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Alejandro Deustua

La Especificidad de un “Fenómeno Global”

Parece fácil concluir que el calentamiento global es culpable de tres fenómenos climáticos graves simultáneos, aunque de diferente intensidad, que se concentran regionalmente hoy en América.


A la construcción de esta media verdad pudieran estar concurriendo ciertas distorsiones perceptivas sobre la dimensión global del cambio climático que contribuyen a inhibir las especificidades y asimetrías de cobertura de esa fenomenología.


Al respecto, no es imposible, que estas distorsiones perceptivas correspondan a las generalizaciones que resultan de la manera con que se tratan multilateralmente estas legítimas preocupaciones ambientales (como pudiera haber ocurrido con la forma de difundir los contenidos de cumbres globales tipo COP 20, por ejemplo).


Si de ese mecanismo político hubiera surgido una cierta estandarización de percepciones (causada, por ejemplo, por la necesidad de rebatir las indisposiciones de los países a minimizar o combatir los efectos del cambio climático), no es improbable que de esa estandarización pudieran haber surgido también percepciones que consideren, p.e., que las causas de extrema sequía que padece California, el origen de la extraordinaria sequía de Sao Paulo y la génesis del fenómeno de El Niño que afecta moderadamente al Perú (y al Ecuador) sean equivalentes.


La gravedad de impacto estos fenómenos (que abarcan a la 7ª economía del mundo –California-; a una de las principales ciudades latinoamericanas y mayor centro financiero suramericano -Sao Paulo-; y a la costa peruana y ecuatoriana como parte inicial del escenario universal de impacto del fenómeno de El Niño) podrían adquirir así similar equivalencia de trato bajo la premisa de que la causa es única y global.

En ese caso, la necesidad de tomar medidas locales de mitigación pudiera verse debilitada a la espera de decisiones políticas y económicas del mayor alcance multilateral.


¿Es esto lo que ha ocurrido con la debilidad de respuestas iniciales a los tres fenómenos en cuestión?.

¿Por qué, por ejemplo, los californianos no aceptaron el año pasado, o el anterior, una reducción voluntaria de consumo de agua excedentaria sugerida por su gobierno?.


Y si Sao Paulo, como buena parte del sur del Brasil, se encuentra en el área de influencia del mayor acuífero subterráneo de Suramérica y uno de los mayores del mundo (el acuífero Guaraní), ¿por qué los paulistas no han mejorado oportunamente la explotación del recurso para paliar épocas críticas como la que se comenta teniendo en cuenta que el Brasil dispone de lejos la mayor proporción del acuífero y que existe un régimen acordado entre Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay para la explotación sostenible del mismo?.


Y si los peruanos convivimos con la recurrencia del fenómeno de El Niño, ¿por qué las instituciones correspondientes no disponen de planes de largo plazo y de contingencia para enfrentarlos?.


Ciertamente, la negligencia de usuarios y consumidores o la ineficiencia de los gobiernos es parte de la respuesta. Pero la otra parte puede provenir de la percepción equivocada (y también cómoda) de que si cada fenómeno obedece a la misma causa global es responsabilidad global darle solución al margen del esfuerzo propio.


Desde el punto de vista de la intensidad, las consecuencias están a la vista.


Así, California donde la intensidad de la sequía ha sido calificada como grave, ha llevado a que el gobierno de ese Estado federal ordene el recorte compulsivo del consumo en un promedio de 25% (entre parámetros de 8% y 13%). Y en Sao Paulo, el racionamiento es ya una realidad en un horizonte es el que plantea más cortes de abastecimiento. En el Perú, de otra parte, la autoridad responsable no tiene perfil mientras el debate sobre a quién le toca adoptar medidas de respuesta (Ministerios de Agricultura, Medio Ambiente, dependencias de la Marina) flota en el aire.


Esta sumatoria perversa de reacciones frente a fenómenos climáticos hostiles suma un factor adicional a la causa de la desinformación: si todos los fenómenos tienen la misma causa todos han de tener el mismo origen. Especialmente si todos están entrelazados. Y si todos están entrelazados no hay otro responsable que no sea el responsable colectivo (que es una abstracción). Así la especificidad de cada problema tiende a perderse de vista.


El resultado de este entrevero es que las dos costas de América del Sur están en serios problemas y la costa oriental de los Estados Unidos, en uno mayor. La reacción de un “globalista” al respecto: de poco sirve tampoco enfatizar la evaluación singular para atacar el problema singularmente mientras no se encuentre la razón de fondo global para atacarlo globalmente.


Así, si el calentamiento global constituye la única respuesta a la fenomenología citada (California, Sao Paulo, costa peruana), se tiende a demeritar el hecho de que la sequía de California se origina en una “burbuja cálida” que nace en el medio del Pacífico norte y que calienta corrientes marinas en dirección este-oeste del Hemisferio Norte que son independientes de las que causan el fenómeno de El Niño generado por la interacción de corrientes marinas tibias este-oeste que interactúan con la corriente del Humboldt (sur-norte) en el Hemisferio Sur.


Si bien el calentamiento global puede contribuir a ambos fenómenos, el origen de éstos es singular, geográficamente identificable, tiene impacto en ámbitos importantes pero limitados y es menos intenso que los que el apocalíptico “fenómeno global” pueda producir.


Esto, que es un lugar común razonable, quizás haya sido superado por el lugar común irrazonable que la fenomenología de lo global tiende a generar en algunos activistas. Es buen tenerlo en cuenta para que los Estados puedan y deban responder más rápido, más responsable y más eficazmente a estos desafíos.


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