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Alejandro Deustua

FED: intervencionismo Récord

El banco central norteamericano sigue inyectando liquidez en “su” mercado, batiendo récords al respecto y beneficiando a agentes específicos del sistema financiero en el proceso. En efecto, el FED está interviniendo en el mercado monetario a gran escala y demostrando que, frente a un escenario recesivo, la superpotencia empleará todos los instrumentos razonables disponibles incluyendo el salvataje de entidades bancarias complicadas por el peso de la interminable crisis hipotecaria.

A mayor abundamiento el 11 de marzo, el FED debe haber logrado un registro histórico al respecto al soltar US$ 200 mil millones destinados específicamente a destrabar el mercado crediticio bloqueado por mecanismos de garantías hipotecarias que nadie quiere negociar y que, sin embargo, se han activado frente al creciente número de deudores morosos. La facilidad se propone a 28 días plazo.

Por lo demás, la escala de la intervención se ha ampliado en tanto el FED ha prestado al Banco Central Europeo (BCE) que reclama dólares para ciertas operaciones mostrando de paso que el reino del euro aún no ha llegado. Ello muestra la disposición a una mayor cooperación financiera transatlántica que debiera incrementarse aunque los ciclos económicos norteamericano y europeo no marchen al mismo paso.

El resultado inmediato se ha dejado sentir en los mercados especulativos: Este es el caso de los mercados bursátiles que han subido extraordinariamente (el caso del Dow Jones que creció más de 3 % en un día) en el marco de la volatilidad. Y también ha alimentado el dinamismo de los mercados de materias primas, crecientemente basado en expectativas antes que en el mercado real, contribuyendo a empujar el precio del petróleo también a niveles récord (NYT).

De manera complementaria a este activismo de impacto rápido la expectativa es que el FED anuncie también medidas de consecuencias menos inmediatas pero no menos espectaculares: la reducción de la tasa de interés de referencia de entre 75 puntos y 100 puntos.

El impacto completo de tal medida en la economía real demorará no menos de seis meses. Es decir el plazo que, en el escenario optimista, algunos esperan que el deterioro de la economía norteamericana empiece a estabilizarse. Ello, sin embargo, tendrá un costo para nuestras economías: la ampliación de la brecha del precio del dinero y por tanto un mayor flujo de capitales de corto plazo hacia mercados como el peruano.

Dado el alcance global de estas medidas, éstas serían mucho más beneficiosas si pudieran coordinarse con todos los afectados por el tránsito hacia una recesión en la primera economía mundial. La cooperación FED-BCE es un paso en la dirección correcta pero aún insuficiente. Como tal mantiene a la gran mayoría de los responsables financieros actuando por su cuenta y a los especuladores aprovechando al máximo el desorden propio de la volatilidad, de la incertidumbre y de la oportunidad de obtener ganancias rápidas.

En el caso del Perú esa preocupación se refleja en la puja entre los representantes de parte del sector exportador (Adex), el Ministerio de Economía y el Banco Central en torno a la necesidad de una mayor o menor control de la caída del tipo de cambio. Es evidente que, si las autoridades monetarias decidieran mayores intervenciones de compra de de divisas para subir su cotización, sólo lograrán parte de ese objetivo si siguen actuando por su cuenta.

Si la dimensión de la crisis se expresa hoy en medidas unilaterales que implican la disposición monetaria de dos veces el PBI peruano en un día y superan cinco veces el monto del salvataje de la economía mexicana en la crisis de 1994, es evidente que el momento de coordinación ha llegado si lo que se desea es estabilidad global.

En consecuencia, nuestras autoridades deberían solicitar una mayor cooperación entre los miembros del G7 y entre este organización con los países en desarrollo que tienen interlocución directa a través del G20. Y si el FMI quiere recuperar un rol, éste es el momento para extraerlo de su extraordinaria pasividad aun cuando se encuentre en medio de una crisis existencial.

Lamentablemente, en América Latina el fraccionamiento regional impide adoptar posiciones conjuntas. Si ello es así, quizás entidades financieras como el FLAR y hasta eficientes promotoras del desarrollo como el BID y la CAF podrían intentar hacerse oir si lo que se quiere es disminuir la volatilidad, generar confianza y orden proclive a evitar una recesión global profunda que puede resquebrajar los grandes avances logrados por las economías responsables del área.



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