El TLC con Estados Unidos que el Congreso norteamericano ha aprobado con tanta morosidad abre al país un nuevo horizonte estratégico. Éste deriva de la connotación política y de seguridad del acuerdo, de su empleo extraeconómico por la política exterior peruana y de su más amplia instrumentación por la política exterior norteamericana.
En consecuencia, el Perú tiene ahora oportunidades de inserción que superan las que permiten los acuerdos de libre comercio normados por el GATT y la OMC, trasciende las de los sectores contratados por el TLC (inversiones, servicios, etc.) y ciertamente desborda el libre acceso contractual al mayor mercado nacional del mundo.
La base de esa inserción se fundamenta en el vínculo externo que procura la consolidación democrática del Perú y el mejoramiento de las condiciones de su desarrollo y de su estabilidad. Y aunque no forme parte del Preámbulo del acuerdo específico, el vínculo seguridad correspondiente queda establecido por el marco normativo del TLC en torno a la lucha contra el narcotráfico y/o el narcoterrorismo y otras anomalías (como la corrupción).
En efecto, aunque el TLC desplaza al ATPDEA (que debiera seguir vigente para el período de tránsito), las motivaciones de seguridad explícitas en esa norma (y en su antecedente, el ATPA) sobreviven a su caducidad. Éstas quedan reforzadas por los objetivos parciales de la ley que habilitó al Ejecutivo norteamericano a negociar (el TPA) refrendados por la Estrategia de Seguridad de los Estados Unidos de 2006 que considera a los acuerdos de comercio como parte integrante de la misma. Ello abre para el Perú oportunidades de cooperación adicionales en ese sector.
Por lo demás, la aprobación del TLC fortalece la capacidad negociadora del Perú en la formación del arco del Pacífico latinoamericano. Aunque este escenario se está articulando mediante mecanismos de convergencia comercial, esa aproximación debe ser superada para aprovechar el completo potencial de sus miembros. Éste se deriva de la condición democrático- representativa de los mismos y, salvo Ecuador, del hecho de haber negociado acuerdos de libre comercio con Estados Unidos. La masa crítica de intereses comunes que organiza ese vínculo constituye un poderoso y nada retórico mecanismo de integración regional que recorre de sur a norte las costas del Pacífico americano.
Ese potencial definido por la articulación de su proyección marítima, debe ser aprovechado por el Perú para fortalecer los vínculos de integración continental con socios que participen de principios y normas de comportamiento similares. En la subregión andina, ese socio es Colombia (que sigue esperando que el Congreso norteamericano no se rinda al aislacionismo). Esta relación fundamental para el fortalecimiento del mercado y la estabilidad democrática andinos, tan golpeados por experimentos "refundadores", debe ser potenciada en la próxima visita del Presidente Uribe a Lima.
En ese marco, el piso americano de la negociación de arquitectura variable entre la CAN y la Unión Europea, queda fortalecido para el Perú. Aunque no dependiente sólo de él, nuestra mejor inserción en Occidente es también una función del TLC con Estados Unidos. Arraigado en ese núcleo, el Perú encontrará ahora mucho mejor porvenir también en el Asia.
Comments