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Alejandro Deustua

¿La Última Etapa en la Lucha Contra Maduro?

En el inicio de la llamada “última fase” para el fin de la usurpación del poder en Venezuela, el presidente designado ha convocado a las Fuerzas Armas a que se sumen al esfuerzo, además de un nuevo llamado de masas.


Si esta nueva etapa anuncia sólo su primer paso, el salto cualitativo ha sido mejor registrado por la liberación de Leopoldo López (asilado luego en la Embajada española tras pasar por la chilena) que por marchas no muy impresionantes, por el incremento de la disposición coactiva de Estados Unidos sobre Maduro, la escasa presencia mediática del dictador y el apoyo explícito del Grupo de Lima.


Pero si se define esta evolución no como un proceso sino como un intento definitivo de tomar el poder (el “ahora o nunca” al que el presidente Guaidó también hizo referencia) el escenario es sólo de débil avance y no de éxito inminente (aunque no es de fracaso como quisiera la periodista Amanpour en CNN).


Esta distinción no es académica sino estratégica. Como no es académica tampoco la denegación del término “golpe de Estado” al nuevo impulso de Guaidó. No puede haberlo porque la legalidad y legitimidad del esfuerzo amparan al presidente y porque más de 50 países de la comunidad internacional lo reconocen negándole todo atributo y virtud al dictador.


Al efecto poco importa que la convocatoria a la movilización de ayer y de hoy no haya concluido con la toma del aeropuerto o los centros de comunicación como algunos reclaman alegóricamente. Lo importante es que, además del nuevo impulso interno se haya sumado un nuevo apoyo externo para que expulsar al usurpador que desestabiliza a la región.


En la perspectiva del Grupo de Lima ese apoyo consiste no sólo en dejar sentado que no estamos frente a un golpe de Estado, sino en hacer explícito respaldo político a los miembros de la fuerza armada venezolana que acompañan a Guaidó y al grueso de esa fuerza que debe hacerlo, en la reiteración del reconocimiento del presidente como Comandante en Jefe de la institución miliar, en la advertencia a Maduro sobre el empleo represivo (al respecto hubiera sido mejor una referencia sólo al uso de la fuerza) y en el llamado a la comunidad internacional a que se mantenga alerta a la “evolución de los acontecimientos”.


Es cierto que en este último requerimiento no hay un llamado explícito a la acción y más bien una cierto acomodamiento en la pasividad comunitaria. Pero al dar cuenta de que los hechos en Venezuela están en “evolución” con un importante respaldo político se ha abierto la puerta a una interpretación más dinámica de la reacción que debe esperarse de esa comunidad.


Si bien es cierto que el Grupo con anterioridad ha negado la opción militar, la ausencia de mención hoy a tal alternativa permite cierta flexibilidad a la hora de considerar una opción de fuerza complementaria a la que realizan en las calles los venezolanos.


Como hemos mencionado antes, al respecto la mejor opción sigue siendo la intervención bajo el principio de la “responsabilidad de proteger” que forma parte del patrimonio estratégico de la ONU.


Si ello no fuera posible debido a un eventual veto ruso y chino en el Consejo de Seguridad, es obligación del Grupo de Lima (y de cada uno de sus miembros) invocar de manera directa a Rusia, a China y Cuba a que deje de respaldar militar y económicamente a Maduro. Esa acción diplomática sería más eficaz si se implementara como acción colectiva del Grupo de Lima dejando siempre la diplomacia bilateral como un mecanismo alternativo o de respaldo.


Por lo demás es claro que el escenario ha sido innovado estratégicamente por otra variable: la intensidad de la “guerra de nervios” a la que ha hecho referencia Maduro. Al respecto debe tenerse en cuenta que ésta alcanza a la ciudanía venezolana y que la dimensión subjetiva de ese tipo de conflicto (que, en el exterior y en el lado democrático, lidera Estados Unidos), no puede prolongarse mucho tiempo más sin que se eleven los costos humanos. Por ello quizás esa potencia podría invocar la cláusula de seguridad que aún se mantiene viva en el sistema interamericano (la agresión a uno –refiriendo la agresión de Maduro- es la agresión a todos) a pesar de la revisión del TIAR.


El Perú, que ya ha participado en operaciones externas (aunque en el marco del mantenimiento de la paz con los “cascos azules” de la ONU) y el Grupo de Lima deben considerar seriamente esta alternativa.


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