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El “Gran Cero” y el “Grado de Inversión”

Alejandro Deustua

A finales de la primera década del siglo XXI la ansiedad denominadora se ha apoderado de connotados economistas. En efecto, la enorme erosión de progreso y de riqueza generada por la peor crisis económica en 70 años (una contracción global de - - -2.2%) ha inducido a autoridades, como Paul Krugman, a proponer para Estados Unidos, que la década sea reconocida como la del “Gran Cero”.


El fenómeno no es nuevo: los economistas japoneses denominaron la crisis que remeció a esa potencia en los 90 como la “Década Perdida”. Su ansiedad denominadora fue tal que expropiaron el “branding”. En efecto, la “verdadera Década Perdida” correspondió, como se sabe, a la latinoamericana que compensó la debacle de los 80 con un enorme ajuste fiscal y monetario y la apertura de la economía regional. Bajo esa dramática denominación el liberalismo económico se arraigó en la región. El imperativo fue tal que propuestas más benignas, como el del “ajuste con crecimiento” de la CEPAL, no tuvieron éxito. El remezón consecuente tumbó dictaduras (Brasil), debilito otras (Chile), desarticuló Estados autoritarios (México) y larvó sucedáneos (Perú). Pocos Estados emprendieron la apertura bajo democracia (el paradójico caso de Bolivia). Pero sobre todo la apertura produjo el abandono del modelo de sustitución de importaciones con intervención del Estado. En tanto la “Década Perdida” se produjo en un contexto de globalización emergente, condicionó el nuevo patrón de inserción regional: ésta se realizó con “el mundo”.


Las políticas económicas que el Perú ha seguido desde entonces acaban de ser reconocidas mediante la adjudicación del grado de inversión por Moody’s luego de que antes lo hicieran Fitch y Standard and Poor’s. Al margen de la valoración que merezca el comportamiento de ciertas calificadoras en épocas de crisis, el hecho es que ese reconocimiento eleva notablemente el status económico del Perú, favorece la inversión local y extranjera y abarata el crédito externo.


El ex -Ministro de Economía ha subrayado ese reconocimiento condecorando a sus predecesores a lo largo de cuatro gobiernos. Sin embargo, esa consagración no oculta el hecho de que la economía peruana sea aún primario exportadora, que los niveles de competitividad e integración regional sean bajos y que la magnitud de la pobreza sea aún inaceptable y riesgosa para la seguridad nacional.


En la década que se aproxima esos desafíos deberán ser afrontados en un contexto diferente al que predominó en las “décadas perdidas” latinoamericana y japonesa y del “Gran Cero” norteamericano. Las soluciones laissez faire serán confrontadas por la realidad de un nuevo e incierto equilibrio entre las políticas de estímulo, las de su oportuno (y, esperamos, coordinado) retiro y la corrección de los desbalances entre nuevos grandes y liberales deudores (los desarrollados) y nuevos (y mercantilistas) acreedores.


En tanto el ordenamiento de ese equilibrio requerirá cautelosa intervención del Estado, reregulación de mercados financieros y un rol social de la empresa, los requerimientos diversificadores y redistributivos de economías como las nuestras deberán ser atendidos en un distinto y más complejo escenario liberal. Si queremos la próxima sea reconocida como otra “década ganada” para los latinoamericanos debemos gestionar adecuadamente este punto de inflexión.



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