A pesar de que en el reciente mensaje presidencial a la Nación no hubo alusión específica a la política exterior, sí se consideraron por lo menos tres aproximaciones al sector que es necesario precisar.
La primera aludió a la supuesta ausencia de linderos entre la fenomenología interna y la influencia externa en un marco de globalización. No por ser esta referencia un lugar común ésta es cierta o deseable.
En efecto, si bien los problemas globales (ambientales, ideológicos o de seguridad) suelen ser evaluados en su dimensión transnacional, su ámbito nacional tiene una especificidad que obviamente reclama políticas ad hoc. Desde una perspectiva práctica el esfuerzo estatal de una potencia menor con influencia en ámbitos de incidencia global (p.e. el Perú en la amazonía) es fundamental para afrontar el problema, contribuir a su solución internacional y reconocer las responsabilidades de cada quien en ese proceso.
Y desde el punto de vista normativo, distinguir entre el ámbito interno y el externo sigue siendo vital para afirmar la sensata soberanía del Estado. Y también para vigorizar una necesaria especificidad de la política exterior que, de otra manera, se consideraría como mera variable del contexto externo o simple función de la política interna. Esta última distorsión conceptual se produjo en el gobierno anterior.
La segunda referencia a la política exterior en el mensaje presidencial aludió a nuestra capacidad disuasiva. Aunque ésta corresponde al sector Defensa compromete también a Relaciones Exteriores. Especialmente cuando las capacidades militares referidas en el discurso no corresponden a las reales.
Si un elemento fundamental de la disuasión es la credibilidad de la fuerza del disuasor y ésta es menor, la política exterior deberá procurar llenar el vacío existente. Más aún cuando el deterioro del contexto regional indica que, en un ámbito de muy baja probabilidad de materialización de amenazas convencionales, ésta se ha incrementado en términos de desequilibrio estratégico y desfavorable balance. Si a este pasivo se añade la mayor peligrosidad de la amenaza no convencional (el narcoterrorismo) resulta claro que la presentación infundamentada de la capacidad militar resulta contraproducente y recargará las tareas de la política exterior.
La tercera referencia externa del mensaje presidencial concernió a la inserción internacional del Perú. En tanto el necesario activismo en esta materia continúa a pesar de la gravedad de la crisis económica, hubiera sido adecuado ilustrar al país sobre el contenido de una apertura más alerta a las nuevas circunstancias.
Si en el plano global ello implica negociar mejor el trato diferenciado, la referencia común a los TLC pareció insuficiente. Y si en el ámbito regional nuestros requerimientos de integración padecen la distorsión de los esquemas existentes, era necesario precisar el rol constructor del Perú en el Unasur (que está sometido a influencias conflictivas) y en la CAN (que ha optado por priorizar el escenario social e infraestructural de la integración).
A pesar de la postergación de la política exterior en el mensaje presidencial, la importancia de su alusión referencial está a la vista.
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