Luego de la fuerte retracción de comercio global en el 2009 (-12%) y de su importante recuperación del año siguiente (14% por volumen), este año debiera registrar una contracción de las colocaciones globales debido al impacto de la crisis de la Unión Europea. Aunque algunos estiman que el comercio global crecerá este año menos de 6.5%, sobre ello no existe aún estadística de la OMC. Sin embargo, en lo que se refiere a los intercambios de América Latina, se puede afirmar más bien que el impacto de esa crisis se ha retrasado si se toma en cuenta la información preliminar del BID (1).
En efecto, según esa entidad, las exportaciones regionales crecerán este año 26% y las importaciones 24%. Este robusto comportamiento, retratado en un incremento de 24% de las exportaciones extrarregionales, queda confirmado con la proyección de un aumento de 26% de las exportaciones intrarregionales según la citada entidad interamericana.
Sin embargo, esos buenos registros cuantitativos están fuertemente calificados por la demanda extra-regional de productos básicos. De esa característica, quizás escape México (a pesar de la incidencia petrolera) debido a su fuerte imbricación con la economía norteamericana y a la influencia del NAFTA como factor de su diversificación productiva.
Pero de la influencia determinante del incremento de los precios de los commodities en América Latina no se escabullen ni las exportaciones de Brasil (considerado ya la sexta economía del mundo) ni de Argentina (que, dentro de su menor importancia, sigue siendo una economía grande en el área). La explicación es simple. Mientras que los precios de las materias primas han crecido, desde el 2002, de 100 a alrededor de 280 puntos básicos en la escala del BID, los precios de las manufacturas lo han hecho sólo en alrededor de 50 puntos de esa escala. Es más, en el ámbito suramericano, quizás se deba a su condición esencialmente primario-exportadora que los países andinos registrarán este año el mayor crecimiento de ventas en la región (37% en promedio, con Colombia y Perú encabezando la lista con tasas de 43% y 36%, respectivamente). Ello se debe a que los precios del petróleo y de los minerales han crecido más que los de productos alimenticios beneficiando a los andinos sobre los conosureños del Atlántico.
En una perspectiva sistémica, esa ventaja andina se revierte, sin embargo, en tanto la balanza comercial con el MERCOSUR es persistentemente favorable a ésta última agrupación (2). Pero aún si pudiera marginarse ese hecho, los beneficios de ese comercio deberían haber fortalecido la convergencia de los procesos subregionales de integración suramericanos aunque ello no se reflejase necesariamente un incremento en los estándares de vida.
Esa hipótesis, sin embargo, está en cuestión a pesar de que los intercambios entre los países de la CAN y el MERCOSUR han crecido cinco veces en el período 2001-2010 (de US$ 3570 millones a US$ 16515 millones) mientras que el déficit andino se ha incrementado en similar proporción (de –US$ 1670 millones a –US$5841 millones en el período). En efecto, si los andinos hubieran importado esencialmente bienes de capital del MERCOSUR el efecto multiplicador de ese tipo de intercambio se habría traducido en alguna aceleración del muy incipiente proceso de industrialización andino disminuyendo marginalmente el impacto de la relación “norte-sur” atribuido a esa relación comercial.
Sin embargo, la estadística de la CAN no confirma que ello se haya producido en tanto no escasa proporción de la oferta exportable del MERCOSUR ha estado integrada también por commodities (en este caso, productos agropecuarios como la soya) al tiempo que los andinos no han diversificado importantemente su oferta exportable (Bolivia, principal exportador al MEROCUSUR, vende esencialmente gas a ese grupo de países).
Si este hecho obedece al efecto del incremento del precio de los productos básicos en la oferta exportable de los países más avanzados de la región, implica también una involución de la calidad del mercado regional que debiera estar consumiendo crecientemente productos de origen local con creciente valor agregado. En lugar de ello, el patrón primario-exportador parece ha invadido también el ámbito intraregional en los últimos años.
Por lo demás, el buen crecimiento de las exportaciones intrasubregionales andinas en el año (alrededor del 20% según el BID) no parece suficiente para incrementar su baja incidencia en las exportaciones globales de la subregión (alrededor del 10% del total). Y a pesar de que la situación es mejor en el MERCOSUR, los niveles de integración de ese grupo no parecen haber mejorado sustancialmente. En efecto, más allá del proteccionismo creciente allí, este año el incremento de las exportaciones dentro de ese mercado será de 26% contribuyendo a una participación de 15% en sus exportaciones totales. Ello está por debajo del 20% alcanzado en épocas pasadas.
Esta situación podría estar configurando un panorama de decreciente calidad de la interdependencia suramericana. Ello cambia, en términos de comercio intra-regional, si se tiene al Hemisferio como marco. Es allí donde el incremento del comercio intra -regional muestra todo su peso. En efecto las exportaciones del MERCOSUR al Hemisferio ascienden al 38% y las andinas a 56% superando largamente a las exportaciones intrasubregionales. Este ámbito incluye las exportaciones al NAFTA. Si ello muestra la importancia del mercado norteamericano para los suramericanos, también indica el fuerte peso del comercio extrarregional en Suramérica: MERCOSUR y la CAN exportarán fuera de área (es decir, al mundo) 28% y 37%, respectivamente según el BID.
Ello muestra claramente una mejor inserción comercial por destino. A la luz de la crisis, sin embargo, esta evolución regional debe merecer la adopción de medidas que amortigüen la probable caída de las exportaciones suramericanas a los Estados Unidos y a la Unión Europea.
Ello implica esencialmente mayor promoción a la luz de la importancia de esos mercados para países que, como el Perú, encuentran en esos escenarios destinos fundamentales. En efecto, en el 2010 Estados Unidos, con 16.7% del total, fue nuestro primer destino exportador y algunos países de la UE –Alemania, Italia, España- sumaron alrededor del 10% mientras que Suiza, que no es miembro UE, absorbió 10.8% del total. Como es evidente, muy buena parte de esas exportaciones no podrán ser desviadas a China (responsable de 15.3% del total en el 2010).
A esa tarea promotora debe contribuir Estados Unidos especialmente si, según el USTR, esa potencia pretende duplicar sus exportaciones globales hacia el 2014 y considera a América Latina como el mercado de más rápido crecimiento (82% entre 1998 y 2009 vs. 72% con Asia y 51% con la UE según el Congreso de ese país). Para ello se requiere una implementación ágil de los acuerdos de libre comercio y un fuerte empeño antiproteccionista.
Lo mismo debe demandarse de la Unión Europea que, en el 2010, se reconocía, con 13.6% de participación de las exportaciones latinoamericanas, como el segundo socio comercial de la región (al tiempo que América Latina representa 6.2% de las exportaciones totales de la UE) según la Comisión Europea.
Si el 2012 será comercialmente contractivo, la prospección de nuevos mercados deberá acompañarse de la minimización de daños en los mercados tradicionales y de protección de la plaza ganada.
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