanda global diaria y su efecto en la reducción del precio duraría un par de semanas como ha ocurrido antes (según The Economist), ésta envía a los productores formalmente cartelizados un potente mensaje contraofensivo.
De no producirse una negociación efectiva entre ambos bandos, esa intención puede ser respondida por la OPEP plus eliminando los incrementos graduales o reduciendo la producción. Una guerra por el control de precios entre bandos cartelizados se instalaría en el escenario añadiendo presión a la tendencia inflacionaria en la economía global.
Sin embargo, ello generaría una mayor desaceleración de la recuperación global ya degradada por el FMI en su proyección de octubre pasado (5.9%) debido al repunte de la pandemia en economías emergentes y en desarrollo y a los cuellos de botella que afectan la oferta. Primero, porque las consecuencias contractivas en los países desarrollados derivadas de la nueva variante del virus que hoy los golpea con fuerza no estaban previstas mientras que los cuellos de botella en lado de la oferta no acaban de aliviarse y los costos de la descarbonización energética son altos.
Segundo, porque si bien la correspondiente compresión de la demanda coadyuva a reducir la inflación afrontaríamos el eventual escenario en medio de un agravado clima internacional de conflicto.
Una intermediación colectiva es necesaria. ¿Estamos preparados?
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