Las encuestas de Latinobarómetro son quizás las mejor reputadas de la región. Sin embargo, éstas no dejan de arrojar resultados sorprendentes.
Es más, a veces estas sorpresas desafían a tal punto el entendimiento común sobre un estado de cosas que inducen a preguntar sobre la metodología de esas encuestas o sobre la identidad y las percepciones de los encuestados. Si aquélla parece aceptable, éstas pudieran, eventualmente, ingresar al ámbito de la distorsión epistemológica. Siendo esta última cuestión insondable, resta evaluar el aval institucional de las encuestas. Y ese aval parece sólido.
Una de esas sorpresas es la consistencia con que estas encuestas muestran que los venezolanos, a pesar de las evidencias sobre el autoritarismo de su gobernante, encabezan la lista de quienes consideran que la democracia es superior a cualquier otra forma de gobierno. Por lo demás esos encuestados se ubican entre los primeros entre los que se oponen a un gobierno militar bajo cualquier circunstancia cuando la relación entre su gobernante y las fuerzas armadas muestra una de dominio directo sobre los mandos y una cuestionable “parametrización” ideológica (Latinobarómetro 2009).
Entre las sorpresas que nos presenta Latinobarómetro en el 2010 se encuentra una más feliz: la que indica que los latinoamericanos consideran que cada uno de ellos (es decir, los encuestados) y sus familias “están mejor que sus países y que el mundo que los rodea”. Y también la que indica que, a pesar de la crisis económica y del desorden global creciente, sus países están bien orientados (el 45% en el 2009 vs. 30% en el 2003) y que el mundo “va en la dirección correcta (41% en el 2009 vs. 27% en el 2003).
Lo primero que debe decirse sobre el optimismo que emerge de esa encuesta es que éste debiera traducirse políticamente en progreso personal y colectivo.
Mientras esperamos que eso ocurra, se puede concluir que los resultados de la observación de la trilogía individuo-Estado-sistema internacional refleja que el extrapolado “ciudadano latinoamericano” (el encuestado) se autopercibe como sujeto de su propio destino superando, de lejos, los condicionantes del Estado y del sistema internacional.
Si esta conclusión es válida (que lo es aunque puede resultar incorrecta si Latinobarómetro se equivoca), se concluye que el ciudadano encuestado tiene una extraordinaria sensación de libertad y de seguridad propia sólo de las sociedades liberales. Si nuestras sociedades no lo son aún plenamente, los sujetos se perciben como si ello no fuera obstáculo para expresar su sensación de soberanía individual.
Ello, sin embargo, no implica la recusación del Estado sino, quizás, su éxito (en tanto éste, y el sistema -definido como global en la encuesta-, deben haber permitido la liberación del individuo). Y si el ciudadano liberado opina que el Estado va en la buena dirección (y éste ha permitido el desarrollo de las oportunidades ciudadanas) es porque éste tiene también una condición liberal política y económica que explica ya no sólo a esa entidad singular (el Estado) sino a la región (Latinoamérica). Y éste no parece ser el caso de una región ideológicamente fragmentada como la nuestra.
De otro lado, si el “ciudadano latinoamericano” liberado piensa que el “mundo” (es decir el sistema internacional) va en la dirección correcta aún bajo condiciones de tensión global en relación al 2003 (cuando había intenso crecimiento económico), ese ciudadano expresa hechos que distorsionan el contexto y quizás algunas esperanzas. Entre los primeros se encuentra el hecho de que América Latina fue menos golpeada por la crisis (y que, por tanto, presenta una cierta excepcionalidad). Entre las segundas se identifica la confianza en que la gobernabilidad global permitirá salir de la crisis (cuestión bien incierta) así como una cierta comodidad con la forma como los Estados se relacionan entre sí (cuestión llamativa a la luz del incremento de la fricción internacional).
Si estas expectativas pudiesen reflejar desinformación del encuestado sobre el incremento del conflicto y de los riesgos sistémicos que muestra la salida de la crisis, el hecho es que éste sujeto parece creer que el sistema (y la globalización) ha avanzado y que brinda condiciones de libertad progresiva. Si ello fuese efectivo, ese ciudadano parece estar proyectando su sensación de libertad individual a la relación entre los estados y organismos antes que su opinión sobre estas entidades (los estados, los organismos internacionales y el sistema). Sobre esa base es que los encuestados estarían configurando una “situación kantiana” encaminada al logro del ideal de la “paz perpetua”.
Por ello es que el fundamento liberal de la percepción de la trilogía individuo-Estado-sistema en la encuesta puede estar equivocado. Aunque la sensación sea la de que la “situación kantiana” se presenta para los encuestados, el hecho es que esa conclusión es inductiva antes que deductiva: es el individuo quien piensa que su condición es superior a la del Estado y a la del sistema mientras su autopercepción induce su percepción del Estado y del sistema (es decir, la opinión sobre el sistema y el Estado no precede a la del individuo sobre sí mismo).
En consecuencia la encuesta de Latinobarómetro podría estar presentando un juego de percepciones equivocadas inducidas tanto por el desborde optimista de los sujetos encuestados como por la ausencia de evidencias o motivos que pudieran ilustrar su percepción (la encuesta no refiere ni explica los motivos por los cuales los individuos opinan lo que opinan y no da señas de haber presentado a estos sujetos escenarios alternativos sobre las que los cuáles éstos podrían haber expresado su opinión).
En todo caso, si la encuesta mostrara resultados correctos los gobiernos liberales deben sentirse legitimados, los Estados latinoamericanos (y los que no lo son) podrán entender que tienen sitio para el manejo de conflictos y el sistema internacional podría estar recuperando las bases de una comunidad internacional (según los encuestados). Quizás ello responda menos a la realidad que lo que la encuesta muestra.
Y si esa brecha entre lo que se percibe y “lo que es” existe, el riesgo de que se tomen decisiones de carácter público equivocadas en función de la encuesta se incrementa. Para no caer en esa brecha es necesario recurrir a la prudencia para interpretar el optimismo que derrama la encuesta de Latinobarómetro.
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