El año termina para la región con una importante caída de la perfomance, una proyección para el 2012 que implica alerta mayor, menor vulnerabilidad aparente e importante sensibilidad a la fluctuación de los precios de las materias primas.
En efecto, este año el crecimiento latinoamericano será de 4.3% (vs. 5.9% el año pasado) y una proyección, corregida a la baja de 3.7% (que puede ser peor si el entorno desmejora).
Sin embargo, si se tiene en cuenta que ese nivel de actividad es superior al registrado en los primeros años de la década luego de la recesión de inicios de siglo y siendo la crisis del 2008 (y la recaída del 2010) peor que su antecesora, se concluye que la resistencia regional a la crisis no es sólo mayor sino que los fundamentos que la sustentan son ostensiblemente mejores.
Ello no obstante, aunque la demanda interna ha crecido considerablemente, uno de los pilares de ese incremento de capacidad ha sido el fuerte crecimiento de las exportaciones de materias primas impulsada por el aumento de los precios. Si, en el escenario de mejora fundamental, las economías de la región siguen dependiendo fuertemente de su condición primario exportadora, su vulnerabilidad estructural sigue siendo alta aunque sus condiciones financieras y macroeconómicas se hayan fortalecido relativamente.
Ello se ha reflejado en el cambio de la perfomance y de las expectativas al son de los precios internacionales entre la primera y segunda mitad del año. Aunque esos precios se mantienen en niveles históricamente altos, el hecho es que los cambios de la demanda externa (que no es suficientemente dispersa) han contribuido fuertemente a la alteración de las proyecciones en el transcurso del 2011.
En efecto, mientras que en el primer semestre las exportaciones y los términos del intercambio crecieron generando optimismo (impulsado también por el dúctil acceso al financiamiento), lo contrario ocurrió en el segundo semestre a pesar de que la inversión extranjera se mantuvo.
De otro lado, al escenario de vulnerabilidad regional se ha agregado la influencia de un factor pre-existente: el peso económico del Brasil. Así, la fortísima reducción de su crecimiento (2.9% en el 2011 vs. 7.5% en el 2010) ha sido una factor intensamente contribuyente a la disminución de la perfomance latinoamericana y suramericana (esta última se redujo de 6.4% a 4.6 entre el 2010 y 2011).
Si, como se sabe, el condicionamiento de la perfomance regional por el nivel de la actividad económica de Brasil y México (y, antes, de Argentina) es una constante, ésta vez, la caída brasileña está mostrando el incremento de su capacidad como potencia emergente (aunque el efecto depresivo se multiplique en tanto México, con Brasil, crecerá este año poder debajo del promedio latinoamericano). Ello contribuye a cambiar los términos de la inserción regional, pero no al apunto de señalar como factor distintivo el mayor crecimiento de las economías emergentes en relación a las desarrolladas (como lo hace CEPAL). En realidad ese comportamiento es histórico antes que diferencial. Lo que ha cambiado al respecto es el impacto, en esa correlación, de la fortísima crisis en norteamericana y europea y, muy especialmente la calidad de esta última: su desaceleración (y eventual recesión) es un asunto de desmanejo extraordinario de finanzas públicas cuyo impacto restará liderazgo credibilidad y liderazgo a la Unión Europea más allá de su considerable influencia y de su eventual recuperación.
Finalmente, teniendo en cuenta que la demanda asiática da cuenta del comportamiento de la balanza comercial de la región, no ocurre lo mismo con la balanza de cuenta corriente. La perfomance regional dependerá en el futuro también del desempeño de los servicios (entre los que se encuentra el financiamiento) y de la balanza de rentas (en la que la inversión es fundamental). Y ésta no sólo no proviene esencialmente del Asia mientras que el clima que la alberga ha desmejorado.
Para mejorar la perfomance latinoamericana, hay por tanto mucho qué hacer en el ámbito de la perfomance pero también en el de la disminución de la vulnerabilidad. Además de la contención de la crisis, el próximo año debemos prepararnos para progresar en el camino diversificador y competitivo que debemos emprender con miras al mediano y largo plazo.
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