Los “factores geopolíticos” son nuevamente destacados por los organismos multilaterales como factores de riesgo para la perfomance global.
Entre ellos deben incorporarse algunos factores estructurales como la mayor vulnerabilidad de las economías emergentes (dependencia de precios de commodities y fuerte incremento de endeudamiento corporativo) y su menor contribución a la perfomance global en un contexto de muy bajo crecimiento del comercio.
Como principales “factores geopolíticos” destacan la continua erosión del poder norteamericano y las limitaciones de su política exterior (Asia y Medio Oriente) en contraste con su nuevo rol de primer productor de petróleo; los problemas de cohesión de la Unión Europea para afrontar los problemas de su periferia (las migraciones del Norte de África); el incremento de la capacidad de desafío ruso; las conflictivas reivindicaciones marítimas chinas; el nuevo juego de poder en Medio Oriente (un cambio total del balance) y la mutación del terrorismo islámico en una entidad cuasi-estatal.
El incremento de la conflictividad global es acá consecuente con el aumento del gasto militar en Asia, Medio Oriente, Europa del Este y África aunque el gasto total se haya reducido 0.3% en el 2014 (SIPRI).
La mutación del foco de atención de Estados Unidos al Asia como planteamiento estratégico (2011) ha sido nuevamente restringida por la extraordinaria complicación del Medio Oriente. Fracasada la “primavera árabe”, el desorden estratégico se ha escalado allí exponencialmente. Evacuada la principal fuerza militar de Afganistán e Irak, ni los asistentes de seguridad, ni los bombardeos sobre Siria, ni la diplomacia norteamericana han podido atenuar la anarquía en el área. De ella ha emergido el Daesh.
El logro más notable en la zona ha sido el acuerdo nuclear logrado por los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania con Irán bajo liderazgo norteamericano. En teoría, éste transforma temporalmente la dimensión militar del programa nuclear iraní en uno de uso civil a cambio del relajamiento de sanciones económicas sobre Irán. La oposición israelí al acuerdo ha implicado el enfriamiento de la relación con Estados Unidos.
La Unión Europea, apremiada por la ocupación rusa de Crimea, el proceso de secesión de Ucrania y la indisposición de Europa del Este a actuar en conjunto se ha visto superada por la invasión de 800 mil refugiados (de los dos millones registrados). La UE no ha establecido aún un mecanismo adecuado de protección de sus fronteras externas ni ha logrado distribuir la presión sobre los países más afectados (Italia, Grecia y Alemania –que ha recibido casi 50% del total de refugiados-). Sin una solución de las causas del problema la opción alemana es insostenible.
Y aunque el ataque terrorista contra París ha cohesionado la voluntad europea de combatir el terrorismo, sólo Francia (que procuró un solo frente con Estados Unidos y Rusia), Alemania y el Reino Unido han comprometido nuevas fuerzas convencionales en el lucha contra el Daesh.
En ese contexto, un grupo de potencias lideradas por Estados Unidos y Rusia convinieron un cronograma para la solución política de la guerra siria como paso necesario para destruir al Daesh. Sin embargo, no concluyeron una estrategia única para acabar con esta nueva amenaza terrorista que, basada en un cuasi-Estado, amenaza al conjunto del Medio Oriente y a Occidente.
A pesar de sus serios problemas demográficos y económicos, Rusia sigue incrementando su proyección de poder, desafiando a los Estados Unidos y jugando un rol de negociador necesario.
Luego de su ilegal captura de Crimea y del apoyo a los secesionistas ucranianos, ha consolidado su presencia aérea y marítima en Siria, el Mediterráneo y el Caspio. Su apoyo a Asad en el combate al Daesh (y a los “rebeldes moderados”) convierte a Rusia en un negociador imprescindible. Sin embargo, su posición de fuerza en un escenario congestionado, ha sido peligrosamente desafiada por Turquía generando una fricción con la OTAN.
En el Asia Oriental, una de las principales vías marítimas del mundo alberga una contienda convencional entre grandes (China y Japón) y pequeñas potencias (las del Nord y Sudeste asiáticos). Los cada vez más agresivos reclamos chinos sobre rocas, islas y espacio marítimo se yuxtaponen sobre las reivindicaciones soberanas de los vecinos. El incremento de capacidades y de aprestamientos militares en el área involucra contiendas de poder con aliados norteamericanos que Estados Unidos debe proteger.
Esta situación agudiza la competencia china con la India.
Por lo demás, la conclusión del TPP, el mayor logro de ordenamiento económico en la cuenca del Pacífico, corre el riesgo de no ser ratificado por el Congreso norteamericano.
En América Latina, la gran oportunidad comunitaria abierta por el avance en Colombia de las negociaciones con las FARC, el triunfo de Macri en Argentina y de la oposición en Venezuela puede ser aún desafiada. Y la aproximación cubano-norteamericana debe mostrar aún logros mayores.
Diario Gestión
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