En su primer viaje al exterior como presidente electa de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner ha indicado que desea profundizar la relación estratégica con Brasil. Ésta, iniciada en 1989, canceló nominalmente la rivalidad entre esas dos potencias suramericanas y avanzó notablemente desde la creación del MERCOSUR (entidad cuyo eje es el argentino-brasileño) en 1991. Pero también ha padecido la crisis económica brasileña de 1999, la argentina de 2001, el estancamiento de esa agrupación regional y la fricción entre sus miembros.
Superada la crisis, hoy Argentina se aproxima al Brasil procurando un mayor acercamiento en los campos comercial e industrial, energético y tecnológico. A la luz de la necesidad argentina de replantear su polÃtica exterior, ello no debiera llamar la atención y menos cuando los temas se encuadran, en apariencia, en la denominada "baja polÃtica" (en lo que respecta a los dos últimos sectores Argentina desea una aplicación en su subsuelo marÃtimo la avanzada tecnologÃa brasileña de exploración y explotación petrolera además de pretender un mejor acceso a las fuentes de gas boliviano).
Sin embargo, la cooperación energética y tecnológica discutida, que normalmente merecerÃan la clasificación mencionada, debe definirse en los más convencionales marcos de la "alta polÃtica" y de la innovación estratégica. En efecto Argentina ha planteado a Brasil un salto cualitativo en la cooperación nuclear y satelital. Ésta se traducirÃa en la disposición inicial a producir pequeñas y medianas centrales nucleares con mercados en Asia y Europa para generación de energÃa. Y también en la exploración conjunta de posibilidades de desarrollar y lanzar aparatos satelitales destinados, en apariencia, a vigilancia y exploración terrena. Como es evidente, ello incrementará extraordinariamente la capacidad e influencia de esas dos potencias.
En tanto el Perú ha establecido un vÃnculo de "asociación estratégica" con Brasil (hoy algo desmerecida) que incluye el campo de la vigilancia satelital la evolución de la tecnologÃa en el Atlántico suramericano es una buena noticia. Lo mismo ocurre en materia nuclear en tanto el Perú mantiene una vieja (aunque mÃnima) vinculación cooperativa con Argentina en este sector. Teniendo en cuenta que la inversión y el gasto en investigación y desarrollo en nuestro paÃs es insignificante, la disposición cooperativa argentino-brasileña deberÃa poder generar externalidades beneficiosas para el Perú aprovechables si nuestras autoridades reaccionan rápido y bien.
Pero ocurre que en el campo nuclear, importantes autoridades militares brasileñas desean acelerar un desarrollo nuclear que incluya el acceso a capacidades para construir armas nucleares de acuerdo a fuentes periodÃsticas. Ello implicarÃa la disposición de miembros del complejo militar industrial brasileño (que ingresará a un proceso de ampliación) a construir un submarino nuclear y a considerar una eventual denuncia del Tratado de No Proliferación Nuclear.
En tanto esta disposición incrementa la brecha de poder en la región y, por tanto, cambia los términos del equilibrio, esa decisión debe ser observada con la mayor atención. Especialmente cuando éstas se enmarca, en el Brasil, en nuevas percepciones de amenaza que consideran posible el conflicto con vecinos (especialmente andinos, que no incluyen al Perú -lo que no es necesariamente nuevo-, según reporta algunos medios en función de una encuesta aparecida en la revista Veja) y en el incremento de la necesidad de proteger los recursos brasileños (agua, petróleo, amazonÃa) en un escenario global crecientemente incierto.
En esta perspectiva "realista", el enfoque cooperativo argentino-brasileño cambia añadiendo a la disposición del incremento de la interdependencia el del incremento del poder. Si esa evolución se ha producido, la erosión de los regÃmenes de integración y los intentos de restablecerlos por la vÃa bilateral cambian también de signo.
AsÃ, la indecisión brasileña sobre la aprobación del acuerdo de incorporación venezolana al MERCOSUR no converge con el interés argentino de que el proceso se acelere. A su vez, éste estarÃa calificado por una connotación de menor peso integracionista. En efecto, incorporar a Venezuela tendrÃa importancia económica para Argentina: a pesar de que ese Estado podrÃa acceder al mercado de capitales si normaliza su situación con el Club de ParÃs y con los tenedores de bonos, el acceso a recursos financieros seguros en tiempos de desaceleración global cuando no se cuenta con credibilidad establecida es ciertamente un activo apreciado. Pero también tendrá importancia estratégica extraregional: Argentina patrocinarÃa un acuerdo de libre comercio del MERCOSUR con Israel al tiempo que su relación con Irán está seriamente afectada por el caso AMIA.
Aunque Venezuela (es decir, Chávez) difÃcilmente cederá en su relación con Irán porque su ambición de establecerse como una potencia emergente antisistémica de alcance global es superior, el planteamiento argentino dice mucho de cómo ha evolucionado la relación entre integración y poder en la región.
En ese marco puede entenderse mejor el conflicto argentino-uruguayo sobre el establecimiento y la puesta en marcha de la empresa Botnia: un caso de origen ambientalista quizás sobredimensionado ha derivado en un conflicto entre Estados con distintos intereses nacionales en juego.
El Perú ciertamente debe procurar aproximarse al proceso de cooperación argentino-brasileño. Pero debe hacerlo teniendo en cuenta la nueva configuración de poder actual y futura en la región.