30 de diciembre de 2021
El Perú viene siendo honrado por las principales dictaduras latinoamericanas con la designación de embajadores de la más calificada experiencia en asuntos regionales. Y la cancillería devuelve el gesto canalizando el plácet y recibiendo sus credenciales con la mayor rapidez y cortesía.
En efecto, las correspondientes del Sr. Alexander Yáñez Deleuze, digno representante del Sr. Maduro, acaban de ser presentadas quizás con el alto propósito de que la relación con el Perú supere sus niveles actuales de especial cooperación política y fraternidad bolivariana. No a otra cosa debe aspirar el Sr. Yáñez al representar a un Estado fundador del ALBA, profesional de una política exterior expansionista y proveniente de donde esa política se confirma: Bolivia. Allí el flamante embajador ejerció su fraternal tarea albista en el año pasado (Mercopress).
Es que la dictadura de Maduro no podía hacer menos en el Perú que la del fidelista Díaz-Canel. En efecto, si Cuba envió a un embajador de alta jerarquía forjado en la agencia de inteligencia de su país (la DIN) focalizada en la región y con experiencia diplomática en Bolivia (además de otros países del área), Venezuela debía replicar el gesto para dignificar la labor del atareado presidente Castillo.
Para ello servirá con creces la práctica del nuevo embajador venezolano en el desarrollo de redes de influencia en La Paz y la conmovedora empatía con que los funcionarios de su embajada consolidaron la fraternal relación con Evo Morales.
Es más, si faltara algún detalle o se requiriera algún ajuste en el trato con el bisoño jefe de Estado peruano, el embajador de Cuba en Lima podrá prestar su más desinteresada ayuda. Y su hermano caraqueño la recibirá.
Especialmente sise trata de promoverla afiliación del Perú al ALBA aunque fuera de manera fáctica o informal o de promoverla resurrección de un UNASUR de rancia estirpe chavista. Por cierto, de tan noble propósito no escaparán algunos asuntos más delicados como es la adquisición de armamento.
En efecto, ya que el aprovisionamiento militar de parte de nuestras fuerzas armadas depende, desde la era de Velasco, de fuentes rusas, la experiencia venezolana en el desarrollo de cooperación en el ámbito de seguridad y defensa con esa gran potencia será invaluable. Aún más si ésta es avalada por Cuba.
Y especialmente ahora que la cooperación ruso-venezolana se amplía a múltiples sectores además de confirmar el próximo establecimiento, en Venezuela, de una fábrica de fusiles AK- 47 Kalshnikov de reconocida calidad, durabilidad y fácil y extensísimo uso. Tan fácil que ese tipo de fusil de asalto no es sólo es el preferido por ejércitos regulares de países en desarrollo en busca de armas de bajo costo sino también de fuerzas irregulares.
Por lo demás, el acceso a esos AK-47 no parece ser complicado no sólo para los Estados especializados en sortear obstáculos externos ad hoc (como los son las sanciones norteamericanas en el caso venezolano) sino para toda clase de organizaciones terroristas y paramilitares.
Sobre el particular, no sería sorprendente que el próximo año -o el subsiguiente- aparecieran en Perú estos fusiles multipropósito como prueba de la fluida relación peruano-venezolana. Y
que los “pueblos” de Evo Morales fluyan por el sur peruano al margen de la tipificación de persona non grata que le ha concedido a ese personaje la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso peruano.
De esta manera, en un contexto regional favorable, los embajadores de Venezuela y Cuba podrían tener éxito.
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