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Alejandro Deustua

México: Un Proceso Electoral Consolidatorio del Sistema Hemisférico

3 de Julio de 2006



Cualquiera que sea el resultado del proceso electoral mexicano la comunidad democrática americana y los valores occidentales que la inspiran se consolidarán como consecuencia del mismo. A pesar de una concurrencia ciudadana nada exultante (60% que según estimados, están por debajo de las elecciones del 1964) pero creciente, los candidatos en contienda son defensores de la democracia representativa, de la economía de mercado y de los derechos humanos.


En efecto, tanto el señor Felipe Calderón del PAN como el señor Andrés Manuel López Obrador del PRD son defensores del sistema partidario representativo. Esa disposición conjunta refuerza un sistema político cuyo proceso de apertura, materializado por la elección el año 2000 del primer presidente “no oficialista” en 70 años de vigencia del PRI, no ha sido aún contaminada por los peligros de la atomización de los partidos ad hoc andinos (el PRD es un partido serio, grande y en proceso de consolidación). En consecuencia, reiteramos, y a pesar a la tendencia del señor López Obrador a concentrar el liderazgo, el proceso democrático mexicano hará una contribución sustantiva a la comunidad interamericana con esta elección. Ello no implica que las instituciones mexicanas no deban aún perfeccionarse y desprenderse progresivamente de una cultura burocrática autoritaria y “patrimonialista”. Pero a pesar de estas contingencias, la contribución mexicana a la comunidad americana será inversamente proporcional al intento venezolano-cubano de dividir el hemisferio y de debilitar sus consensos políticos básicos.


Como lo será también la contribución de su economía en tanto ninguno de los dos candidatos ha propuesto una involución antisistémica. En esta materia el debate electoral no ha quebrado el consenso establecido sobre los fundamentos del manejo económico. Más bien ha sido dentro de él que el candidato López Obrador ha planteado la prioridad social y una nueva distribución del gasto.


En ese contexto ambos candidatos se han empeñado en mejorar la perfomance de la economía mexicana que crece por debajo del promedio latinoamericano (3.5% vs. 4.6% este año según la CEPAL). Por lo demás, la discusión redistributiva puede marcar diferencias sobre el riesgo inflacionario en el crecimiento de la demanda interna (5.1%) pero no existe en ésta una despreocupación por el crecimiento del índice de precios. Lo mismo ocurre con la oposición de puntos de vista sobre los niveles de expansión del consumo (4.9%) y el crecimiento de la inversión (6.2% en contraste con -0.2% el año pasado). En este debate el déficit de cuenta corriente del sector externo (las exportaciones crecen persistentemente por debajo de las importaciones) también es un problema que importa diferentes aproximaciones pero no remedios irresponsables. (1)


Estos distintos puntos de vista ciertamente se reflejan en la aproximación al capítulo de comercio con Estados Unidos. Pero al respecto, el NAFTA no está en cuestión. En lugar de ello los temas de debate giran en torno a cómo reducir el impacto de la desgravación agrícola (lo que requerirá una negociación con la superpotencia) y, especialmente, a cómo manejar el impacto del problema migratorio.


Este último, sin embargo, no es un tema nuevo en la agenda mexicano-norteamericana sino uno que ha sufrido el embate de la dimensión de seguridad adquirida en Estados Unidos luego del ataque terrorista del 2001. La expectativa de un tratado migratorio en ciernes hasta esa fecha se diluyó derivando en una urgente participación mexicana en el debate interno norteamericano sobre regulación migratoria con la perspectiva de proteger a los 8 millones de connacionales que viven en Estados Unidos. Esa agenda tiene, como es evidente, una evidente dimensión extra-laboral en tanto las remesas hacia México reportan ingresos de US$ 19 mil millones (2.6% del PBI el 2005 según Felipe Calderón).


De otro lado, en materia de política exterior la agenda establecida no variará sustancialmente. Como corresponde al interés nacional mexicano, la relación con Estados Unidos seguirá siendo prioritaria y dominante (además del tema migratorio y comercial están los problema de seguridad y sobre narcotráfico). Pero es posible que el nivel de atención a la política exterior sea mayor con una presidencia del señor Calderón (que tiene un capítulo dedicado al tema en su programa de gobierno) que con una del señor López Obrador (que incluye parcialmente la materia dentro de sus 50 propuestas básicas). Aunque en ambos la política interna tendrá mayor prioridad que la externa, ello parece más evidente en el candidato del PRD que en el del PAN. Aunque, como se ha dicho, la elección de uno u otro será beneficiosa para la comunidad democrática interamericana, en ambos casos también, pero especialmente en el del señor Calderón, la prioridad de la interlocución con Suramérica se orientará hacia el Cono Sur. Si se excluye la relación con Venezuela, la relación mexicana con los países andinos pareciera priorizar el acápite económico (en el caso del señor Calderón, la prioridad es Colombia seguida por Perú y Ecuador a la luz de los niveles de vinculación definidos por acuerdos de libre comercio y del status de observador que México tiene en la CAN). La relación política parece interesar menos con estos países que la que pueda coordinarse con Brasil, Argentina y Chile.


Por lo demás, la inserción mexicana en la economía global no tiene vuelta atrás (a diferencia de Venezuela y Bolivia). Una vez reconocida como prioritaria la relación con Estados Unidos (que compra más del 80% de las exportaciones mexicanas), la apertura comercial se impulsará (una red de acuerdos bilaterales – entre los que destaca el logrado con la Unión Europea sobre los 41 restantes-y el compromiso con las negociaciones económicas multilaterales que se juega hoy en la ronda Doha lo confirman) mientras la captación de inversión será una variable especialmente en la apertura al Asia.


Finalmente, el interés mexicano de lograr un sitio entre los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU para el período 2009/2010 avalado por su renovado interés en la organización de regímenes internacionales y su nueva disposición humanitaria, confirman que México, en el marco de la diversificación intereses, profundizará sus lazos con Occidente. Ese socio fundamental será, en consecuencia, un puntal del progreso hemisférico y latinoamericano.

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