El planteamiento presidencial de explorar una vía bilateral en la negociación con la Unión Europea nuestra la intensidad con que el Perú busca una nueva y eficiente inserción externa, empezando por Occidente.
Este interés nacional no debiera ser frustrado por socios andinos que no tienen esa urgencia ni por interlocutores europeos que han definido burocráticamente su relación con el Perú a través de la CAN. Y menos cuando la complementariedad de intereses subregionales ha derivado en la emergencia dominante de intereses en conflicto.
Esa fricción es especialmente clara en el caso del gobierno boliviano. Éste no sólo ha buscado un comprensible trato especial para negociar con la UE y excluir del proceso varios capítulos del mismo (inversiones, servicios, compras estatales y propiedad intelectual), sino que sistemáticamente impide avanzar a los demás anteponiendo el comercio administrado y otros intereses al libre comercio.
De otro lado, la desincronía con el Ecuador puede ser conceptualmente más ambigua pero es instrumentalmente clara. Si a falta de un arancel externo común se requería un "punto inicial de desgravación" para negociar con la UE, ese requisito, que algunos aseguraban haber consolidado, se ha mostrado inexistente con la rebaja unilateral de aranceles llevada a cabo por el Perú y con el incremento también unilateral realizado por Ecuador. Esas decisiones muestran, además de imprudencia negociadora, la contradicción entre una economía que se sigue abriendo al mundo y otra que refuerza su vocación proteccionista.
Y aunque Colombia pudiera estar más cerca de la aspiración peruana, su rol como coordinador andino y sus recientes concesiones a Venezuela (el Banco del Sur) muestran nuevos impedimentos de coordinación con ese Estado.
En este escenario la alternativa bilateral que plantea el Presidente García no sólo parece sensata sino la única. Lamentablemente la expectativa no toma en cuenta que la Unión Europea no tiene hoy interés burocrático en negociar con el Perú sino con la CAN. En la negociación "bloque a bloque" la UE encuentra la compensación política a la escasa significación comercial de la subregión (0.5% del comercio mundial de la UE).
Sin embargo, considerando la UE es, en el agregado, el primer inversionista en el Perú (y, por lo tanto, querrá mejorar el clima y la seguridad de sus capitales) y el primer cooperante en ella cuando la cooperación es parte esencial de su política exterior, quizás la UE debiera mostrarse más flexible a los requerimientos peruanos. Al respecto la Comisión Europea puede procurar del Consejo Europeo un nuevo mandato negociador (escenario que añade el largo plazo a la complejidad decisoria) o aclarar el mandato actual para permitir que Perú y Colombia avancen más rápida y efectivamente.
Esta última opción es tan razonable que el ex -Presidente del Gobierno español, Felipe González, la ha avalado siempre que se deje la puerta abierta a los rezagados.
En cambio si el Perú deseara una negociación puramente bilateral debería alcanzar un status especial en la percepción europea que permitiera acceder al trato dado a México (estimulado por el equilibrio de poder en relación al NAFTA), a Chile (animado por un reconocimiento no exento de culpa) o a Brasil (justificado en la calidad de potencia emergente sin desbaratar la negociación con el MERCOSUR).
Alternativamente el Perú podría intentar una negociación comercial aparte sin desligarse del acuerdo de asociación política con la CAN. El escenario final es, efectivamente, la exclusión de la CAN. Pero además del costo político, ello tomará tiempo, trabajo y sentido de oportunidad (y la Cumbre América Latina-Unión Europea de mayo próximo está encima).
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