El cambio de gobierno se produce en momentos de complejidad, fricción e incertidumbre incrementales que definen el contexto externo mientras el cambio del sistema internacional no encuentra aún un punto de equilibrio.
Como respuesta, el posicionamiento del Perú como “potencia emergente regional de mediana dimensión” es insuficiente. Además de explicarse, esa aspiración debe probar su capacidad, por ejemplo, en la lucha antiterrorista mediante asociaciones explícitas y efectivas (la condena de atentados específicos tiene carácter registral) y contra el narcotráfico (una potencia emergente debe poder librarse de la coca ilegal en sus dominios).
Como paso previo esa potencia debe también adecuarse a compromisos internacionales superiores. Ello ya es posible en procura del acceso a la OCDE y del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 (ONU).
Si ello es factible, también debiera serlo para el fortalecimiento de nuestra inserción internacional marítima mediante la adhesión a la Convención del Mar como normal consecuencia del fallo de La Haya. Especialmente cuando ese derrotero se ha probado posible en el cuidado parcial del medio ambiente en el Perú que se ha sometido a un régimen internacional de reducción de emisiones (COP 20 y 21).
Estos procesos de adecuación deberían complementarse con innovaciones políticas propias de nuevos requerimientos. Por ejemplo, la CEPAL ya ha planteado la insuficiencia del modelo económico para hacer frente a la nueva problemática del desarrollo (y antes el Banco Mundial sugirió un cambio en el patrón productivo en la región). Para el conjunto de estas cuestiones los ministerios vinculados al sector externo – especialmente la Cancillería- deben definir mejor su rol.
De otro lado, el fortalecimiento de ámbitos como el de la Alianza del Pacífico es una necesidad geoeconómica. Si ésta requiere de armonizaciones administrativas y del fuerte incremento de los intercambios, su escenario marítimo reclama mejores condiciones logísticas en un área que podría denominarse “América Pacífico”. No todo en la cuenca del Pacífico es el Asia Pacífico.
Unas capacidades así mejoradas, deberían cubrir riesgos como, por ejemplo, la eventual no vigencia del TPP o la oposición del próximo gobierno norteamericano.
Y en Suramérica, el Perú debería proponer una enérgica mediación en Venezuela orientada a la realización del referéndum revocatorio que reemplace al disfuncional diálogo vigente. Ésta podría evitar el total colapso del Estado, su mayor deriva dictatorial y su correlato de inestabilidad y debilitamiento regional.
En el ámbito vecinal el problema de la mediterraneidad boliviana merece una aclaración de la posición peruana sobre la base de la unidad económica y social existente entre Tacna y Arica y los derechos peruanos comprometidos en 1929.
Por lo demás, el mejor instrumento de relación vecinal (los gabinetes binacionales) debe incorporar a Chile en algún momento en tanto que la soberanía peruana sobre el triángulo terrestre no se sustraiga de la agenda ejecutiva con ese vecino.
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