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Alejandro Deustua

La Revolución Europea

Si la crisis financiera europea es un llamado al orden global, su impacto es regionalmente revolucionario en el Viejo Continente. Más allá del cuestionamiento de la integración monetaria éste se refleja en cuatro cambios fundamentales.


El primero corresponde a la jerarquía de poder en cuya cúspide se ha reencumbrado Alemania. En algo más de medio siglo esta potencia ha pasado de ser un Estado derrotado, invadido y dividido a ser una potencia dominante en el sistema europeo. Y en menos que eso su rol ha transitado de ser cogestor de la unión monetaria como mecanismo de contención de su capacidad expansiva a fungir de rector del euro.


El segundo cambio corresponde al fraccionamiento de la Unión Europea entre zonas de países que sobreviven bien a la crisis (los del norte) y los que sucumben a ella (los del sur) retroalimentando la múltiples tendencias divisivas en el área. Así, el rango fragmentador que va desde el regionalismo hasta el nacionalismo puede poner en cuestión la indispensable vitalidad de los Estados europeos (el caso de Bélgica es el más lamentable).


El tercer cambio corresponde a la derrota de los partidos en el gobierno sea por la protesta social sea por las exigencias del mercado financiero. En casi ningún caso la agenda de la oposición importa más que el descontento mientras que en casi todos los casos, la respuesta de los gobiernos entrantes será la que corresponde a la percepción institucional del remedio: ajuste sin crecimiento.


El cuarto cambio radica en la aparición, en el ámbito nacional, de lo que correspondía a los centros burocráticos de la Unión: la tecnocracia se hace con el poder impulsada por el instinto de sobrevivencia y al margen de la consulta popular. Así el estado de necesidad se impone al estado democrático en Grecia e Italia, las cunas republicanas de Occidente.


Como en la década perdida que hoy se advierte en Europa, de este último cambio hay también hay experiencia latinoamericana. Salvo excepciones, ésta no fue democrática comenzando con Chile en 1973. Si allí la tecnocracia trajo la reforma liberal de manos de la dictadura, en la UE la tecnocracia, alimentada por la recesión desea establecer un orden laissez faire en una región definida por el Estado de bienestar. Éste cambio puede ser también civilizacional.



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