Anteayer la Unión Europea anunció oficialmente la superación de la recesión. Un crecimiento de 0.3% en el segundo trimestre en relación al primer trimestre para los países de la Eurozona (17) y del conjunto de la UE (27) sustenta una parte de ese anuncio. Pero la otra reporta una contracción (-0.7% para el Eurozona y -0.2% para el conjunto) en relación al segundo trimestre de 2012.
Esta dualidad de referencias (el trimestre anterior o el segundo del año pasado) suscita debate sobre si la recesión ha sido efectivamente superada (es decir, si el actual sería o no “un punto de inflexión potencial”). Donde hay consenso es en el hecho de que la fragilidad de la perfomance no permite hablar aún de recuperación.
De allí la cautela del reporte de Eurostat y que éste vaya acompañado de un llamado del Vicepresidente de la Comisión de la UE a no cantar victoria anticipadamente. En efecto, el Sr. Olli Rehn espera un crecimiento lento en el segundo semestre y anuncia que la recuperación sólida sólo se apreciará en el 2014. Por ello llama a todos a “aprovechar el momento” para mantener el rumbo en las políticas basadas en la “cultura de la estabilidad” y de la reforma estructural.
En cualquier caso, estamos frente a una buena noticia que fue precedida por la mejora de la percepción del clima económico europeo registrado por IFO un mes antes (aunque de manera no uniforme y bastante jerarquizada empezando por Alemania y Estonia en el mejor escenario y terminando por Grecia, España, Italia y Portugal a los que, increíblemente, se unía Francia en el menos bueno). Agregada ésta a la persistencia subóptima de la perfomance norteamericana (una forma de no emplear el término mediocre) se puede empezar a albergar alguna certeza sobre la recuperación, en el mediano y largo plazo, de las principales economías de Occidente.
La estadística europea es especialmente importante porque es la primera gran noticia en casi un quinquenio proveniente del mayor mercado integrado del mundo y por el esfuerzo económico, político y social que ha costado lograrla.
Ese alivio no aleja, sin embargo, la alerta de nadie. El desempleo de 12.1% (que no esconde el gravísimo desempleo juvenil en algunos casos superior a 50% como en España y Grecia) está lejos de una reversión significativa. De otro lado, la asimetría del crecimiento no permite reportar la salida de la recesión para toda Europa: las potencias Alemania, Francia y el Reino Unido registran crecimiento de 0.7%, 0.6% y 0.6%, respectivamente con Portugal logrando un curiosos 1.1%, mientras que Holanda, Bélgica, España e Italia siguen contrayéndose en -0.2%, -0.1%, -0.1% y -0.2%, respectivamente. En la perspectiva del avance, el lento progreso en la zona del Benelux y de los grandes países latinos –salvo Francia-, la contracción chipriota (-1.4%) parece asunto menor.
Por lo demás, los altos niveles de deuda en relación al producto (una vulnerabilidad superlativa en Estados Unidos) sigue siendo alta en las principales potencias europeas (el Reino Unido 88.2%, Alemania 81.2% y Francia 91.2% -aunque dentro de lo que los equivocados márgenes estimados por Rogoff-Reinhardt-). Y es especialmente preocupante en los países sometidos a reformas extraordinarias: Grecia 160.5%, Italia 130.3%, Portugal 127.3%, Irlanda 125.1% y en otros como Bélgica (104,5%). España donde esta materia angustia, la relación es de 88.2% apenas superior al promedio europeo de 85.9% (Eurostat, El País). De otro lado, el trabajo de limpieza del sistema bancario y del resto del sistema financiero sigue siendo una tarea por culminar mientras que aún falta completar la construcción de instituciones europeas que sostengan mejor el euro luego de la entrada en vigor del Mecanismo de Estabilidad Financiera (que absorbe a dos mecanismos anteriores y cuya función principal será proporcionar fondos a estados miembros en dificultades financieras). Adicionalmente, la cuestión de la unión bancaria continúa en un desacelerado proceso de formación (la resistencia alemana es aquí notoable) mientras que una unión económica que incrementa el grado de integración sigue sin contar, en apariencia, con mecanismos de salida temporal que permita aislar a las economías comprometidas y sin otorgar la debida importancia a los Estados nacionales.
Desde nuestro punto de vista, esto es un error que deviene más del turbio oportunismo de la idea de “más Europa” y de la propensión burocrática a huir hacia adelante cuando algo traba el proyecto europeo sin tener en cuenta que son los Estados europeos los que cargan con el peso de estabilizar sus propias economías. La trascendencia de éstos, que son realidades históricas indispensables para el sistema internacional –y ciertamente mucho más importantes que los respectivos patrimonios culturales que Francia se esmera en proteger- no parece ser tomada en cuenta en Bruselas. Ni siquiera cuando estos Estados realizan los extremos esfuerzos que se les pide por razones de subsistencia interna antes que por las propias de una integración avanzada.
Pero, al margen de ello, el inicio de la recuperación es una buena noticia para el mundo que renueva el potencial de crecimiento global en lugar de arrastrar un peso muerto. Y lo es también para el Perú porque, si la demanda europea crece, ésta contribuirá a disminuir la dependencia asiática y, eventualmente, a diversificar la economía.
Cuando ello ocurra, se revertirá la retracción de las importaciones europeas desde el Perú a una proporción de sólo 17% del total en 2012. En ese año las colocaciones peruanas en Europa cayeron -12% (ref. 2011) sin que esa contracción (especialmente de las tradicionales que representaron 76% del total) pudiera ser compensada por las colocaciones de productos no tradicionales (Delegación de la UE en el Perú). Aunque la recuperación del mercado europeo probablemente agudizará el patrón tradicional de comercio, en un marco de mayor dinamismo la posibilidad de despertar demanda orientada a la diversificación de nuestras exportaciones tendrá mayor espacio para emerger. De otro lado, la concurrencia de inversión europea al Perú debería poder aligerarse y consolidar a la UE como primer inversionista en el país. Ello quizás será más difícil de sostener en un primer momento si la recuperación del mercado europeo concita, como es lógico, la concurrencia de capitales sobre la UE.
De cualquier manera, el Perú empieza a recuperar un mercado, América Latina un fuente principal de diversificación y el mundo un motor de crecimiento (aunque aún le cueste arrancar) cuya pérdida ha ensombrecido el panorama internacional. La perspectiva al respecto ha mejorado pero no necesariamente las dificultades.
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