A pesar de la incertidumbre económica arraigada en el escenario económico internacional y el pesimismo de algunos analistas locales, el gobierno reitera que la economía crecerá alrededor de 5% el próximo año, algunas calificadoras de riesgo (Fitch) comparten ese pronóstico y las medidas de estímulo apuntan oficialmente en esa dirección.
Además, el Banco Central persistirá al respecto con una política monetaria expansiva (rebaja eventual de la tasa de referencia y del encaje) y los bonos del Tesoro se mantienen entre los más demandados entre los de las economías emergentes. Y mientras el consumo no ha sido impactado en el corto plazo por la desaceleración del 2014 según el BCR, el BID afirma que el 87% de los jóvenes creen que su calidad de vida mejorará en el futuro inmediato sobre la base de un 71% de la clase media y baja que mejoró su posición en los últimos cuatro años y la gran mayoría de empresarios mantendrá o contratará personal el próximo año.
Tal entramado de expresiones de optimismo es un indicador claro del inicio de la recuperación de la confianza en la economía nacional que contrasta con la sucesión de malas noticias que, escalonadamente, se han presentado en el curso del año. Quizás más importante que ello sea la actitud de desafío ciudadano frente a un panorama hoy grisáceo y frente a la demora local en la adopción de medidas de estímulo.
Sin embargo, aunque el Perú (como Colombia y Chile) puede afirmar estas expectativas en los buenos fundamentos de su economía y en la cierta especificidad que aún lo distingue en la región, es importante, sin embargo, no perder de vista el horizonte del sector externo. En la región éste no es bueno (menos aún si la referencia es Asia) como tampoco lo es en el mundo.
Si al respecto debemos esperar ciertas proyecciones como las de la CEPAL (que se publicarán la próxima semana) y debamos felicitarnos por el reciente acuerdo del G20 (Brisbane) para emprender medidas que, aunque no especificadas, deben añadir 2 puntos porcentuales al crecimiento global hacia el 2018, la OCDE ya ha adelantado los apremios que genera el bajo crecimiento entre sus miembros y el FMI ha sido inusualmente crudo en un reciente diagnóstico sobre la decepcionante perfomance latinoamericana en el año en curso.
En efecto, si la sistemática corrección a la baja de los indicadores económicos en el Perú durante el 2014 ha sido angustiante, el mismo proceso a escala regional ha tenido un impacto mayor. Es más, desincentivado por esta sucesión de malas noticias, el FMI parece haber pasado del optimismo que caracterizó al crecimiento extraordinario del ciclo 2003-2010 (cuyo fin, como la crisis norteamericana y luego europea del 2007-2009, no supo prever) al pesimismo en el área sin mayor transición que la invención de un paréntesis (la “nueva normalidad” fundada en una mediocre perfomance como horizonte de largo plazo).
Así, de una manera que, por sorprendida, no deja de ser sorprendente el FMI admite ahora que la desaceleración ha sido peor a lo esperado en la región. Sin abundar en razones que ya todos conocemos, ese organismo no va más allá de reiterar el fin del boom de precios internacionales de los commodities y de la baja productividad como todo argumento para dejar constancia la decadencia regional: luego del 5% de crecimiento promedio en los buenos años, se pasó al “nuevo normal” del 3% para toparnos con un lamentable crecimiento actual de 1.3% en el área sin más esperanza que un ligero repunte a 2.2% el próximo año.
El hecho de que a las economías mal manejadas (Venezuela, Argentina) les irá peor o que Brasil se encuentre en un muy peligroso punto de inflexión (una recesión técnica) no es consuelo para los que están en mejor curso (Perú, Colombia) o que mantendrán el crecimiento (Bolivia, Paraguay, Ecuador).
Menos cuando el próximo año Estados Unidos subirá sus tasas de interés en el 2015 mientras acaba con el estímulo monetario incrementando la vulnerabilidad de la región (aunque las economías solventes puedan financiarse con bonos -que probablemente es los que piensa el Banco Central cuando sostiene que el “tapering” no tendrá un impacto dramático en el Perú-), el aterrizaje chino en 7% no es definitivo y la caída de los precios del petróleo no asegura el repunte de los precios del resto de materias primas.
Esta contingencia, que, salvo el “tapering”, es superior a nuestras capacidades financieras (deuda baja, alto nivel de reservas, solvencia bancaria), puede ser poca cosa frente a la alerta del FMI en torno a una trampa regional de baja productividad combinada con un choque de oferta. En efecto, según ese organismo, las empresas en la región estarían alcanzando el tope de su capacidad y, en consecuencia, una mayor demanda no las sacará del atolladero de corto plazo cuando el incremento de la productividad sólo ocurriría en el largo plazo (salvo por devaluaciones que ya vienen ocurriendo) (FMI).
En este marco, una mayor pérdida de términos de intercambio no sólo es un futuro predecible que resta bienestar sino que consolidará la erosión del potencial de crecimiento de nuestros países. Al margen de lo que diga el FMI, si, bajo estas condiciones, la inversión en infraestructura no sustituye adecuadamente a la inversión en minería (que seguirá bajando), las condiciones regionales podrían generar creciente inestabilidad social.
Más aún cuando los países desarrollados no serán una locomotora de crecimiento este año (apenas 2.2%) fuertemente influido por la mejor perfomance norteamericana (CEPAL). Y mientras no se sepa cómo se aplicará el estímulo de US$ 315 mil millones de euros propuesto por la Comisión de la Unión Europea y que beneficiará a Europa y el mundo, la UE aún juega con la deflación.
Mientras tanto el comercio global crecerá sólo 3.1% este año en volumen mayor que su valor (OMC, setiembre). Éste es un nivel ligeramente superior al del año pasado y aún muy distante de los niveles precrisis (6% en promedio). Ello permite predecir que la demanda externa no crecerá suficientemente para mejorar la colocación de las exportaciones regionales que crecerán este año sólo 0.8%. El bajo crecimiento económico del 2014 permite pronosticar que el comercio intrarregional también descenderá este año.
Frente a este panorama la integración regional ha perdido potencia como alternativa mientras la expectativa que crean el acuerdo transpacífico no se concreta aún (y podría esperar otros dos años). En consecuencia, antes que esperar éxito para el 2015 debemos seguir fortaleciendo nuestras capacidades (infraestructura, absorción tecnológica y productividad), generar sinergias con socios regionales con los que se pueda coordinar políticas de manera efectiva (la Alianza del Pacífico), convencer a vecinos que deberán reformarse (como Brasil) de que el camino no es el proteccionismo y sacar mejor partido de nuestros acuerdos de libre comercio que son hoy instrumentos infrautilizados.
Fuentes: (1) FMI: Growth in Latin America and the Caribbean Slows Further, October2014. (2) CEPAL: Panorma de la Inserción Internacional de América latina y el Caribe, 2004.
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