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  • Alejandro Deustua

El Proteccionismo se Arraiga

Los renovados reclamos de protección de los algodoneros peruanos pueden parecer excepcionales en el escenario peruano y contrarios al renovado compromiso oficial con la apertura de mercados expresado ante la OMC en la reunión de ministros de Comercio Exterior de diciembre último.


Sin embargo, ese reclamo no es disonante en la región ni en el MERCOSUR. En esta principalísima zona de libre comercio (o imperfecta unión aduanera) la vulneración de las normas de apertura de mercados se expresa, de manera casi cotidiana, en las protestas de Uruguay contra Argentina y de ésta contra Brasil aludiendo a prácticas incrementales de discriminación.


En efecto en el MERCOSUR los casos de restricción de importaciones y de estímulos no convencionales a las exportaciones han dejado de ser hechos aislados para convertirse en políticas nacionales. En el caso del Brasil, ese país ha procedido además a considerables rebajas tributarias e incremento el crédito especial a favor de las pequeñas y medianas empresas, implementado políticas especiales en favor diversos sectores (automóviles, textiles y hasta vinos) y procedido a una protección mayor frente a la importación de bienes a precios predatorios según el gobierno brasileño (especialmente en el caso de bienes originarios de China). En este caso los gremios son agentes directos de la promoción de esas políticas.


Si ello no pareciera deseable, estos comportamientos parecen inscribirse en una creciente tendencia global que se ha vigorizado en el segundo semestre del año pasado.


En efecto, a partir del segundo semestre del 2011 las medidas proteccionistas se han incrementado en el mundo coincidiendo con la caída de la perfomance económica y el retroceso de la recuperación en los países desarrollados. Es más, tales medidas parecen haber alcanzado un nivel equivalente al de los peores momentos del 2009 (uno de los peores años para el comercio mundial en lo que va del siglo) (1).


A pesar de las dolorosas lecciones del pasado, la correlación entre tendencias recesivas y proteccionismo se muestra persistente hoy superando en los hechos los compromisos verbales de no escasos miembros del sistema internacional (incluyendo la alerta de países en desarrollo, del G20 y de la OMC).


Es más, los Estados que, bajo las actuales circunstancias, vienen recurriendo con mayor intensidad a medidas proteccionistas son precisamente los que representan a las grandes economías y economías emergentes agrupadas en el G20, entidad que ha advertido reiteradamente contra estas conductas.


A mayor abundamiento, la práctica de estos países podría ya reconocerse como de proteccionismo neto teniendo en cuenta que, en el agregado, las medidas de discriminación adoptadas sobrepasan a las de liberalización en 66% (2/3 del total) según el Global Trade Alert. A esa tendencia corresponde una situación estratégica: la “posición defensiva” de los Estados concernidos y de sus economías ha sentado sus reales y está prevaleciendo.


Aunque el reporte correspondiente no lo dice, esa saldo indicaría que los esfuerzos de integración económica como los que ocurren en el área del Pacífico (APEC, acuerdo transpacífico de asociación económica y el acuerdo del Pacífico) y las medidas de apertura económica que allí se negocian o adoptan serían, en la sumatoria total, considerablemente menores a las que esos mismos países y otros adoptan en una marco de fuerte desaceleración económica. Ésta acaba se reconocida por el Banco Mundial, que rebajado su proyección de crecimiento global del 2012 de 3.2% a 2.15%.


Por lo demás, estas medidas son cada vez más especializadas y, en consecuencia, superan las que derivan de la competencia cambiaria y tarifaria (que representa un tercio del total) observadas a principios de año. Éstas han evolucionado para incursionar, además de subsidios a las exportaciones, en controles generales (incluyendo inversiones) y medidas defensivas que derivan de las políticas de rescate.


Si a las potencias mayores se les puede imputar mayor responsabilidad al respecto, las economías emergentes (especialmente los BRIC y, entre ellos, China especialmente) se vienen comportando de manera tanto o más defensiva que Estados que proclaman el liberalismo como principio rector de su política exterior económica (los casos de Estados Unidos, de los países mayores de la Unión Europea o de la UE como tal). La tendencia sigue creciendo.


Si ella es preocupante es necesario establecer nacional y colectivamente cuándo es que esa tendencia derivaría en una situación de difícil reversión. Esa línea, en la que el daño causado a la economía global será mayor a la sumatoria de los beneficios nacionales y en la que la propensión al conflicto entre los Estados se agudizaría, no debe cruzarse.


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