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Alejandro Deustua

Rusia-América Latina: Oportunidades Comerciales Derivadas de la Confrontación, No del Libre Mercado

Una primera reacción.


La confrontación entre Rusia y las potencias occidentales por la ilegal anexión de Crimea y el apoyo ruso a los rebeldes secesionistas del oriente ucraniano ha dado un nuevo giro.


En efecto, el restringido escalamiento militar y diplomático ha evolucionado hacia una segunda ronda de sanciones económicas por Estados Unidos y la Unión Europea dirigido contra poderosos ciudadanos rusos, empresas rusas del sector bancario, petrolero y tecnológico además de una prohibición de exportaciones de armas a esa potencia.


Rusia acaba de retaliar prohibiendo importaciones europeas, norteamericanas y australianas de alimentos por un valor de alrededor de US$ 12 mil millones durante un año.


Estos obstáculos al comercio debieran llamar a la acción a la OMC que no debiera franquearlas. Pero el proceso de inhibición de las sanciones (si ocurre) y retaliaciones será engorroso. Ello otorgará un tiempo suficiente para producir significativas distorsiones en los intercambios en el marco de un espiral confrontacional que, estando lejos de la competencia proteccionista y devaluatoria que contribuyó decisivamente a la crisis de los años 30 del siglo pasado, puediera estar dirigiéndose hacia ese camino.


Por lo pronto, Rusia ha anunciado que comprará en América Latina y en Asia lo que ha decidido no comprar en Europa y Estados Unidos.

Esto es más fácil de plantear que de realizar inmediatamente porque los mercados y la oferta latinoamericanos a Occidente ya están comprometidos y las ventas a Rusia están en ascenso y buscando mecanismo estables (como los que brindan los acuerdos de libre comercio).


Las ventajas para la región derivadas de esta coyuntura serán efectivas siempre que impliquen el largo plazo y se cuente con la oferta y la demanda suficientes en los marcos adecuados. Ello puede ocurrir con algunos productos (especialmente en aquéllos de gran volumen –p.e. la soya en el caso de sobreproducción o la pesca) pero menos en otros (las frutas y los vegetales) en el caso de economías más pequeñas como la peruana.


Si la oportunidad de incrementar la venta a Rusia surge de la decisión de ese país de desviar comercio, probablemente habrá utilidades de corto plazo para los países latinoamericanos designados como ofertantes. Pero habrá también dislocaciones de largo plazo sin nuestros mercados tradicionales son afectados.


En cualquier caso, los países beneficiados (Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y quizás Perú en la pesca para empezar) estarán incursionando en un escenario mercantilista que se deriva de razones de seguridad alimentaria rusa y de su decisión de apurar el establecimiento de un mecanismo de sustitución de importaciones que puede involucrar al conjunto de la economía.


Éste es un escenario resbaladizo en que no parece conveniente adoptar decisiones apresuradas.


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