Hacia 1982, un presidente liberal, integracionista y pro-occidental debía en el Perú lidiar con las secuencias de un incidente militar con Ecuador (episodio felizmente cerrado mediante el tratado de paz de 1998), moderar su vocación constructora para confrontar a Sendero Luminoso, prepararse para la “década perdida” y tomar partido en la guerra de las Malvinas irresponsablemente iniciada por el gobierno militar argentino.
En este contexto adverso, el Perú gestionó primero una propuesta mediadora, la inmediata separación de fuerzas, la activación de un grupo de contacto entre las partes, el reconocimiento de que Argentina y el Reino Unido tenían diferentes visiones del problema y la promoción de negociaciones para resolverlo tomando en cuenta los intereses de los isleños.
Cuando este planteamiento se hundió con el Belgrano, el Estado peruano dispuso el apoyo militar a la Argentina asumiendo los riesgos del caso. De esta manera el Perú definió un interés nacional primario que luego se desplegaría en los foros multilaterales.
Chile, en cambio, tomo posición militar por el Reino Unido en un contexto en que la confrontación con su vecino por diferencias sobre el Canal de Beagle acaba de ser mitigada en 1978. Ello empezó a cambiar luego de la guerra de las Malvinas cuando, en 1984, Chile y Argentina acordaron una delimitación satisfactoria mediante una persistente mediación vaticana.
Hoy que el reclamo argentino sobre las Malvinas se ha acentuado, Chile acaba de asegurar su respaldo a Argentina aunque seguramente con los recaudos que requiere una larga asociación con el Reino Unido. Y el Perú ha reiterado su apoyo a la causa argentina a pesar de que el circunstancial comportamiento posterior de ese país no fuera consecuente con el desplegado por el Perú en 1982 y sin perjuicio de su relación con el Reino Unido.
En ese tránsito, el interés argentino se ha regionalizado remarcando la necesidad de satisfacerlo mediante negociaciones.
Esta no es una aspiración utópica. Si bien el Reino Unido sólo aceptaría ese proceso si la autodeterminación de los “kelpers” así lo decide (difícil de momento), el hecho es que la Unión Europea no ha reconocido la soberanía británica sobre las Malvinas y Estados Unidos estima que el problema es bilateral y que debe ser resuelto por negociaciones.
Si las puertas negociadoras no están cerradas por los países latinoamericanos, la Unión Europea y Estados Unidos, a ellos corresponde promover una aproximación entre las partes en procura de una solución sustentable en el largo plazo e inhibiendo el escalamiento en el corto plazo.
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