17 de julio de 2024
Nuestro sistema político está apurando el paso en el camino de la disfuncionalidad orgánica. La ignorancia de sus múltiples y ambiciosos caminantes sobre el ámbito externo que los condiciona incrementa el riesgo de la marcha.
Sin desear percatarse del deterioro del orden interno en Occidente y de la creciente polarización y conflicto de la democracia en el mundo, nuestros agentes políticos se han abalanzado en turbamulta sobre los registros que franquean su acceso al añorado disfrute de una cuota de poder. A la par, la lideresa del partido mejor organizado ha reiterado sus prioridades familiares sobre la consulta a su electorado y las necesidades del Estado.
Impermeables al deterioro de las libertades en el mundo (que lleva ya 18 años seguidos), al incremento de la violencia y la manipulación electoral o al aumento del autoritarismo y del conflicto armado (Freedom House); o al hecho de que sólo 8% de los países democráticos son considerados “democracias plenas” (EIU), los peruanos persistimos en enturbiar la nuestra.
Con alrededor de 30 organizaciones políticas autorizadas para competir en las elecciones presidenciales de 2026 (“que podrían ser 40”) (EC), la ambición por hacerse de una miga de poder las conduce a cruzar la línea del desorden ese año. Al hacerlo, la ciudadanía podría no transitar por las “anchas avenidas” que supuestamente debieran llevar al pueblo al poder y ni siquiera a la polarización. De no corregirse esta avalancha “participacionista” mediante normas que obliguen a establecer alianzas y presentar serios programas de gobierno, el desorden devendrá en anarquía.
Ello, eventualmente, podría tentar una corrección autoritaria. De esa trayectoria no sólo tenemos antigua experiencia sino nuevas señas concretas. Y no sólo de su expresión violenta (la antaurista, p.e.) sino de una más sutil pero abusivamente dinástica.
En efecto, como si durante los últimos 30 años el fujimorismo no hubiese aprendido nada, su heredera acaba de “anunciar” que el rey padre encabezará la correspondiente plancha presidencial. Si esta desmesura es una treta o una estrategia para congregar votos y suplantar luego esa candidatura es lo de menos. Al respecto se debe recordar que Fujimori no ha sido amnistiado sino indultado y, por tanto, carga con impedimentos legales que debieran proscribir su postulación. Por lo demás su lealtad al Perú se deshizo desde que, en Japón, procedió a renunciar por fax e intentó luego una candidatura nipona basada en su reconocida nacionalidad japonesa.
Pero si por alguna argucia estos impedimentos se diluyeran, resulta extraordinario que quien lo postula y él mismo no se percaten de la grave crisis de liderazgo que han generado en Estados Unidos candidatos de edad extrema que agregan vulnerabilidad a la seguridad de un país que, sin ser beligerante, desempeña un rol determinante en una guerra regional de proyección global. El Perú no está en guerra pero, bajo condiciones de disfuncionalidad jurisdiccional, seria insuficiencia de ocupación territorial y fuertes limitaciones de ejercicio soberano, su condición de Estado y de nación está en juego (como ocurre en otros Estados latinoamericanos).
En ese marco, la definición y práctica del interés nacional está también en lisa. Al punto que la normal interacción entre intereses privados y públicos retorna a niveles de riesgo que el Estado no puede o no desea disminuir. Menos aún cuando quien preside es incapaz de establecer los límites entre lo que se puede y no se puede transar en la relación interestatal y tampoco de reconocer quiénes son nuestros socios convergentes. Esa brumosa frontera corre el riesgo de transformarse en sucia discrecionalidad bajo un futuro gobierno cuyas bases pudieran ser más endebles que las que, bajo condiciones de democracia formal, permitieron el acceso de Castillo al poder con apenas 19% de los votos en primera vuelta.
En tal situación, el país ciertamente necesita normas correctivas inmediatas que permitan enmendar el camino rumbo a un anárquico desborde “democrático”. Y también requiere del encumbramiento temprano de liderazgo visibles y sensatos con disposición y capacidad para hacerse cargo en momentos de fuerte inestabilidad sistémica hoy acompañada de una economía global “resiliente” pero fragmentada y de pausado retorno inflacionario y complicación fiscal.
contexto.org
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